El célebre matador de toros Manuel Díaz (Lavi), fue contratado a la Habana para torear unas cuantas corridas de toros peninsulares. , Se mareó terriblemente en la travesía, y como apenas podía probar bocado a bordo, se le apoderó una debilidad que le hacía ver millares de lucecillas, manchas luminarias, según frase propia. A las pocas horas de haber saltado en tierra, se encontraba sano y bueno, como acontece a todos los que se marean. Tranquilo ya, reposado y vestido de limpio, sentóse a almorzar acompañado de toda su cuadrilla. Un banderillero,dijo:
— Valiente camino hemos traído. ¡Qué fatigas! Ahora no faltaba más sino que nos diera el vómito.
— ¿Qué gómitoi preguntó el Lavi.
— El del país, el negro
— le contestó el banderillero.
— A mí no me pué dar na de ningún color, porque en el camarote he gomitao hasta el arco Iris.