En una ocasión que iba a torear en una plaza de Andalucía Rafael El Gallo le pidió a un amigo que le buscara una pensión apartada, para no tener que soportar a la gente. Eso si, le pidió que fuera limpia.Cuando llegó se encontró en la cama una chinche; el fondista le aclaró que estaba muerta.A la mañana siguiente le preguntó el dueño de la pensión si había pasado buena noche y si le había molestado algún insecto.Rafael le contestó «la chinche muerta no me ha molestao, pero las que han venido al entierro se han cebao conmigo».
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