Toreaba Rafael el “Gallo” en Madrid. En su primer toro hizo, además de su conocida “espantá”, una de las peores faenas de su vida torera. Llovieron almohadillas, y el público se hartó de gritarle. Cuando el “Gallo” decaido por su suerte, volvió junto a la barrera, Vicente Pastor, que lo apreciaba mucho, se creyó obligado a consolarle. Y así, le dijo, con tal fin: - ¡Hay que ver cómo está el público esta tarde, Rafael!... A lo que el “Gallo” le respondió con viveza: - Para vosotros, colosal. ¡Ya los he “dejao” a “tos” roncos”
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