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miércoles, 8 de abril de 2009

DIECINUEVE

Diecinueve


¿Y si todo lo que nos hubiera contado es mentira? ¿Y si el diablo hubiera gobernado al principio y dios lo hubiese destronado y luego hubiese introducido la idea del mal y empezaran las guerras y los conflictos?
Es la tristeza, la soledad, ese no sé qué que te envuelve y que parece que nace de ti y que se expande como una onda hiroshimada, dejando sólo un rastro de blancura sin sentido, de pureza sin alma, de vacío infinito y nuclear.
¿Y si no fuera ella? ¿Y si ese sueño no significara nada, aunque aparenta ser la clave de todo? Le acecha la inseguridad de los murmullos a su alrededor, acosando la poca cordura que le quedaba. En su caminar obscuro, en su desenvoltura por él, no se da cuenta de su eternidad, de su impotencia de explicar lo que perdura o lo que desaparece en esta parte del Universo. Y se inquieta. Y llora. Y no halla salida, ni explicaciones, ni planteamientos correctos o incorrectos, ni respuestas convincentes. Y se siente incomprendido y egoísta, lleno de vacío o vacío de la plenitud que desborda ese vaso sin paredes, extendiéndose por todo el Universo existencial. Pero, ¿qué es la duda? No es nada, pero es la base que sustenta todo, y que lo destruye, reduciéndolo a cenizas grises amarillentas, también sin sentido, pero que lo tuvieron algún día. Y desaparezco, y me derrito en esta balsa aceitosa incandescente que nunca se apaga, alimentada por el odio de los demás hacia mí y mi odio hacia ellos. Y deseo morir. Tal vez lo deseo porque sé que es algo irrealizable.

De repente, me despierto. Cómo, si no estaba dormido… Tal vez fuera otro de esos recuerdos que te hacen temblar.

Me arrodillo en la cama y me asomo por la ventana enrejada. Sólo veo casas iguales con gente anónima, que cree tener vida propia pero actúa de manera calculada y controlada. Miro hacia dentro de la habitación y descubro una cara enrojecida por el terror a ser igual que ellos reflejada en el espejo. ¿Dónde está la causa de todo? Dentro de mí hay algo que me impulsa a seguir buscando. A pesar de que los demás crean que estoy loco o que pierdo el tiempo. Tal vez si lo hago…

Está tan lisa. Y tan brillante. Es como el Sol. A lo mejor algún día formo parte de él. Parece que por fin mi deseo se hace realidad. Pero no puedo. Me dan asco los cortes. No, debo hacerlo. Debo liberarme de todo. Además, no hay nada por lo que luchar. Lo que ansío está al otro lado.

Noto cómo se me acelera el pulso. Se me está nublando la vista por el sudor. Venga, un poco más. El índice cede a la presión y se rompe. Mierda, ya me he hecho sangre. ¡Qué ironía! Por fin la vena se desgarra y fluye. Me encanta esta sensación. Es como cuando oyes una canción que te encanta, y se te ponen los pelos de punta, y sabes que te gusta porque te recuerda algo triste del pasado.

¿Dónde está el baño? Voy corriendo, no quiero mancharle el suelo a mi madre. Ahora la otra. Joder, venga, atina. Domina el pulso. Esas lágrimas no son reales. Son como en tu sueño.

Noto unos dedos en mis labios. ¿Eres tú? No seas tú. Te odio por abandonarme aquí. Nunca pude soportar que te fueras sin mí. No puedo quitarme de la cabeza tu imagen llena de sombras, tu reacción al saber la verdad, que a veces imagino de desesperación y llanto, otras veces de resignación y paciencia.

No sé cómo he llegado al suelo, pero estoy ahí sentado, acurrucado, mirándome las muñecas. Pero no me arrepiento. Tal vez me asquee todo lo que he hecho antes, pero esto no.

Sin darme cuenta estoy temblando. Tirito de dolor. Tengo tu última carta en mi mano derecha, y tu regalo en la izquierda. Siento haberlos manchado de sangre, pero ya no importa. Nada importa. Sé que nadie los cuidará ahora sin mí. Tú me pedías perdón, y yo no te lo concedí. ¿Por qué no me desahogué entonces? Cuando te fuiste debí haber explotado, pero lo guardé todo dentro y ahora sale toda mi rabia, mi pena, mi ira.

Ahora ya nada importa. Lo repito para convencerme. ¿De verdad que ya nada importa? Me siento rodeado de gente normal y previsible, que no me ofrece nada ni son capaces de entenderme. Van andando por la calle sin rumbo, con caras de perro rabioso y con ojos de ignorancia consentida, sólo para entorpecer mi camino. Unos lo hacen porque sus mentes no dan para más; otros, con ánimo vengativo, lo hacen adrede. ¿Sentirán ellos algún día lo que yo siento?

Ese agujero rojo del suelo es cada vez más grande, cada vez más oscuro y profundo. Me meteré en esa piscina y llegaré al otro lado.

Una luz se refleja dentro del agujero, en el fondo. Por fin la he encontrado, la causa, la razón. Todo existe porque todo acaba. Por eso te amaba, porque sabía que eras mortal.

Se me nubla la vista, pero ya no puedo cerrar los ojos. No tengo fuerzas, y las lágrimas se me han petrificado. Mis manos están pálidas y casi no puedo moverlas. Me ahogo. Mi corazón pierde el ritmo. Me estoy cayendo… La Vida me premia con mis grandes éxitos en versión reducida, y se para en aquel día terrible. Nada que rememorar. Nada que salvar. Todo prescindible. Deseablemente borrado.

Dentro de unos pocos minutos, todo eso y todo lo demás desaparecerá para siempre.

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