Una tarde, un picador suyo, Ángel Montalvo, entró en la habitación de Mazzantini, donde el maestro descansaba vestido con uno de los batines de seda que usaba para recibir a las visitas de confianza.
-¿Tan temprano y abusando del aguardiente? -preguntó el maestro.
-Que no es pa'tanto, don Luis.
-¡No he visto cosa igual!
-Oiga osté, don Luis: osté no habrá visto nunca esto mío, pero tampoco había visto yo enjamá a un matador de toros envuerto en la funda de un piano.
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