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jueves, 4 de abril de 2013

EL PAR DE BANDERILLAS DE MANOLETE
Hay momentos únicos que llegan por casualidad. La vida es así. Anécdotas que con el paso del tiempo y de los acontecimientos se convierten en parte de la Historia.
Un ejemplo: Manolete sólo puso en público un par de banderillas en toda su carrera. Ningún testimonio -y menos una imagen- contradicen esta afirmación. El cordobés era
un matador con poco dominio de las suertes, se limitaba a hacer en el ruedo lo que sabía y con eso le sobró para ser considerado uno de los mejores matadores de todos los tiempos. ¿Por qué entonces rompió con su costumbre un día de otoño de 1945, cuando estaba en lo más alto de su carrera? La explicación se la leí a Juan Bienvenida en un libro que edita la peña taurina El Barranco, de Arganda. Fue en ese pueblo madrileño donde se vió al Monstruo banderillear. Participaba en un festival benéfico que organizaba el Papa Negro, patriarca de la dinastía de los Bienvenida, para ayudar a los ancianos del asilo del pueblo, castigado como toda España entonces por una posguerra atroz de vergüenza y hambre. Lo contaba así Juanito Bienvenida:
"Está la anécdota del par de banderillas que colocó Manolete en Arganda, el único que puso en su vida, el día 25 de octubre de 1945. Todo fue porque metí yo la 'pata'. Paco Marí, el fotógrafo que iba con Manolete, me dijo que le diera un par de banderillas a Álvaro Domecq y otro a Manolete para que los pusieran, al mismo tiempo que me recomendaba que no dijera nada a nadie, pues iba a ser una sorpresa y que iba a resultar muy bien. Yo en ese momento por mi edad no tenía maldad alguna y hacía todo lo que me mandaban. Ni corto ni perezoso me fui, sin saber lo que hacía, porque Manolete no había banderilleado nunca, ni le gustaba y menos a Álvaro Domecq. Le di el primer par para que las pusiera a Álvaro Domecq, que estaba vestido de paisano en un burladero presenciando el espectáculo. Manolete, creyendo que a él no se las iba a dar, se echó a reír entonces, pues se habían gastado bromas entre ellos y Paco Marí, al mismo tiempo que decía: 'Venga, venga, banderillea'.
A continuación le di un segundo par de banderillas a él y me dijo:
- Yo no.
-¿Cómo que no?, le respondí. '
-Porque no he banderilleado nunca.
-Pues tengo el gusto de que ponga usted este par al becerro que voy a matar.
-Bueno, venga, dámelas, contestó.
Entró Álvaro Domecq por delante y le puso un par en el hoyo de las agujas, a continuación llegó él y colocó el otro par en el mismo sitio. El tercer par lo puse yo muy mal, en la barriga del becerro".
Parco en palabras, el maestro no hizo comentario alguno tras esa anécdota, que sí tuvo recorrido más tarde entre los que presenciaron el par. Continúa su relato Juan Bienvenida:
"Manolete no dijo nada, pero estaba feliz porque lo había colocado muy bien. Cuando llegamos a casa de don Juan Manuel (co-promotor de los festivales, junto a los Bienvenida y en cuya casa acababan las tardes de festival con buena comida, bebida y puros para los toreros) mi padre me reprendió mucho delante de toda la gente por lo que había hecho y me dijo que no se me ocurriera volver a hacerlo más".
En la imagen de Baldomero, pese a su mala calidad por el paso del tiempo, se aprecia efectivamente a Manolete clavando en lo alto, con los dos pies en el aire, una gran fotografía, sin duda. El maestro se apoya en el pitón derecho para clavar, algo disculpable por el tranco vivo de los becerros y la estrechura del 'balcón' al que se tenía que asomar.
Un adolescente, un jovencito que dio su primer capotazo en público a un becerro en pantalones bombachos en el transcurso de un festival, fue el causante directo de una imagen irrepetible. Menos de dos años después Manolete falleció en Linares, como es bien sabido. Juanito Bienvenida fue el último eslabón de una dinastía torera.

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