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miércoles, 1 de mayo de 2013

JULIAN CASAS "EL SALAMANQUINO"


“Julián  Casas,  que ni por el ambiente en que vivía,  ni por la afición  demostrada en sus primeros años, hacía presentir un torero, torció de repente su rumbo y sentó plaza de matador, resultando tanto más digno de admiración  su  propósito,  cuando  ni la ciudad en que vivía era un plantel de toreros, ni había medio alguno de que se ejercitara en el arte el novel lidiador.”

“EL COMBATE” Béjar 16/04/1910.


Julián  Casas del Guijo nació  en  Béjar (Salamanca) el 16 de Febrero de 1818, y era hijo de un oficial del ejército, y su madre descendía de fabricantes de posición acomodada que pensó desde luego en dar a su hijo una carrera, nada hacía presagiar que acabaría siendo torero. Comenzó estudios de medicina en Salamanca, en la que hizo rápidos progresos; pero a la muerte de su padre, sus aficiones se revelaron inopinadamente. En una excursión al campo, en compañía de algunos amigos, le obligaron éstos a torear a una res. Sobrado de valor lo hizo sin inconveniente ni percance, y tanto le agradó aquel ejercicio y con tales disposiciones se encontró para practicarlo, que insistió en la primera oportunidad y reincidió y acabó por abandonar las aulas y a sus condiscípulos y buscar la amistad de toreros y gente con ellos relacionada. No pasó inadvertida para su madre tal conducta y trató de apartarle del peligroso camino que emprendía, pero todos sus esfuerzos resultaron ineficaces, sin  embargo, no fue hasta que su madre falleció que dedicó por completo a la profesión que ya había elegido.

Su debut le hizo en 1835, en un pueblo de la provincia de Zamora, donde estoqueó dos toros alternando con un diestro apodado “el Fraile”.  En  1840,  figuró  como  banderillero en la cuadrilla de José de los Santos. A instancias del antiguo empresario don Antonio Palacios, que se declaró protector y admirador del joven torero, Casas trabajó en Madrid en 1843, mostrándose como notabilísimo banderillero  y  habilidoso  capeador.  Fue luego  banderillero  de Juan  Pastor.  Después en el año 46, protegido por Curro Guillen y Juan León, trabajó en provincias con dichos diestros en  calidad  de medio  espada,  y  por último, en 1847, recibió en Madrid la alternativa de manos de Manuel Díaz, Lavi. En 1848 toreó en Madrid junto a Cúchares, siendo ya entonces Julián Casas uno de los toreros predilectos de la afición de la capital. Las siguientes temporadas fueron lucidas para el diestro salmantino, aupándose a la primera fila (pero sin llegar a ser figura) del toreo, tanto en contratos como en exigencias a los empresarios.

Se casó con una dama de Puerto Real, tomó arraigo en tierras andaluzas y fue uno de los toreros que más contribuyó a eliminar las guerras que por aquel entonces existían entre los artistas castellanos y andaluces.

Velázquez y Sánchez juzgaban así al “Salamanquino”  en sus Anales del Toreo:

“En 1850, decía, puede considerarse a Julián Casas llegado al desarrollo de sus facultades y circunstancias en la profesión; siendo un torero incansable, inteligente, desenvuelto, dirigiendo a la cuadrilla con oportunidad y tacto; captándose las simpatías sin esfuerzos ni salidas de su  órbita de acción; tipo grave y  de dignidad  exenta de orgullosas pretensiones, cumpliendo de la mejor manera que sus cualidades so lo permitían y alternando con todos los espadas, sin dar origen  a choques ni a rivalidades con  alguno de ellos. Su juego de muleta es corto, hasta pecar de insuficiente con toros maliciosos y resabiados; prefiere irse a los toros a traerlos á sí, aunque so lo persuada la índole de los brutos; no ciñe a los volapiés, y cuartea demasiado  entrando  al testuz; adolece de predilección  hacia un  tranquilo  de recurso como el paso de banderillas, que es peculiar a casos extremos y  de justa defensa en  los matadores... Tal fue el juicio que mereció en Sevilla en 1852, en las corridas de 29 al 30 de Mayo, en que tuvimos ocasión de terciar en ciertas polémicas que suscitaron su ajuste y su toreo.»

El 24 de septiembre de 1856 se escribió en la revista El Criterio: “Si Julián Casas consiguiera que su cabeza mandara al corazón, sería un gran torero, porque tiene más facultades que nadie”.

Casas,  despertó  en  toda Andalucía gran entusiasmo, sobre todo en los Puertos, donde trabajó  con  Lavi, Espeleta,  José Carmona, Cuchares, Domínguez y Mendivil.

Sufrió dos cogidas de alguna importancia, una acaecida en 24 de Marzo de 1856 en la plaza madrileña.  Se empeñaba en  recibir a un  toro  de la ganadería de  Justo  Hernández que se quedaba, hasta que se le arrancó tan de pronto  que le volteó,  causándolo  una herida en el muslo; la otra cogida fue al saltar la valla, apremiado  por el toro  que se venía a los alcances y le empujó con el testuz, clavándose la espada en el pie, sobreviniéndole una tremenda hemorragia que puso  en  peligro su vida.

En Pamplona protagonizó un hecho curioso: El 11 de julio de 1858 se lidiaban diez toros; cuatro a plaza entera, para Cuchares y él y los seis restantes, a plaza partida para espadas modestos. La primera parte se cumplió con éxito, pero en la segunda, un toro saltó la barrera divisoria y no hubo forma  de volverle a su lugar, por lo que al sonar los clarines, Cuchares y el Salamanquino cogieron cada uno una muleta y simultáneamente, en media plaza, despacharon a sus oponentes, con el riesgo que esto encierra.

A Lima fue contratado  por cuatro  corridas, con Gonzalo Mora y Hermosilla en 1868 y tal fue el entusiasmo que produjo, que le obligaron a estar dos años allí. A su regreso a España en 1869 compró tierras y una ganadería en Béjar, y se dice que en algunas corridas hizo de empresario y de torero al mismo tiempo La última vez que se presentó  ante el público  en  la plaza madrileña, fue con motivo del enlace del rey don Alfonso XII con doña María de las Mercedes en 1878. Ya sexagenario, toreó El Salamanquino el 25 de enero, pero, muy mermado de facultades, aunque lleno de coraje y gallardía, no pudo matar su toro, lo que le provocó una gran contrariedad en su amor propio. No volvió a vestirse de luces, el diestro que pasa por ser el primer matador salmantino de la historia.

Después se retiró a su posesión «del Montalvo» (Salamanca), y se dedicó a cultivar sus huertas, intentó convertirse en ganadero de bravo sin éxito alguno, sobre todo, por recordar, la vida azarosa del toreo, por la que tanto entusiasmo tuvo  en  su  juventud.  En  aquella posesión murió  el 15 de agosto de 1882, a la edad de 64 años, víctima de un  derrame seroso.

Las fotos coloreadas son de mi autoria.

BIBLIOGRAFIA

“El Combate” Béjar 16/04/1910

“Los Toros” Madrid  18/02/1910

Sánchez de Neira, El Toreo. Gran diccionario tauromáquico, Madrid, Imprenta de Miguel Guijarro, 1879.

J. M. Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III, Madrid, Espasa Calpe, 1943.













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