Nació este diestro en la ciudad de Albacete, el día 1 de Febrero de 1868 siendo sus padres Baltasar Martínez, tratante en ganado vacuno, y Juana Pingarrón. La posición desahogada que tenían éstos, permitía dar á su hijo una esmerada educación, pero no eran los libros las aficiones del muchacho; asi es que, al terminar la instrucción primaria, y cuando se trató de que siguiese estudiando, hubo que desistir de ello. A petición suya, y con las buenas relaciones de su padre, obtuvo una plaza en el matadero, cuando contaba trece años. Y tanto allí, en las naves, como en los corralones en que su padre encerraba las reses que adquiría, bien para el consumo publico o para negociarlas después, Cándido Martínez fue poco a poco ensayándose en burlar las acometidas de los bichos que resultaban con alguna bravura, valiéndose para esto de una manta o de cualquier otro objeto por el estilo. No contento con estos ensayos, y procurando más ancho campo en que llevar a efecto sus aficiones, le llevaron a los pueblos inmediatos donde se celebraban capeas, para, en ellas, adquirir más aplomo y conocimientos, aplomo y conocimientos que contribuyeron a que Cándido se aficionara más cada día a la lidia de reses bravas. Algunos buenos aficionados de los que presenciaron en diferentes ocasiones esta especie de aprendizaje del Mancheguito, y vieron en él condiciones para la arriesgada profesión, le aconsejaron que desde luego se dedicara de lleno a entendérselas con los astados brutos, en la seguridad de que había de lograr un buen puesto entre todos los de la profesión. Y el muchacho, desde luego hubiera seguido los consejos, si no hubiera encontrado alguna oposición en sus padres. Un incidente inesperado vino más tarde a que, los que siempre habían puesto reparos a que siguiese sus aficiones, le franquearan el camino. Corría el año de 1885. Su padre se había encargado de organizar las corridas que se dieron en la plaza de Yecla. Compró el ganado y ajustó las cuadrillas que habían de encargarse de su lidia. El primero dejó satisfecha a la afición; pero no sucedió lo propio con los toreros, puesto que en la segunda corrida de tal modo les intimidó la bravura y poder de los toros, que prefirieron, a entendérselas con ellos, el visitar la cárcel con que les amenazó la autoridad, abandonando el redondel y dejando interrumpida la fiesta. El alcalde, deseoso de conjurar el conflicto que se le venía encima, llamó al empresario, y, entre otras amenazas, le conminó, para calmar los ánimos, con una multa de 1.000 a 2.000 pesetas y la devolución del dinero hecho para la fiesta. Baltasar Martínez, en vista del proceder de los lidiadores, y las difíciles circunstancias en que le habían colocado, estaba ya dispuesto a que se cumpliese lo dispuesto por la autoridad, cuando con gran asombro vio que su hijo, que estaba presenciando la fiesta, saltó al redondel solicitando permiso para dar en de los toros que estaban enchiquerados. La autoridad, que vio que aquel joven con su proceder, podía evitar la alteración del orden público que se venía encima, aun llevándose a la práctica la devolución de lo recaudado y el castigo que pudiera imponer a los culpables, accedió a la petición. Cándido, obtenido el permiso, cumplió con gran valentía y unánimes aplausos lo que había solicitado, por lo que la autoridad, en agradecimiento, no sólo levantó el castigo que había impuesto a la empresa, sino que obligó a los toreros a que abonasen al joven una buena parte del dinero por que habían sido ajustados. Su padre, desde entonces, lo, autorizó para que pudiese admitir los contratos que se le hiciesen, y tan a satisfacción de públicos y empresas los cumplía, que bien pronto consiguió obtener un buen nombre, y ser solicitado su concurso por empresas de bastante importancia. Después de haber estoqueado reses de diferentes ganaderías, algunas mayores de edad, en varios puntos, entre los que recordamos Albacete, Yecla, Yepes, Cartagena, Valladolid, Monóvar,Mora, Viilanueva de la Fuente, Tarazona de la Mancha, Alcázar de San Juan, Santander, Jumilla, Alcalá de Henares, Casas Ibáñez y Chinchilla, obteniendo un éxito satisfactorio; y demostrando poseer condiciones para la profesión que abrazara, hizo su presentación en la plaza de Madrid el día 8 de Septiembre de 1889, alternando con Francisco Ojeda. En dicha tarde estoqueó, con general aplauso, un toro de la ganadería del cura Solís, y otro de la de Izaguirre, lo que le valió el que la empresa le ajustara para otras corridas,en las que su trabajo consolidó el buen nombre de que venia precedido.Con no menos aceptación toreó después en Valencia, Zaragoza, Aranjuez, Marsella y otros puntos.
En el año de 1890 fue uno de los matadores de novillos que torearon mayor número de corridas, tanto en Madrid como fuera, logrando por su trabajo muchos y justos aplausos. Igual ha ocurrido en los años sucesivos, hasta en el que está para terminar, en que ha toreado próximamente de 30 a 33 corridas, de ellas dos en Madrid, los días 23 y 29 de Julio, en las que alternó con Pepe Hillo, Gorete y el Tremendo, estoqueando toros de Miura y Udaeta, y un número no despreciable en la plaza de Murcia, donde es el novillero indispensable. Tanto en las corridas de este año como en las de los anteriores, ha alternado con la mayoría de los matadores de novillos, y no pocos espadas de cartel, entre los que figuran Mazzantini, Espartero, Fabrilo, Ecijano, Bonarillo, Pepele, Lagartijo, Paco Frascuelo, Faico, Litri y Minuto, sin que su trabajo haya desmerecido del de los demás, cuando no los ha superado. Desde que se dedicó a la difícil y arriesgada profesión en que ha logrado obtener un buen nombre, ha sufrido varias heridas, algunas de ellas de bastante consideración, sin que hayan entibiado su afición ni amenguado su valor y tranquilidad delante de los toros. Entre las de más importancia figuran las siguientes: 25 de Julio de 1888.—Su bautismo de sangre. Toreando en la plaza de Yepes, un toro de los lidiados le cogió y volteó, infiriéndole una herida de gran extensión y no poca profundidad, en el tercio medio y parte interna del muslo derecho. 14 de Septiembre de 1890.—Un toro lidiado en Zaragoza le ocasionó una herida que le tuvo en cama más de dos meses y le impidió cumplir los compromisos que tenía adquiridos para el resto del año. 21 de Julio de 1892—En Tarazona de la Mancha uno de los toros le infirió una gravísima herida, que pudo traer fatales consecuencias, si los cuidados del reputado doctor Call que le asistió en el hotel Villagloria, no hubieran evitado con su reconocido talento las complicaciones que se temían. 16 de Septiembre de 1894.—El tercer toro de don Damián Flores, lidiado en la plaza de Murcia, le alcanzó y volteó, ocasionándole una herida en el bajo vientre, que afortunadamente no tuvo la gravedad que se creyó en los primeros momentos. En la misma plaza el 21 del mes siguiente, un bicho de la ganadería de los Sres. García, Oñoro y compañía, le dio un puntazo en el brazo derecho. Al ocuparnos en diferentes ocasiones del trabajo de Cándido Martínez, en nuestro circo, hemos consignado, y repetimos hoy, que es de los diestros que tienen vergüenza torera, y de los que están llamados a ocupar un buen puesto entre los matadores de toros, en cuyo escalafón figurará muy en breve si continúa como hasta aquí procurando siempre enmendar aquellos defectos que se le indican. Es valiente como el que más. Torea desde cerca y con reposo, maneja la muleta con bastante soltura e inteligencia, se arranca a malar con muchísima guapeza y por derecho, es muy modesto, y desea siempre y sobre todo, complacer a los públicos ante quienes trabaja.
No tuvo mucha suerte en su carrera hasta el punto de renunciar al doctorado y volver a los ruedos para enfrentarse de nuevo con los novillos. Nunca había actuado en el coso madrileño como matador de toros, pero curiosamente sí lo hizo en esta reaparición en el escalafón inferior, alternando con 'Dominguín' en alguna ocasión.
Dignidad profesional
En un gesto de dignidad profesional -no quería retirarse como novillero- tomó por segunda vez la alternativa en nuestra ciudad. Se cumplieron 113 años de esta efemérides. Recuperó su borla de maestro en una ceremonia con Antonio Fuentes como padrino. Mató el toro 'Campero', de Ibarra.
En 1901 decidió cortarse la coleta, dejando una estela de pundonor y una intachable actitud como profesional. Un revistero le despidió con una crónica que reflejaba muy bien su trayectoria taurina y personal. «Su modestia ha sido siempre muy exagerada y quizá haya sido su mayor enemigo para no hacerle figurar lo que otros figuran sin tener mayores motivos que él».
Así era Cándido, que llegó a llevar como sobresaliente nada menos que a Vicente Pastor.
Baltasar Martínez "Mancheguito II" hijo de Candido |
Que una tarde sanjuanera mató seis toros por la cogida de 'Almanseño' en una corrida sangrienta en la que cayeron veinticuatro caballos. El mismo que en Gandía le salvo la vida a 'Lagartijo' con un quite providencial. Al que citó Azorín en sus artículos. «Fue mi amigo, estoqueador, valiente… Era un buen torero». Durante muchos años, su retrato presidió el salón central del Club Taurino; ya saben, uno de esos daguerrotipos clásicos: la gran montera, la complexión rotunda, el gesto apenas insinuante de una sonrisa forzada. 'Mancheguito' se vistió de luces por última vez en 1910. Hacía varios años que vivía retirado y organizó una corrida para el día del Corpus. Quería despedirse de sus paisanos y torear con sus hijos Baltasar y Francisco. No se pudo celebrar el festejo en la fecha anunciada y se aplazó para el día de San Juan. Mató con soltura, como era su costumbre, el primer toro, que como los demás era de Damián Flores.
Mancheguito y sus hijos Baltasar y Francisco 24 de Junio de 1910 |
El segundo le cogió, produciéndole una extensa herida en el rostro, con rotura de la arteria nasal. Sus hijos terminaron el malogrado festejo.
'Mancheguito' falleció el día 3 de febrero de 1925. Un mosaico en la plaza de su tierra acredita su condición de primer matador albaceteño
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