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sábado, 15 de febrero de 2014

JESUS CORDOBA RAMIREZ

Matador de toros mexicano, nacido circunstancialmente en Winfield (Kansas, Estados Unidos de América) el 7 de marzo de 1927. Hijo de emigrantes mexicanos, adoptó la nacionalidad azteca cuando alcanzó la mayoría de edad, pues desde los diez años residió en la tierra natural de sus mayores. En la ciudad mejicana de León (en el estado de Guanajuato), donde la familia del joven Jesús Córdoba se había afincado a su regreso de la aventura norteamericana, cursó unos estudios secundarios que pronto abandonó para consagrarse de lleno a la vocación taurina que se había manifestado en él desde su más tierna infancia. Comenzó, así, a curtirse como maletilla en cuantos festivales, tientas y capeas se celebraban por su entorno geográfico, y pronto acreditó el valor y el oficio suficientes para recibir su primera oportunidad vestido de luces. Así, en 1946, cuando aún no había alcanzado los veinte años de edad, estrenó su primer terno de alamares en la plaza de toros de León, donde apuntó buenas maneras frente a un novillo marcado con el hierro de El Vergel. Dio inicio de esta forma a una dificultosa y accidentada trayectoria novilleril que estuvo a punto de verse definitivamente truncada en 1947, cuando un astado le infirió una gravísima cornada en el coso mejicano de La Piedad. Pero, a pesar de este y otros percances que pusieron a prueba su afición, el joven Jesús Córdoba Ramírez estaba empecinado en llegar a convertirse en una gran figura del toreo, por lo que continuó el duro aprendizaje novilleril hasta que, en abril de 1948, le llegó por fin la oportunidad de presentarse en la plaza Monumental de México ante la primera afición de su país, donde debía acreditar el prestigio que, en su condición de novillero pujante, había ganado gradualmente con sudor y esfuerzo por pequeños cosos provincianos. Solía, por aquellos años de 1947 y 1948, formar cartel taurino con los jóvenes novilleros Rafael Rodríguez Domínguez y Manuel Capetillo Villaseñor. 

Aquella tarde abrileña de 1948, Jesús Córdoba Ramírez causó una grata impresión en el coliseo capitalino, lo que le sirvió para convertirse en uno de los novilleros punteros de dicha temporada y, antes de que ésta concluyera, para afrontar el paso más esperado en la carrera de cualquier aspirante a figura del Arte de Cúchares: tomar la alternativa. Y así, el día 25 de diciembre del mencionado año de 1948, en las arenas de la plaza de Celaya, recibió el doctorado taurino de manos del consagrado maestro mexicano Fermín Espinosa Saucedo ("Armillita Chico"), quien le cedió la lidia y muerte de un cornúpeta distinguido con la señal de Xajay. Unos días más tarde, ya en el año siguiente, el propio diestro de Saltillo apadrinó la confirmación de alternativa de Jesús Córdoba Ramírez sobre las arenas de la plaza Monumental de México, donde, en presencia del espada venezolano Luis Sánchez Olivares ("Diamante Negro"), que hacía las veces de testigo, le cedió los trastos con los que había de muletear y estoquear un morlaco criado en las dehesas de La Punta, que atendía a la voz de Zalamero. Corría, a la sazón, el día 16 de enero de 1949, y antes de que transcurriera un mes Jesús Córdoba volvió a ser herido de gravedad, esta vez por un morlaco de Piedras Negras (6 de febrero de 1949). Tras varias temporadas de éxitos ininterrumpidos por los ruedos aztecas, el espada nacido en Kansas se decidió a cruzar el Atlántico y presentarse en el coso madrileño, con el propósito de confirmar la validez de su doctorado en Tauromaquia ante la primera afición del mundo. Así las cosas, el día 21 de mayo de 1952 Jesús Córdoba holló por vez primera el redondel de la plaza Monumental de Las Ventas flanqueado por el matador sevillano José Martín-Vázquez Bazán ("Pepín Martín Vázquez") -presente en calidad de padrino- y el coletudo cordobés José María Martorell Navas -que comparecía como testigo de la ceremonia-, quienes presenciaron la confirmación de alternativa del diestro mejicano frente a una res marcada con la divisa de don Fermín Bohórquez. Aquel día, la afición de Las Ventas premió con su aplauso el buen hacer de Jesús durante la vuelta al ruedo que dio tras despenar a su primer enemigo, y las dos vueltas con que remató su actuación frente al último burel de la tarde. El diestro de Kansas -adornado por un estilo sobrio y elegante que, aunque no recordaba para nada el toreo alegre y bullicioso característico de sus compatriotas, le hizo acreedor del apodo de joven maestro de la sapiencia- causó una grata impresión entre el público madrileño, lo que le sirvió para firmar catorce contratos en España durante aquel año de su presentación en los cosos peninsulares. De hecho, el valor seco y frío con que interpretaba su concepción del toreo gustó más en España que en México, donde el crítico taurino Carlos León le había bautizado, de forma despectiva, como el frigidaire de Winfield. Sin embargo, la aparente frialdad de Córdoba Ramírez, lejos de transmitir abulia y distanciamiento para el público hispano, le valió para cosechar importantes triunfos en las principales plazas españolas, a pesar de que una parte de la crítica se dejó influir por el sambenito que arrastraba el espada desde la tierra natal de sus progenitores: "Con una buena planta de torero, Córdoba ha sido un muletero de una elegancia quintaesenciada, de un magnífico y frío empaque con la capa y de un valor bien templado. Sin embargo, todo lo que realiza tiene un sello de glacial firmeza, una falta de vitalidad evidente. En todo momento se pudo colocar en primerísimo lugar y una especie de abulia racial, unida a esa impasible perfección de su toreo [...], lo han impedido totalmente" (Néstor Luján, Historia del toreo). 

Sea como fuere, lo cierto es que Jesús Córdoba Ramírez triunfó ruidosamente en España no solo en el primer año de su comparecencia, sino también en la campaña siguiente, en la que llegó a vestirse de luces en treinta y cinco ocasiones en los cosos peninsulares. El día 24 de abril de aquel año de 1953, en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, el elegante coletudo azteca lidió de forma espléndida un lote perteneciente a la legendaria ganadería de Miura, y al día siguiente, en el mismo coliseo taurino y en presencia de los diestros Rafael Ortega Domínguez y Emilio Ortuño Duplaix ("Jumillano"), cortó un apéndice auricular a un burel criado en las dehesas de Sánchez Cobaleda. Un mes después, resultó herido de gravedad en la madrileña plaza de Las Ventas, circunstancia que no fue óbice para que, haciendo alarde de un seco valor, volviera a realizar el paseíllo sobre las arenas de dicho coso al cabo de dos días. Siempre al filo de la temeridad, el día 30 de noviembre de aquel mismo año, ya de nuevo en México, volvió a recibir una grave cornada. 

En la campaña de 1954, aunque no pisó el redondel de Las Ventas, Jesús Córdoba cosechó nuevos triunfos en los coliseos españoles, en los que se vistió de luces en catorce ocasiones. Su mejor actuación aquel año tuvo lugar en las arenas sevillanas el día 28 de septiembre, fecha en la que resultó premiado con la oreja de uno de sus enemigos. Durante las temporadas de 1955 y 1956, aprovechó el tirón de sus triunfos en España para torear sólo en México, donde se consolidó como una de las figuras cimeras del escalafón superior. En 1957 volvió a torear en España, para triunfar de nuevo en Las Ventas los días 19 de mayo -con vuelta al ruedo tras despachar un morlaco de Guardiola-, 25 de julio -con otro recorrido al perímetro venteño- y 29 de septiembre -con una vuelta al ruedo después de pasaportar a cada uno de sus oponentes, en una tarde que vio reaparecer sobre las arenas capitalinas a Luis Miguel González Lucas ("Luis Miguel Dominguín"). Tras esta exitosa campaña en suelo hispano, Jesús Córdoba Ramírez regresó a México, donde no se cortó la coleta hasta finales de los años sesenta.En la actualidad  ya octogenario, es director de la escuela taurina de Queretaro.

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