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jueves, 13 de marzo de 2014

ANTONIO RUIZ "REVERTE II"


ANTONIO RUIZ MUERE EN LA ENFERMERÍA

Antes de llegar el diestro a la enfermería se encontraban en ella el doctor Fernández Almiñaque y sus compañeros. Antonio Ruiz conservaba el conocimiento. En el trayecto se lamentaba de su mala suerte, diciendo: —Me la ha dado. ¡Qué mala suerte! Ahora sí que va de verdad. ¿Qué será de mis hermanitos? Llegó sonriente. Contrastaba su tranquilidad con la preocupación de que daban muestras los doctores. Rápidamente se le quitó la taleguilla;más bien, para abreviar, fue rota. Por momentos decayó el ánimo del herido, y mientras unos reconocían la lesión, otros aplicaban cafeína y otros estimulantes. No se logró reanimar al paciente.
Se provocó la respiración artificial, con resultado negativo. Puestas las gomas para contener la hemorragia, los doctores reconocieron la lesión. Era tremenda; había seccionado todo el paquete vascular y partido la femoral por varios sitios. No había forma de ligar ni contenerla hemorragia. Como la pulsación se hiciera cada vez más débil, se dio aviso a un sacerdote, quien, en artículo mortis administró la Extremaunción al infortunado Antonio Ruiz.

LAS ÚLTIMAS PALABRAS

Con voz débil como un quejido, Antonio Ruiz pronunció varias palabras. Sus labios pretendían esbozar una sonrisa, que resultaba, en definitiva, una horrible mueca de terror.
Se lamentó de no pertenecer al Montepío de Toreros, calificándolo de tonterías que se cometen, y expresaba la pena que le producía morir dejando solas a sus dos hermanitas.
Y, pensando en ellas, Antonio Ruiz, modelo de buenos hermanos y de hombres honrados, exhaló el último suspiro.
Pegado a la puerta de la enfermería, lleno de angustia, se hallaba Ángel Ruiz, hermano del muerto, que había ido a la plaza en calidad de mozo de estoques.
Nadie se atrevía a darle la fatal noticia, y el pobre muchacho, con los ojos llorosos, las manos cruzadas, elevaba su mirada al cielo. De sus labios salían estas palabras a modo de plegaria; — ¡Dios mío, no me arrebates a mi segundo padre!
De fuerza fue comunicar a Ángel la fatal noticia. Al recibirla prorrumpió en amargo llanto, y a viva fuerza entró en la enfermería, y abrazado al cadáver, cubriéndole de besos, cayó víctima de un síncope.
Los facultativos auxiliaron al desdichado joven, y antes de que recobrara el conocimiento le trasladaron a otra habitación, en la que permaneció varias horas abatidísimo.

UNA HISTORIA TRISTE
Antonio Ruiz era un muchacho que contaba veintiocho años de edad. Su padre fue propietario de una mantequería establecida en la plaza Mayor. Al morir, , la familia fue a menos y el establecimiento traspasado. Esto aconteció cuando Antonio cumplía con sus deberes militares.
La afición a los toros costó a Antonio Ruiz más de una reprensión por parte de sus parientes. Tanto el padre como la madre se oponían a que fuese torero. Pero esa afición que ahora le ha costado la vida pudo más que los buenos consejos, y Antonio se lanzó por los pueblos, tomando parte en numerosas capeas.
La primera corrida que toreó fue en Sotillo de la Grada, y la segunda, en piedralaves. Compañeros de correrías eran, entre otros, el que fue apoderado de toreros Francisco Fiñana (Madriles) y el infortunado Pedrín, que hace poco -más de un mes cayó víctima de una cornada en Collado Villalba. Por cierto que Antonio Ruiz, al saber el fin de su compañero, y conocedor de la situación en que quedaban su viuda y sus hijos,fue quien recorrió cafés y peñas donde se reúnen toreros y aficionados recaudando las cantidades necesarias para aliviar de momento con unas monedas su situación angustiosa. Y tanto celo puso en ello, que muy pronto se verificaron encuestas que dieron como resultado la suma de varios centenares de pesetas.
Hacia poco más de un mes que Antonio Ruiz perdió a su madre, y a los quince días a una hermana. Bajo el amparo de Antonio quedaban dos pequeñuelas, una de siete años y otrade diez. Constituido en padre, se desvivía, por ellas y aconsejaba al mayor, al que facilitó trabajo de albañil.
Antonio Ruiz era empleado de la Unión General de Ganaderos, donde prestaba sus servicios en calidad de cobrador. Ganaba un sueldo de 150 pesetas mensuales, con cuya cantidad tenía que subvenir a los gastos de su pobre hogar.

UN DÍA SIN COMER

Alejandro Vara (Reverte), amigo íntimo del infortunado torero, y que anteanoche ayudó al hermano de Antonio en el servicio de las espadas, nos ha relatado un hecho que demuestrade forma elocuentísima hasta dónde llegaba la honradez del pobre torero. Hace varios días Antonio no tenía qué llevarse a la boca. En su casa, calle de Zaragoza, número 6, habían quedado las dos pequeñas. Con unos céntimos, Antonio adquirió dos panecillos y entregó uno a cada niña. Y no abandonó la casa hasta que las criaturas hubieron terminado su breve comida. Triste salió a la calle; en la plaza de Herradores se encontró con varios amigos, entre los que se hallaba Reverte. Al verle pensativo le preguntaron qué le ocurría, y Antonio les dio cuenta de sus penas. Entre todos buscaron una solución, y ésta fue la de ir a la taberna de un conocido, establecida en la calle del Amparo. Antonio se negó a acompañarles; pero tanto le instaron que al fin accedió. No lo hizo, sin embargo,hasta que encontraron a Ángel, el otro hermano, que tampoco había podido comer. Y juntos todos, ingirieron una frugal comida, de la que Antonio apartó dos pedazos de carne .y dos panecillos que llevó rápido a las niñas, que habían quedado en casa.
Y cuando esto acontecía, Antonio Ruiz llevaba en sus bolsillos una cantidad considerable que acababa de cobrar, importe de unos recibos de la Unión General de Ganaderos...

En el parte facultativo suscrito por el Dr. Fernández Almiñaque se decía que el pitón había desgarrado por completo todo el paquete vascular. La muerte sobrevino a consecuencia de una anemia aguda.



















































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