Nació en Sevilla el 18 de Noviembre de 1840. Sus padres, José y Joaquina, honrados artesanos, procuraron darle la educación primaria a fin de que, una vez terminada, emprendiese un oficio que le asegurase el porvenir. Contaba apenas siete años cuando falleció su padre, y por tanto, acudía a la escuela, de primera enseñanza. La falta de la cabeza de la casa cuando más falta hacía al muchacho, hizo que éste a los pocos años, acudiendo con otros compañeros de su edad a presenciar algunos espectáculos taurinos, se aficionara de tal modo al arte de los Romeros y Costillares, que cuando contaba catorce años lo abandonase todo por ir recorriendo pueblos de más o menos importancia, próximos a Sevilla, en busca de ocasiones para irse poco a poco adiestrando en la lidia de reses bravas; y tan buena maña se dio para ello, que pronto se hizo un buen lugar entre los demás compañeros de aventurera vida.
Los célebres picadores Francisco y José Sevilla, que desde que vieron trabajar al muchacho le tuvieron en mucha estima distinguiéndole entre toda la pléyade de jóvenes que comenzaba a adiestrarse en la arriesgada profesión, le aconsejaron que cambiara el toreo de a pie por el de a caballo, en la seguridad de que había de alcanzar un buen puesto entre los mejores picadores. José, que atendía y tenía en mucho los consejos de los celebrados picadores, los puso en práctica desde luego, haciendo sus primeros ensayos como picador en las tientas de becerros de las ganaderías más notables de Andalucía, v en ellas puso de manifiesto que no iban descaminados los Sevillas. Se aficionó el chico, y lo que en las tientas de los becerros hiciera, lo practicó después con toros en diferentes plazas en corridas de más o menos importancia, distinguiéndose por su arte para castigar a los toros entrando en la suerte por derecho y procurando la reunión en las caídas, sin desestribarse antes de tiempo.
Tuvo muy en cuenta los buenos consejos de los dos célebres picadores y jamás olvidó que el picador nunca debe porfiar a los toros donde sabe que no han de arrancarle, que no es posible picar bien atravesando los caballos, y que lo que hay que aprender con preferencia es a caer sin desarbolarse. El año de 1861, después de haber probado su suficiencia como picador, alternó en tanda en la plaza de Sevilla con los notables picadores Francisco Calderón y José Trigo, sin que su trabajo desmereciera del de ellos y poniendo de relieve que tenía valentía suficiente y buen arte para practicar la suerte. Pronto adquirió un buen nombre entre los de la clase, y esto fue causa de que le solicitaran los es-padas que por aquella época disfrutaban el favor del público, y le dieron un puesto en su cuadrilla. Uno de los biógrafos de este diestro dice apropósito de esto: «Como tal picador figuró eh la cuadrilla del célebre Manuel Domínguez, que le tenía en gran estima; en la de Bocanegra, que le distinguía mucho, y en la, del Gordito que sabía apreciar sus excelentes condiciones de picador.
Más tardé formó en la del Currito; toreó con José Sánchez del Campo ( Carancha); estuvo con el Marinero, le llevó en no pocas ocasiones el infortunado Manuel García (el Espartero); le dieron corridas otros muchos matadores y Antonio Reverte en cuanto obtuvo la categoría de matador de toros y formó cuadrilla, le dio un puesto en ella, y en ella ha permaneció hasta el día 1.° de Noviembre de 1896, en que al tomar la alternativa de matador de toros su hijo Joaquín se cortó la coleta,demostró, que cuando hay inteligencia, arte y voluntad, en nada influye la edad para picar en regla y obtener el beneplácito de los públicos. Siempre fue amante de la verdad en el ejercicio de la profesión, y jamás esquivó el trabajo. En los cuatro últimos años fue Parrao, como en los principios de su profesión, uno de los que más se han distinguido en las diferentes plazas que actuó y de los que han aplaudido con entusiasmo los públicos de Sevilla, Valencia, Barcelona, Bilbao, Santander, Gijón, Valladolid, Burgos, Salamanca, San Sebastián y otros puntos.
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