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lunes, 23 de junio de 2014

GONZALO MORA DONAIRE


Si la conquista de fama y nombradía en la carrera del toreo consistiese en la posesión de simpatía personal, abierto carácter, majeza, rumbo y hechuras para vestir el traje corto, el airoso calañés y la llamativa faja de sedas de colores, en verdad podemos garantizar que el espada madrileño Gonzalo Mora y Donaire hubiese podido hombrearse con las más altas figuras de la tauromaquia. Pero, corno en el ruedo no cuenta el ser echao p'alante, y son imprescindibles el valor, la habilidad y conocimiento de la profesión, de todo lo cual andaba no poco escaso nuestro paisano, resultó que el hombre no pasó do medianía ni nudo salir de la modesta tercera categoría en que se hallaba, lo que no impide le dediquemos este recuerdo.
Gonzalo Mora y Donaire, hijo de Francisco y Manuela, trió la luz en la capital de España el 10 de enero de 1822, no 1827, como aparece en algunas biografías. Dueños sus padres de una sastrería donde se confeccionaba ropa de torear, su casa era frecuentada por Lidiadores, y del trato non esta gente nació la vocación del muchacho, la que no fue muy contrariada, pues el autor de sus días también había ensayado sus aptitudes para el arte en sus tiempos de soltero, en el Puerto de Santa María, su ciudad natal. Dedicado al toreo el héroe de nuestra historia, figuró como matador en una de las innumerables cuadrillas de «niños», más o menos talluditos, que por generación espontánea, como los hongos, brotaron en todo, tiempo de diversas regiones españolas la tal cuadrilla duró lo que una siesta, y entonces, el novel lidiador se dedicó a banderillear agregándose a las cuadrillas de Pedro Sánchez (Noteveas). Pedro Parraga y Roque Miranda. ¡Vaya maestros!
No satisfacía sus aspiraciones el manejo de los rehiletes y comenzó a ejercitarse con el estoque, acudiendo a las capeas de los pueblos cercanos, en los que estoqueaba el morucho destinado .al sacrificio. Las muchas relaciones de su padre con la torería de la época facilitó la carrera del joven novillero, el que realizo, algunas brillantes campañas, pues si bien su estilo era basto, solía dar estocadas de efecto rápido, y esto siempre agradó a públicos poco exigentes. Su carrera novilleril fue larga, ya que no brillante, y duró de primera intención, hasta el 26 de mayo de 1852 en que el paisano de su padre. Francisco Ezpeleta, le dio una corrida en Ronda y en ella una alternativa, que había de servirle para ir a Cuba, de segundo matador, con su amigo y compañero de juergas y bureo, Juan Pastor. El Barbera. Según nos cuentan los cronistas, Gonzalo hizo furor en Cuba, donde se captó la simpatía de los aficionados de ambos sexos, llegando a sumar en el año que La Habana su presencia gozó más de cuarenta corridas toreadas. Tal vez se les haya ido un poquito la mano ex los historiadores: pero dejémoslo así, ya que al fin tanto monta Vuelve ¡nuestro torero a sus lares madrileños y tema parte, el 21 de agosto de 1854 en una corrida, benéfica, organizada por Cuchares, en la que estoquea, nada bien por cierto, un toro de Cunha. Sigue por esas plazas provincianas estoqueando toros y novillos y la empresa madrileña le pone en el cartel de la corrida del 31 de marzo de 1856. Pero en calidad de sobresaliente, Y aquí fue Troya. El hombre se da por ofendido a con la facundia en él proverbial convence al gobernador civil de que él es ten matador, de toros come Pepete El Tato y, por tanto, tiene derecho a alternar. Estos acceden, pero a condición de que reciba la alternativa nuevamente, pues la de Ronda quedó anulada al matar después novillos. En este caso le correspondía a Pepete, primer espada, cederle los trastos y el primer toro. Pero no fue así. El Padrino fue El Tato, que le cedió los trastos en el toro tercero. Zamarro (retinto), de García Rubio. Vuelve a figurar en los carteles de la corrida siguiente, 7 de abril en la que ocurre la anomalía de no alternar los espadas Pepete estoquea los toros primero y secundo: El Tato el tercero Y cuarto y Gonzalo el quinto y sexto. Se concede un morucho de gracia y cuando esto ocurre lo estoquea alguno de los banderilleros y en último caso, el tercer espada. Pues en ésta es nada menos que el jefe de lidia el que se encarga de tal faena.
De rarezas de esta Índole pudiéramos referir un millar. La labor del buen Mora en estas corridas no lograron convencer a sus paisanos: el hombre aparentaba mucho pero los espectadores no se curaban de apariencias, querían realidades. Logró de Antonia Sánchez, El Tato, que le llevase a las corridas de San Fermín, como segundo matador: pero lo que no pudo conseguir fue agradar a los Pamplonicas. Sus faenas fueron de lo más mediano del género. Y hasta se dio el caso en la primera corrida se daba tan poca maña para poner en suerte al toro Señorito (negro), de Téllez que se vio precisado El Tato a pasarlo de muleta. No se crea por esto que Gonzalo careciese, en absoluto, de tardes afortunadas; nada de eso. Las tuvo, aunque no muy frecuentes, como también las hubo en que estoqueó magníficamente un toro y le sacaron la media luna en el siguiente; porque eso si en cuanto a desigualdad era un prodigio. Hizo frecuentes viajes a América y Francia, y en la región del Midi causó furor, según las crónicas… Llegaron las corridas reales madrileñas de 1878 y armó la aran trapatiesta, porque la comisión organizadora le puso en el quinto lugar de los espadas en vez del cuarto, que le correspondía un jurado competente aprobó lo hecho por la comisión, pero Gonzalo metió ruido, que sin duda era lo que buscaba, En la segunda corrida, 26 de enero, le correspondió el primer toro de lidia ordinaria, Cabezón (negro), de Veragua. Sonó la flauta y escuchó una ovación, quizá la más nutrida de su vida. La última corrida toreada por el diestro en su pueblo fue la del 27 de septiembre de 1880 en la que, ioh, dolor!, presenció el encierro de sus dos toros. Le llegaron los tristes días de la vejez con su secuela de privaciones, enfermedades y estrecheces.
Frascuelo, compadecido del anciano lidiador, organizó una novillada a su beneficio, la que se celebró el 15 de julio de 1888, tomando Parle en ella los muchachos de la cuadrilla del espada granadino. Aunque se recaudó bastante, los gastos fuero, elevados, y el producto líquido, muy escaso. Los lidiadores torearon gratuitamente, pero en toda olla sale un garbanzo negro; uno de los que actuaron de matadores se presentó a cobrar sus honorarios. —Me extraña tu pretensión —dijo el viejo torero—, pues sabes que todos han trabajado en el obsequio y sabes también que, es muy escaso el producto líquido. Pera, en fin, toma tu dinero: quién sabe si tendrás que gastártelo en botica. Sería casualidad, pero, un año después el torero de referencia sufrió una cogida, le amputaron una pierna y se vio en la necesidad de que le dieran un beneficio, en el que todos los que tomaron parte lo hicieron gratuitamente. Gonzalo se avencindo en el pueblecito de Colmenar del Arroyo, donde murió, a los setenta años de edad, el 21 de mayo de 1892. Como buen madrileño fue noble y de caritativos sentimientos. Cuando murió el pobre Juan Martín, El Pelón, y dejó en la miseria a su esposa e hijos, Gonzalo recogió a una de sus niñas a la que crió con el cariño y esmero que si hubiese sido propia al de Esta fue la vida Profesional de un lidiador madrileño, popularísimo en su tiempo, diestro de gran fachada, pero, iayl, de muy poco fondo.

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