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lunes, 4 de agosto de 2014

LOS MINUTOS DEL TOREO

Blas Meliz "Minuto"

Total cinco Minutos, poco más o menos, que si no llegan ni con mucho a un cuarto de hora, puede afirmarse que alguno de ellos ha dado la hora y aun se ha corrido con algunos minutos de propina. Fue el primero Blas Méliz, que nació el año .1818 y comenzó a figurar como banderillero de toros el 1839. Dicen sus biógrafos que fue uno de los mejores toreros que se conocieron en el segundo tercio de la lidia en la época aquélla de Montes, lidiares, el Chiclanero, y Cayetano, y así debió ser, porque su nombre figura casi sin interrupción en carteles y revistas desde dicho año 39 hasta 1855, pues falleció en Marzo del 56. Cúchares, que lo tuvo en su cuadrilla, lo distinguía mucho, y ésta es otra prueba de que sus méritos pasarían la frontera de lo vulgar. Y no es decir que en aquellos años no había buena gente entre los banderilleros, pues los que alternaron con él se llamaron Cuco, Nicolás Baro, Muñiz, Capita, Regatero, Bocanegra, Herráiz, etc., etc., entre otros menos prestigiosos. En una corrida de toros celebrada en Segovia le cayó sobre el talón de un pie un estoque que le cortó un tendón, y se temió que por esta causa no volviera a torear más. Curado, volvió a sus peligrosas tareas y, aunque algo cojo, no desmereció su trabajo del que le granjeó la anterior fama. A consecuencia de una congestión pulmonar falleció, cuando sólo contaba treinta y siete años de edad, el primer Minuto. 
Felipe Arago "Minuto"

El segundo que llevó este apodo fue un torero valenciano, el mejor mozo indudablemente de todos los Minutos, llamado Felipe Aragó, que nació en Valencia el día 1° de Mayo de 1855. Fue recomendable banderillero y buen peón de brega, que figuro como banderillero de la cuadrilla de Luis Mazzantini. Poco más de un año estuvo con este popular espada, y marchó a Portugal donde fijó su residencia definitivamente. Su práctica en las lides taurinas le dio un buen puesto entre todos los peones del vecino reino, y Minuto era solicitado para ayudar a los caballeros rejoneadores en todas las corridas de algún fuste. Así estuvo doce años, querido y respetado de todos, hasta que el 2 de Mayo de 1897, en la plaza de Covillia (Portugal), estaba a la salida del caballero rejoneador D. Manuel Casimiro d'Almeida, y resbaló; cayó y fue corneado, además de horriblemente magullado. Resultó con tan graves contusiones, que a consecuencia de ellas falleció el 5 de Mayo de 1897, cuando acababa de cumplir cuarenta y dos años. 
Enrique Vargas "Minuto"

Y vamos con Enrique Vargas, un Minuto que tuvo muchas ocasiones en que dio la hora. Fue una figura de extraordinario relieve, que se agrandará cuantos más años pasen, y cuando las generaciones futuras vean los retratos de un hombre tan corto de estatura y lean sus hechos como torero no querrán dar crédito a lo que les digan las letras de molde. El más chico y el más grande de los Minutos. Menudo de cuerpo, pero gigante de alma, y si hubiera tenido piernas y brazos para llegar adonde le decía su corazón no habría tenido quien le hubiera vencido. A pesar de todo, hizo sudar a los buenos mozos y se llevó muchas tardes las palmas alternando con Cara - Ancha, Gallo, Mazzantini, Espartero, Guerrita, Reverte, etc. Para lograr esto tuvo Minuto que conocer a la perfección todas las suertes del toreo y adaptarlas a sus especiales condiciones, presentándolas ante el espectador completamente nuevas. El aficionado se ha entusiasmado mil veces al ver cómo un hombre con quien la Naturaleza se mostró tan tacaña-, ha vencido los grandes obstáculos de la profesión, que para él fueron mayores que para otros. Para juzgar lo que es basta recordar que en una ocasión estaba contratado Guerrita para torear con él en Alicante, y por estar herido Rafael no pudo ir y envió en su substitución al Torerito. Le preguntó éste a Guerra con quién iba a torear, y al decirle que con Minuto asomó a sus labios una sonrisa reveladora del poco temor que le inspiraba su adversario. —¿Te ríes?—le dijo Rafael.--Pues ya verás como se lleva las parinas y te hace sudar. Esto en boca de aquel coloso que no reconocía méritos en nadie, quería decir mucho.

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