En el Archivo municipal de Estepa (Sevilla) existe, por lo menos hace más de cien años, un interesante trabajo titulado "Tradiciones peruanas", en el que relataba la vida pintoresca de fray Pablo Negrón, conocido por el sobrenombre de El Fraile Toreador. --Don Isidro Gómez Quintana, -versado publicista taurino, recogió en el propio Estepa datos referentes a este famoso clérigo, y de ellos sacó en consecuencia que fray Pablo Negrón era hijo de Estepa y que sus antecesores eran italianos que se naturalizaron en España en la época de lo Reconquista. Era, pues, andaluz el Padre Negrón, que, ingresado en la Orden de la Merced y nada partidario de la vida conventual, residió, en calidad de capellán del feudo en alguna hacienda de las proximidades de Lima. Fray Pablo tuvo una pasión que fue su tormento y el motivo de las represiones y castigos de sus superior. Tenía locura por los toros, cuyas condiciones conocía a la perfección, y gustaba de practicar el toreo en cuantas ocasiones se le presentaban. En los primeros dieciséis años del siglo 19 no se dio corrida en Lima ni lugares de su alrededor en cuya organización no interviniera el Padre Negrón. Los lidiadores del país tenían fe ciega en la maestría del mercedario y buscaban sus lecciones y consejos. El famoso capeador Casimiro Cajapaico, ensalzado como tal por el marqués de Valle-Umbroso solía decir: "Si no fuera quien soy, quisiera ser el Padre Negrón..." Vamos a relatar sucintamente un capítulo de las fiestas acaecidas en Lima en agosto de 1816, en el cual el Padre Negrón realizó la más ruidosa y divulgada de sus hazañas. Fueron estas fiestas pasa celebrar la llegada del nuevo virrey del Perú, don Joaquín de la Peñuela, marqués de Vilumá.
En el programa había tres corridas de toros qua tendrían lugar en la Plaza Mayor, en la que, según costumbre, seguían celebrándose las funciones taurinas en honor del rey o de su representante. En el circo de Acho se celebraban las restantes. El día de la función, la Plaza estaba magnífica, rebosante de espectadores. Casimiro Cajapaico 'y Juanito Breña lo torearon colosalmente a caballo: El público, complacido y entusiasmado, arrojó culos dos jinetes muchos pesos Torearon los “chulos” y, el Ayuntamiento mandó tocar a banderillas, operación gua realizó pronto y bien el diestro Cantoral. Tocaron a matar, y Lorenzo Pizi, armado de estoque y muleta, se fue bajo la galería que ocupaba, con su sequito, el virrey, al que, por las buenas, espetó e! siguiente brindis: «Por vuecencia, su ascendencia, descendencia y toda la noble concurrencia, Nos habíamos olvidado decir que Lorenzo Pizi vestía terno morado y plata. Después de brindar, se fue posa el toro, al que comenzó a citar desde mal terreno, De que lo vio de esta guisa, Fray Pablo, que presenciaba la corrida desde uno de los andamios del portal de Botoneros, se puso a gritarle: --¡Quítate de ahí! ¡Acuérdate de la lección y no vayas a dejarme feo! No tuvo tiempo el diestro de atender el apremiante consejo del Padre Negrón. El toro, que, como ya hemos dicho, era de muchos pies, se le vino encima, como una tromba, antes de que pudiera cambiarse de sitio. Pizi dio un pase embarullado y no tuvo tiempo de reponerse. Relámpago, haciendo honor a su mote, se revolvió rápidamente, y cogió al diestro de manera emocionante. Un grito de espanto resonó en la Ploma. Y entre el griterío descolló la .voz de Fray Pablo, que decía: —; Zapatetas ¿No te lo dije, negro bruto? ¿No te lo dije? Y al decir esto se terció el hábito y saltó desde el andamio a la arena para El toril y se instaló en la esquina de judíos para hacer el quite a Pizi, que, moribundo, estaba tendido en el suelo. El toro abandonó su presa segura, reclamado por él quite del mercedario, que le aguardaba con su propia capa blanca del hábito. Fray Pablo hizo varías suertes a la criolla, a la navarra y a la verónica, dando tiempo a que los chulos retirasen de la Plaza al desventurado Lorenzo. “No hay que decir que el público tributó al Padre mercedario uno gran ovación. El primer espada, Esteban Corujo, no tuvo ánimos para estoquear a Relámpago, y, previa orden de la autoridad, tuvieron que intervenir los desjarretadores y el puntillero. Fray Pablo fue llevado preso al convento de la Merced.
El comendador Fray Mariano Durán, rodeado de todos los Padres graves de la sala capitular, dedicó severa admonición al Podre Negrón y le aplicó el condigno castigo. Además, se le declaró suspenso de Misa y demás funciones sacerdotales y se le prohibió salir del convento sin licencia de su prelado. La vida de encierro le sentó mal a Fray Pablo, hasta el punto de llegar a enfermar. El médico de la Comunidad recomendó que el enfermo fuera enviado al campo, donde seguramente se repondría. El Padre Superior le envió a la Magdalena, pueblecito situado o tres millas de Lima, recomendándole que no cayera en la tentación de torear. Pero Fray Pablo comenzó a recobrar la salud, y pronto inició sus visitas a las haciendas del valle, principalmente a. Orbea y Matalechuzas, donde había ganado bravo. Pecó de nuevo: toreó hasta que un berrendo de mal genio lo inutilizó para el ejercicio de su incontenible afición. El tal berrendo le dio tan tremendo golpe contra una tapia, que le dejó desconcertado un brazo. Ya no pudo torear en adelante Fray Pablo Negrón; pero le quedó la sabiduría Y el buen consejo en tauromaquia, y en consecuencia, mientras él vivió, no hubo en Lima ni en sus alrededores cuestión peliaguda, en materia taurina, que no pasara en última instancia al consejo y decisión del llamado, y no sin respeto, El Fraile Toreador.
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