Entre los innumerables Curros que ha tenido el toreo se encuentra este Currito, nacido en el sevillano barrio de Triana el día 17 de septiembre del año 1855, y diestro de vida un tanto accidentada, con ribetes de pintoresca. Ansioso de gloria, y queriendo emular a los que eran grandes maestros cuando él no pasaba de adolescente, se hizo torero muy pronto, o dio los primeros pasos para llegar a serlo, y en edad temprana todavía, alternó en Sevilla, en la lidia y muerte de cuatro toretes, con el que más tarde fue banderillero Francisco Sánchez Arjona, Currinche, sobrino de Cuchares, de quien ya nos hemos ocupado en esta sección. No temblaron las esferas por las hazañas de Currito Avilés, pero pudo vanagloriarse de haber sido Guerrita banderillero suyo en dos ocasiones.
Ocurrió esto en los días 15 de julio y 5 de agosto de 1877. en la Plaza sevillana, en cuyas dos fechas actuaron circunstancialmente como subalternos suyos Mojino, Torerito y Llaverito (este último era Rafael Guerra), pertenecientes los tres a una cuadrilla juvenil cordobesa. No era ya un muchacho cuando hizo su presentación en Madrid como novillero, puesto que tal debut corresponde al 25 de marzo del año 1886; estoqueó en tal día ganado de don Joaquín Castrillón, alternando con Tomás Parrondo, el Manchao, y Raimundo Rodríguez, Valladolid; si entonces no hizo gemir a las prensas para narrar sus hazañas, tampoco pasó inadvertido, y hubo época en la que disfrutó de cierta nombradía, según nos dice esta semblanza suya, debida a Manuel Alamo, Paco Pica Poco;
Es novillero afamado
que ganó muchas palmadas;
está, el hombre acribillado
de tomar tantas cornadas;
gasta una coba muy fina
y unos cuentos de caminos,
y casi siempre camina
con revisteros taurinos.
Es de genio vivaracho;
tiene corridas bien hechas;
las piernas de este muchacho
parecen arcos de flechas.
Los versos no son de antología precisamente, pero los transcribo porque nos hablan del carácter, la figura finísima, las aptitudes y las costumbres del diestro, del cual se dice que sus piernas eran como «arcos de flechas» porque el buen Currito era estevado, o sea que tenía dichos remos curvados hacia afuera. Lo de tener el cuerpo acribillado a cornadas tiene su porqué, como se demuestra con estos datos: en el año 1882, toreando en Higuera, junto a Aracena, sufrió una cogida que puso en peligro su existencia; el 5 de octubre de 1884, en Morón, recibió tan fuerte porrazo en el pecho, que por poco no lo cuenta; cuando aún no se le había pasado el susto, el 19 del mismo mes, el toro Bizcochero, de Arribas, le cogió en Cádiz y le produjo una cornada grave en la región glútea, en la misma que recibió otra herida de consideración actuando en Barcelona el 11 de abril de 1886. Siguiendo la pauta de cuantos mataron novillos durante casi todo el siglo pasado, Currito Avilés, igual que el mozo del Ingenioso Hidalgo, «así ensillaba el rocín como tomaba la podadera»; quiere decirse que lo mismo servía para un fregado que para un barrido, con lo que se quiere dar a entender que, si mataba novillos, no desdeñaba los palitroques para actuar como subalterno de un matador de toros cuando se presentaba la ocasión de hacerlo así, como tampoco perdió las oportunidades que se le presentaron para realizar excursiones a América durante los inviernos, donde en algunos países adquirió cierta popularidad. La semblanza transcrita nos dice que era de genio vivaracho, y el diablo, que todo lo añasca para perder a los hombres y aprovecha cualquier momento para salirse con la suya, hizo que Currito, tomando parte en una juerga, sintiera que se le calentaba la sangre al sostener un altercado con otro de los concurrentes a. la cuchipanda, y no encontró mejores razones en su discusión que asestar a dicho contrincante tal silletazo en la cabeza, que le ocasionó la muerte.
No adjetivemos a Currito Avilés, por este hecho, con los más duros calificativos; el hombre era vivo de genio, tuvo un momento malo, y el vino, que no es buen consejero cuando de él se abusa, hizo lo demás. El susto que se le metió en el cuerpo cuando sintió despejada su cabeza y se dio cuenta de las consecuencias que para él tendría aquel homicidio, puede figurárselo el lector; oculto estuvo varios días en Sevilla, en la casa de un compadre suyo, revistero de toros, por cierto, y éste, con sus influencias, consiguió facilitarle un pasaje para América. Allá fue Currito con lo puesto y tres camisas, acaso con menos, y al tocar en el Perú, en Lima encontró su tierra de promisión. Esto ocurrió en 1890, y su destino quiso que no volviera a España en el resto de su vida.
En el Perú pasó bastante tiempo sin dar su nombre; los días que pasaban se encargaban de su pena y de elevar su ánimo; toreó allí algunos años lo que pudo, hasta quedar inválido como secuencia de los percances sufridos y con fecha 6 de marzo del año 1903 se dio en la Plaza de Lima una corrida a su beneficio. Al aparecer en el ruedo fue saludado con una ovación; queriendo corresponder a tales manifestaciones de simpatía, se esforzó en la faena que hizo con el torete que le destinaron -primero de la tarde—, al que mató con dos pinchazos y una estocada caída; escuchó una nueva ovación, recogió mucho dinero y abundantes cigarros, y en seguida el matador de toros Antonio Olmedo, Valentín, le cortó la coleta en el mismo redondel, delante del palco municipal.
A continuación, el mencionado Valentín, Llaverito, Chaleco, Pablito y El Rubio despacharon cinco astados de varias ganaderías. Estas últimas noticias las tomamos de la información publicada por el famoso semanario Sol y Sombra, en su número 398, correspondiente al 5 de mayo del citado año 1903, y en tal ocasión fue cuando la misma revista publicó ese retrato de Currito, en el que éste aparece ataviado con severa levita y sosteniendo con una mano un sombrero de copa. Curiosa es la fotografía; a un torero nacido en Triana no lo hubiera concebido vestido así toda la torería del siglo XIX pero Currito Avilés se elegantizó y adquirió refinados gustos para vestir. Cuatro años sobrevivió al corte de su apéndice capilar, pues falleció allí, en la capital peruana, en 1907.
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