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martes, 16 de mayo de 2017

JOSE MARIA CALDERON




En sus inicios como novillero y como matador de toros, la figura de José María Calderón fue de gran importancia en su vida taurina y personal. Belmonte explicó que ante su deseo de ser torero, su padre le pidió consejo a Calderón que había sido banderillero de Antonio Montes y cómo el aplomo de Calderón contrarrestaba con su inseguridad, timidez y la convicción que tenía de que no sería nunca capaz de triunfar en el toreo Belmonte expresó que el papel de Calderón fue muy importante, pues creó ambiente taurino y curiosidad ante la gente ya que manifestaba públicamente que Belmonte era un fenómeno de la Tauromaquia. Calderón actuaba como lo que actualmente se considera un apoderado. La personalidad de Calderón aportaba seguridad a las posibilidades de Belmonte. 


La vida es lo más parecido a una novela, cuando más tenso está el nudo, alguien llama a la puerta: es José María Calderón —vivía en la misma calle Pureza—, aquel hombre de luto que lleva el féretro de Antonio Montes, su maestro, por una Triana en lágrimas: «Fachendoso, guapetón y sentencioso con toda la prestancia del viejo torero y todas las marrullerías», en el flash de Chaves Nogales. Calderón, desde la muerte de Montes, no encuentra acomodo en ninguna cuadrilla. Se ayuda a subsistir a la perra vida de la venta a a comisión de barriles de aceitunas, del tráfico de los cortes de traje de pura seda de Gibraltar o la marca de algún vino de buena solera. El escritor López Pinillos en plena furia belmontina —año 1914— apunta en el Heraldo de Madrid: 

¡Mátame, asesino; mátame!
Calderón y el mozo de espadas, asustados, intentaban arrancarme de allí. Hay una fotografía que reproduce fielmente la escena. El mozo de espadas me tiene cogido por un brazo y Calderón tira de mí agarrándome por el cogote, mientras yo sigo de rodillas debatiéndome entre los largos pitones del toro, que, la verdad, no me mató porque no quiso.

Calderón es parte esencialísima en la vida torera del fenómeno. No vendió ningún burro —como Antonio Conde— por auxiliar a su amigo; pero por defenderle cuando era un desconocido, por anunciar al Mesías de la Tauromaquia, cuando nadie lo esperaba, expuso su crédito de banderillero de cartel, de peón excelente de cuadrilla formal. Desde principio a fin, José María Calderón veia los días y las noches al lado de su torero del alma, un ejemplo de fidelidad.
Con la preocupación en el rostro José Maria Calderón,vestido de luces, ayuda a trasladar a su pupilo y protegido Juan Belmonte de la enfermeria de la Real Maestranza a su domicilio en Triana

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