Una vez abandonados los ruedos, durante dos años, Carlos se dedicó a "vivir" y a derrochar la considerable fortuna que había logrado reunir durante sus años de torero, poniendo un encomiable empeño en ello, hasta tal punto de que se calcula que durante esos dos años debió gastar una media de 1500 dólares diarios viajando por diversos países del mundo. Con relación a aquella época se cuenta de él la siguiente anécdota: una noche, en Nueva York, había invitado a cenar a una hermosa mujer en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Como es de rigor, no escatimó en gastos. Ante la abundante y carísima carta Arruza eligió, para empezar, una docena de ostras, pero como en aquella época no dominase todavía el inglés "oyster" (ostra) con "lobster" (langosta) y pidió una docena del preciado crustaceo. Ante lo inusual de la comanda el maître mostró su extrañeza pero, como quiera que el torero insistía, finalmente accedió a ello. Al cabo de un rato, 12 camareros hicieron su aparición en el comedor con 12 fuentes cubiertas en las que reposaban las 12 langostas requeridas. Solo cuando estaban ya en la mesa, Arruza se dió cuenta de su error pero, como aunque no dominaba el no le faltaban recursos, se puso en pie pausadamente, levantó una a una las 12 tapaderas de las fuentes y, señalando una de ellas, dijo: " ¡Tomaremos esta!, pueden llevarse las otras "
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miércoles, 20 de marzo de 2013
LAS LANGOSTAS DE ARRUZA
Recien llegada a esta pagina doy fe de la anecdota.Le sobraban recursos para esas "bromas" pero nunca estuvo en la ruina y "chispa" nunca le faltó para gastarlas.Le conocí personalmente y lloré su fallecimiento como si fuera la de mi padre (que le siguió dos años mas tarde) Y ya en el cielo (si lo hay) pasearán por La Gran Via de Madrid luciendo su "palmito" con las estrellas.
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