Fué Teodoro Ranera un torero aragonés que se movió siempre
en modesta esfera; lo mismo banderilleaba en corridas de toros que estoqueaba novillos en los pueblos; igual actuaba como jefe de una cuadrilla trashumante, que se ponía a las órdenes del espada que solicitaba sus servicios.
No era manco el baturro, pero su tipo y sus hechuras, como puede verse en el grabado, no le favorecían nada, antes al contrario, quitaban realce a lo bueno que pudiera ejecutar. Su nada apuesto continente y la socarronería de Curro Cuchares originaron en cierta ocasión un incidente que vamos a relatar:
El día 6 de julio de 1862, lidiáronse en Madrid tres toros de Saltillo y
tres de Cunha por las cuadrillas del mentado "Cuchares", Cayetano Sanz y Antonio José Suárez, y de banderillear al cuarto astado encargáronse el "Mañero" y Ranera.
El señor Curro, que de todo sacaba partido para congraciarse con el público, quiso explotar el tipo de Teodoro, y después de clavar éste un buen par le felicitó cómicamente en el ruedo e hizo que le prestase ayuda durante la faena de muleta que luego realizó.
En el sexto toro volvió a banderillear Ranera y tornó Cuchares a felicitarle en son de mofa.
Terminó la corrida sin que el baturro exteriorizase el reconcomio que aquella burla de "Cuchares" le produjo, cumplió como subalterna disciplinado cuanto dicho espada le ordenó y nadie se acordó ya de lo ocurrido en la plaza.
Pero por la noche fué ella.
Hallándose Cuchares de tertulia con varios amigos tomando el fresco en la puerta de un establecimiento de la calle del Principe, se presentó Ranera y solicitó hablar con el maestro separadamente.
Accedió éste, y situados ambos en el centro de la calle sostuvieron un breve y animadísimo diálogo que terminó descargando Ranera el gruesoel sombrero calañé, partido por gala en dos, por efecto de los garrotazos de Teodoro. bastón de que iba provisto sobre Ia cabeza del famoso espada y saliendo éste por pies, no sin perder en la refriega
Acudieron varias personas y una pareja de la Guardia veterana, detuvieron al agresor, fueron todos a la Comisaría y allí terminó el saínete, sin llevar las cosas más adelante, gracias a la intervención de un militar de graduación, paisano de Ranera, que halló a la comitiva en la calle y se agregó a ella hasta llegar a presencia del Comisario.
"Cuchares" quedó con la cabeza enchichonada y Ranera tuvo la satisfacción de vengarse de la burla de que fué objeto.
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