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jueves, 27 de junio de 2013

LECCIONES EN LA MISMA ARENA


 A veces pasaban en las corridas de otros tiempos cosas como ésta, que las llenaban de color. Alternaban una vez en la Plaza de Madrid Montes, Paquiro y Cayetano Sana. El primero estaba en pleno dominio de su arte, era el maestro cabal. El otro iba ya cuajándose y era una "estrella" ascendente. Aquella tarde, Cayetano, después de trastear magníficamente a un veragüeño, con aquel aplomo y aquella elegancia que ni antes ni depués que él ha tenido ningún otro torero, ni Lagartijo, se preparó para estoquearlo, colocándose fuera del pitón.- Paquiro, que había seguido con atención la faena de muleta, no pudo sufrir aquella manera fea y cobarde de perfilarse fuera de cacho, y cuando Cayetano iba a arrancar, le gritó: "iAlto ahí!", y se fué hacia él. Cayetano desarmó el brazo y esperó a que llegara Paquiro. Este llegó, le tomó por el brazo y le colocó, perfilado tal como se debe, y luego, apartándose, le dijo con energía: "¡Ahora!" Cayetano, en un principio, no supo qué hacer: si mostrar su desagrado ante aquella desacostumbrada intromisión y volver a su antigua colocación, o acatar sumisamente aquella lección del maestro. Y optó por esto último, pero de un modo altanero y retador, como quien está seguro de sí. Se quedó fijo en él y le dijo: —Va por usted, y a ver si es así, señor Paquiro. Y se fué al toro, sin desviarse una línea, para cobrar una gran estocada.

Un caso parecido ocurrió unos años después, sobre 1889, entre Frascuelo y el torero mexicano Ponciano Díaz . Estaba este último trasteando un toro reservón, que se había aquerenciado en las tablas, y todo el trasteo iba encaminado a sacarlo de alli, pues en aquellos terrenos no veía el diestro mejicano la manera de entrar a matar, Considerándose impotente para sacar el animal a los tercien, se volvió a Frascuelo y le dijo: —Señor Frascuelo ¿ quiere usted sacarme el toro —Señor Ponciano, hay que matarlo ahi.Pues, allá vamos—respondió el mexicano.Y se dejó caer en un gran volapié en las tablas. Volapié que por ser ejecutado en peores condiciones que el que se da en los tercios y en la suerte natural, mereció de los maestros antiguos el calificativo de "volapié mejor".

Un caso de esta naturaleza., pero de resultados contrarios, fué el que años más tarde, en 1907, pasó entre Ricardo Torres (Bombita) y Antonio Montes. Ocurrió en la Plaza de México, en ia corrida del 13 de enero. El segundo toro, a la hora de la muleta, se acostaba enormemente por el lado derecho y, además, quedaba cernido en la suerte y tiraba el derrote. Le tocaba, matarlo a Montes y, al arrancar, le gritó Bombita: —Éntrale rápido y gánale el pitón. Montes se volvió a decirle, rechazando la advertencia: —Pa matador, ¡yo! Y despacio, lento, recreándose entró para colocar una estocada tremenda, según con la fe que iba, pero, ¡ay!, en el centro de la suerte fué alcanzado y recibió una cornada grande, de la que murió a ios seis días.

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