LECCIONES EN LA MISMA ARENA
A veces pasaban en las corridas de otros tiempos
cosas como ésta, que las llenaban de color.
Alternaban una vez en la Plaza de
Madrid Montes, Paquiro y Cayetano
Sana. El primero estaba en pleno
dominio de su arte, era el maestro
cabal. El otro iba ya cuajándose
y era una "estrella" ascendente.
Aquella tarde, Cayetano, después
de trastear magníficamente a un
veragüeño, con aquel aplomo y
aquella elegancia que ni antes ni
depués que él ha tenido ningún
otro torero, ni Lagartijo, se preparó
para estoquearlo, colocándose
fuera del pitón.- Paquiro, que había
seguido con atención la faena de
muleta, no pudo sufrir aquella manera
fea y cobarde de perfilarse
fuera de cacho, y cuando Cayetano
iba a arrancar, le gritó: "iAlto
ahí!", y se fué hacia él. Cayetano
desarmó el brazo y esperó a que
llegara Paquiro. Este llegó, le tomó
por el brazo y le colocó, perfilado
tal como se debe, y luego, apartándose,
le dijo con energía: "¡Ahora!"
Cayetano, en un principio, no supo
qué hacer: si mostrar su desagrado
ante aquella desacostumbrada
intromisión y volver a su antigua
colocación, o acatar sumisamente
aquella lección del maestro. Y optó por esto último,
pero de un modo altanero y retador, como
quien está seguro de sí. Se quedó fijo en él y le
dijo:
—Va por usted, y a ver si es así, señor Paquiro.
Y se fué al toro, sin desviarse una línea, para cobrar
una gran estocada.
Un caso parecido ocurrió unos años después, sobre
1889, entre Frascuelo y el torero mexicano Ponciano Díaz . Estaba este último trasteando un toro reservón,
que se había aquerenciado en las tablas, y todo
el trasteo iba encaminado a sacarlo de alli, pues en aquellos terrenos no veía el diestro mejicano
la manera de entrar a matar, Considerándose
impotente para sacar el animal a los tercien, se
volvió a Frascuelo y le dijo:
—Señor Frascuelo ¿ quiere usted sacarme el toro
—Señor Ponciano, hay que matarlo ahi.Pues, allá vamos—respondió el mexicano.Y se dejó caer en un gran volapié
en las tablas. Volapié que
por ser ejecutado en peores condiciones
que el que se da en los
tercios y en la suerte natural,
mereció de los maestros antiguos
el calificativo de "volapié
mejor".
Un caso de esta naturaleza., pero
de resultados contrarios, fué el
que años más tarde, en 1907,
pasó entre Ricardo Torres (Bombita) y Antonio Montes. Ocurrió
en la Plaza de México, en
ia corrida del 13 de enero. El
segundo toro, a la hora de la
muleta, se acostaba enormemente
por el lado derecho y, además,
quedaba cernido en la suerte
y tiraba el derrote.
Le tocaba, matarlo a Montes y,
al arrancar, le gritó Bombita:
—Éntrale rápido y gánale el pitón.
Montes se volvió a decirle, rechazando
la advertencia:
—Pa matador, ¡yo!
Y despacio, lento, recreándose entró para colocar una estocada tremenda,
según con la fe que iba, pero, ¡ay!,
en el centro de la suerte fué alcanzado
y recibió una cornada grande, de la que
murió a ios seis días.
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