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viernes, 14 de junio de 2013

SUERTES OLVIDADAS

El salto sobre el testuz

Aunque algunos atribuyen la invención de esta suerte a Lorencillo hay quienes aseguran que fué José Cándido el primer diestro que la ejecutó. Quédese la paternidad distribuida entre los dos en la seguridad de que ninguno hará reclamación alguna, pues uno y otro existieron en aquellos tiempos en que las ranas criaban pelo. Hay dos modos de dar este salto: uno consiste en esperar la acometida del bicho a pié firme, y en el momento que humilla poner el lidiador un pie en el nacimiento de las astas y, dejándose impulsar por el derrote, caer de pie por la cola. 

Y el otro se practica corriendo el diestro al encuentro del astado, y en el centro de la suerte (¡ y cuidado que hace falta la misma!) cuando llega al embroque, aprovechar el momento en que humilla el animal para saltar como queda dicho. En el siglo XVIII podrían practicar esta suerte Lorencillo y Cándido con equidad y aseo, pero las raras veces que quisieron imitarles algunos toreros del pasado siglo resultaron cogidos. El último que se obstinó en dar éste salto fué Leandro Sánchez de León (Cacheta) y recibía el pobre cada paliza, de esas que encienden el pelo. Por esto llamaron algunos a tal suerte el salto a la eternidad. El llamado de cabeza a cola que dio por primera vez en España el célebre saltador francés Paul Daverat, era semejante al del testuz que queda descrito y consistía en saltar sin apoyarse en punto alguno de la res, cayendo pasada la cola. ¿Hay algún torero ágil que sienta tentaciones de saltar así? Pues no olvide de que un peón debe meter el capote con oportunidad para que el toro, atraído por él, continúe su viaje, haciendo caso omiso del bulto que ha desaparecido de su vista.

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