SUERTES OLVIDADAS
El salto sobre el testuz
Aunque algunos atribuyen
la invención
de esta suerte a
Lorencillo hay
quienes aseguran
que fué José Cándido
el primer
diestro que la ejecutó.
Quédese la paternidad distribuida
entre los dos en la seguridad de que
ninguno hará reclamación alguna,
pues uno y otro existieron en aquellos
tiempos en que las ranas criaban
pelo.
Hay dos modos de dar este salto:
uno consiste en esperar la acometida
del bicho a pié firme, y en el momento
que humilla poner el lidiador un
pie en el nacimiento de las astas y,
dejándose impulsar por el derrote,
caer de pie por la cola.
Y el otro se practica corriendo el
diestro al encuentro del astado, y en
el centro de la suerte (¡ y cuidado que
hace falta la misma!) cuando llega al
embroque, aprovechar el momento en
que humilla el animal para saltar como
queda dicho.
En el siglo XVIII podrían practicar
esta suerte Lorencillo y Cándido
con equidad y aseo, pero las raras
veces que quisieron imitarles algunos
toreros del pasado siglo resultaron cogidos.
El último que se obstinó en dar éste
salto fué Leandro Sánchez de León
(Cacheta) y recibía el pobre cada paliza,
de esas que encienden el pelo.
Por esto llamaron algunos a tal
suerte el salto a la eternidad.
El llamado de cabeza a cola que dio
por primera vez en España el célebre
saltador francés Paul Daverat, era
semejante al del testuz que queda descrito
y consistía en saltar sin apoyarse
en punto alguno de la res, cayendo
pasada la cola.
¿Hay algún torero ágil que sienta
tentaciones de saltar así?
Pues no olvide de que un peón debe
meter el capote con oportunidad para
que el toro, atraído por él, continúe su
viaje, haciendo caso omiso del bulto
que ha desaparecido de su vista.
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