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viernes, 23 de agosto de 2013

Nicanor Villa y Arilla «Villita»

(Zaragoza, 10-I-1869 - id., 9-I-1944). Su padre era zapatero. Nicanor aprendió en su adolescencia el oficio de molendero de chocolate y más tarde entró al servicio del famoso pintor Marcelino Unceta Buscar voz.... En 1890, cuando contaba 21 años, actuó en una novillada celebrada en Zaragoza, incorporado como banderillero en la cuadrilla del segundo «Pepete», diestro que moriría tiempo después trágicamente. Estuvo «Villita» muy lucido en su labor. Cuatro años transcurrieron desde entonces, en los que Nicanor se fue forjando como novillero, destacando en plazas importantes, como Barcelona y Bilbao. Su presentación como novillero en Madrid fue el 21-I-1894, interviniendo en un festejo de la denominada «temporada de invierno», en el que también tomó parte Cayetano Leal «Pepe Hillo», estoqueando ambos cuatro novillos de Isidro Esteban, de Miraflores. 

Logró interesar «Villita» a los aficionados y por ello le repitieron los días 28 de enero y 18 de febrero. El día 8 de agosto toreó en Madrid, en compañía del Algabeño, que formaba con Villa pareja de competencia. La campaña de novillero se completó con otros éxitos en la capital de España y en otros muchos cosos, como el de Segovia. Villa mostraba entonces un valor y un aplomo admirables y por ello no fue extraño que llegara el momento de la alternativa, que tomo el 29-IX-1895 en la plaza de sus mejores éxitos, Madrid. Fue padrino en la ceremonia Luis Mazzantini y testigo Emilio «Bombita», para lidiar toros de Moreno Santamaría. 
Villita rematando un quite

El toro de la alternativa se llamaba «Tocinero», al que rindió de una gran estocada. Actuó después en varias plazas y en Zaragoza, en la feria del Pilar, triunfó nuevamente. Inexplicablemente la temporada de 1896 no fue todo lo brillante que se esperaba. Intervino en corridas celebradas en Sevilla, Valladolid, Santander, Murcia, así como en su plaza de Zaragoza, pero Villa no parecía el mismo. Su estrella se fue apagando. Marchó a América y allí toreó varios festejos. 

En uno de ellos, celebrado el 20-I-1898 en San Luis de Potosí, sufrió una gran cornada, lo que disminuyó aún más su ánimo y facultades. De regreso de América toreó en varias ocasiones hasta que en 1904 decidió retirarse tras actuar en un festejo de la feria pilarista, celebrada el día 14 de octubre. Lidió en aquella ocasión reses de Parladé, juntamente con Conejito y Algabeño. Pero la despedida oficial no fue en realidad hasta el 29-IV-1906, en Zaragoza, estoqueando cuatro toros de Olea. Una vez retirado, Nicanor Villa se dedicó a tareas de empresario y ganadero. Fue representante y empresario de la plaza de Zaragoza en distintas ocasiones y poseyó una ganadería de bravo en El Burgo de Ebro,de su época de empresario se cuenta la siguiente anécdota:

 ¿Quién es ese chalao que está toreando?

 Corría el año diecinueve, era un día de verano, hacía calor, ese calor abrasador que hace en esta tierra por la canícula, las piedras, las maderas y los hierros que conformaban mi estructura, quemaban; la arena que cubre el ruedo ardía bajo los pies de los toreros que practicaban toreo de salón.


Ese día me viene a la memoria porque ocurrió una anécdota que no se me ha olvidado, además, con el paso tiempo y el desarrollo de los acontecimientos, cobró cuerpo y categoría. Ocurrió que entre los espectadores del entrenamiento, aquella mañana, se encontraba el representante de la empresa, don Nicanor Villa, que preguntó a los que le acompañaban, asombrado por lo que veían sus ojos: “¿Quién es ese chalao que está toreando? Le contestaron que era el hijo de su amigo Joaquín, al que, por el compromiso de la vieja amistad con su padre, había anunciado para la próxima novillada económica de “La Misericordia”.

 Impulsivo, como era don Nicanor Villa, exclamó con mucho enfado: “Pero qué he hecho yo al anunciarlo, si no sabe ni tener el capote. Ahora mismo voy a la imprenta para que lo quiten del cartel”. Lo pudieron convencer para que no hiciera tal cosa y, de esa forma, mantener su compromiso y no faltar a la palabra dada a su amigo. Ese “chalao” que estaba toreando era Nicanor Villalta que, recién llegado de Cuba, acudía a entrenarse a mis dependencias en aquella mañanas veraniegas, con vistas a prepararse para su compromiso en la próxima novillada económica en la que compartía cartel con los “Charlot’s”, ese trío de toreo cómico-bufo compuesto por Llapisera, Charlot y el Botones, que hacían reír a la gente con sus payasadas delante de los novillos.

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