Nada menos que este elevado sobrenombre le fue asignado en la intimidad, por la afición andaluza, a cierto matador de toros, popularísimo en su época, nacido en el más típico de los barrios sevillanos, y también el de mayor abolengo taurómaco. De este espada, muy querido y admirado en la capital de España apareció una semblanza, escrita poco después de haber llegada a la alternativa, en la que se decía lo que sigue: «Joven, muy joven, garboso, preciadito de su persona. y de simpática figura, adquiere cada día más partido que debe procurar no perder. Tenga presente, ya que tiene una facilidad asombrosa para imitar y aprender lo que otro haga, que un espada necesita más aplomo que el que le dan sus años; que en ocasiones, el torero que se estima rehúye un aplauso forzado para matar la fiera con sujeción a las leyes del arte, y cose ciertas gracias son buenas y aceptables si las hace un banderillero, pero rayan en la grotesco si las hace un espada, Pare los pies, reciba toros no abuse de las estocadas a mete y saca, y confiese menos, y será un torero en toda la extensión de la palabra, a no ser que, en vez de ir adelante, imite el cangrejo. Mucho la sentiríamos, porque es muchacho que promete.» El lidiador a quien se dedica esta sensata apreciación de sus méritos y defectos propios del principiante es Antonio Sánchez, «el Tato».
A este infortunado lidiador, a sus primeros tiempos en la carrera del toreo, vamos a dedicar nuestro «Recuerdo» de este día, Antonio Sánchez García, hijo de Fernando y María, vio la luz en el barrio de San Bernardo, de la capital sevillana, el 6 de febrero de 1831 recibiendo las aguas bautismales, siete días después, en la Iglesia Parroquial del nombre. Cursada, no en su totalidad, la primera enseñanza, trabajó en el matadero, donde ejercía un cargo el hermano de su madre. Pronto surgió en el muchacho la vocación taurina, vocación no contrariada por su familia, y Antonio, que se había ejercitado en el manejo de la puntilla, comenzó a salir al ruedo, en el año de 1848, acompañando a los novilleros de su tiempo, en calidad de peón puntillero. Desde ese año al de 1851 toreó dando pudo, y sin cuadrilla fija, siendo una de las que más la ocuparon la organizada por el famoso gitano Francisco Rodríguez Alegría, compuesta de toreros españoles, pegadores portugueses y unos indios brasileños. Hemos leído en alguna biografía que Antonio Sánchez entró a formar parte de la cuadrilla de Francisco Arjona, «Cúchares», en el año de 1852, referencia no rigurosamente exacta, pues los peones de «Curro», en tal temporada, no fueren otros que Blas Meliz, Manuel Bustamante, «la Pulga», y Matías Muñiz. A quien acompañó «el Tato» dicha temporada fue al hermano de «Cúchares», a Manuel Arjona. Con éste fue a Madrid, tomando parte en la corrida del 29 de agosto, en la que pareó el tercer toro. «Botinero» (berrendo), de Taviel de Andrade.
"El Tato" con su esposa, Salud Arjona, hija de "Cúchares" |
A les órdenes del mismo espada toreó en Madrid tres corridas más y en la última, 31 de octubre, «Curro» le cedió el toro «Estornino» (cárdeno), de Lesaca, cuarto de los lidiados este día en Plaza entera. Desde el primer momento, la afición simpatizó con el joven sevillano, lo propio hizo la crítica, que reseñó de este modo la muerte del toro citado: «El banderillero «Tato» cogió el tropo y el estoque y se fue al bicho con toda la serenidad de un buen espada, lo trasteó con mucha gracia aunque las dos estocadas fueron algo atravesadas, confesamos que nos agradó sobremanera, haciéndonos concebir esperanzas.» No pudo presentársele bajo mejores auspicios la iniciación de sus labores ante el público madrileño; el valor, los grandes deseos y aquel especial «ángel» que le caracterizó hicieron el milagro de conquistar a la afición de la Corte en tan escaso tiempo y con breves faenas realizadas. En la temporada siguiente 1859 ya fue de plantilla con el personal de «Curro Cúchares» quien atento a su futuro yerno progresase en la carrera le autorizó para contratar como matador las corridas que se le terciase lo que realizo estoqueando no solo novilladas sino corridas de toros, y con matadores de cartel llegando en Cádiz a alternar con Manuel Domínguez, sin que mediase cesión de trastos. La alternativa de Antonio Sánchez tuvo lugar en Madrid, el 30 de octubre de este mismo año 1853. No medió cesión de estoque y muleta por no ser de ritual la ceremonia pero «Cúchares» le cedió su turno de primera espada y Antonio mato de primero y quinto lugar los toros «Cocinero» y «Airoso» (retintos), de Muñoz y Bañuelos, respectivamente. Al llegar a esta fecha no estará de más comentar una referencia relacionada con este diestro, no porque tenga gran importancia, sino por no ajustarse a la certeza que los hechos históricos requieren. La referencia aludida es la que transcribimos: «En 1854 se separa de «Cúchares», a consecuencia de su alternativa, separación que, por haberse ido con el nuevo matador valiosos elementos de la cuadrilla del maestro, tuvo para la gente aspecto de ruptura.» Quien tal escribiese demostró estar mal informado de los acontecimientos. Que al elevarse de categoría se separase de su jefe era lo natural, y con ello no hizo nada nuevo, Ni «Cúchares» perdió esos «valiosos elementos», ni hubo la menor sombra de ruptura.
Lo ocurrido fue así: Don Julián Javier, empresario de la Plaza madrileña, ofreció al «Tato» la contrata de tercera espada para la temporada do 1854. Las condiciones, no poco curiosas por su originalidad, fueron: Mil quinientos reales por corrida, igual suma para gastos de viaje. Cien reales por corrida para ayuda de honorarios de un banderillero residente en Madrid, y una gratificación «decente» si durante la temporada se portaba bien y sus faenas agradaban a la Empresa. Aceptó Antonio la ventajosa propuesta, pues su gran deseo era trabajar ante los madrileños, y como aún no había organizado cuadrilla, le cedió «Cúchares» uno de sus banderilleros, el menos notable, desde luego, Manuel Bustamante, «la Pulga» comprometió a Quintín Sabido, o medias con la Empresa, y ésta se encargó de completar la terna con otro de su agrado. «Cúchares» siguió con la ayuda de, Muñiz y Blas Meliz, y sustituyó a Bustamante con el gaditano «Lillo». No pasó más. Para la campaña de 1855 ya organizó Antonio su número cuadrilla fija, la que se compuso del picador Mariano Cortés, «el Naranjero»; los banderilleros Nicolás Baró, Manuel Sánchez, Mariano Antón y el puntillero «el Granadino». Bien quisiéramos relacionar los más destacados sucesos de sus campañas desde esta temporada de 1855 hasta su fatal cogida por el toro colmenareño que le inutilizó para su arte, pero Dios mediante lo haremos, aunque sea a grandes rasgos, en otro estudio. Baste por hoy con añadir que al correr del tiempo fue Antonio prestando mayor atención las faenas del último tercio, sin abandonar por ello su alegre y vistoso toreo de capa. Se especializó con el estoque en una suerte en que no tuyo rival, el volapié en tablas, realizado por él de modo irreprochable. Quedan, pues, relatados en estas lineas los primeros tiempos de la vida profesional del simpático matador de toros sevillano, a quien sus entusiastas admiradores designaron con el elogioso epíteto de «La perla de San Bernardo».
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