En aquellos añorados tiempos, ya un tanto lejanos, en que por fortuna no se cernía sobre la fiesta de toros la perniciosa influencia del becerro adelantado, la mujer aficionada, el turista extranjero que, en unión del malhadado estilismo y toreo moderno, han llevado al arte al grado de postración y monotonía en que se encuentra. En aquella segunda mitad del siglo XIX, época de las más brillantes en la historia de la tauromaquia, todas las cuadrillas contaban con un artista que, más hábil y seguro por sus conocimientos o facultades, era el designado con el calificativo de peón de confianza, el que resultaba de gran eficacia para el matador y de poderoso auxiliar de sus compañeros durante el curso de la lidia. Estos peones de confianza eran los que, metiendo oportunamente su capote, cortaban el viaje de las reses en las arrancadas de peligro: los que las corrían por derecho a una sola mano; los que las quebrantaban el poder sin destrozarlas; los que las cambiaban de terreno, sacándolas de las querencias cuando así convenía para el mejor orden de la lidia, y los que, autorizados por e! jefe, intervenían en quites y practicaban suertes de adorno, como saltos y quiebros, animadores del espectáculo. Estos lidiadores eran estimadísimos de la afición y de sus jefes, los que apreciaban su gran valía. —Me han cortado una pierna—decía el gran Rafael Molina cuando se retiró de la profesión su notabilísimo subalterno Mariano Antón, uno de los más hábiles peones de brega de su tiempo. Juan Molina, en la citada cuadrilla: Pablo Herráiz, en la de "Frascuelo": Francisco Sánchez, en la de su primo "Carrito"; Manuel Sánchez, en la de su hermano "Cara-Ancha"; Remigio Frutos, al lado de Ángel Pastor; Diego Prieto, con "el Gallo , y Tomás, con su hermano Luis Mazzantini, fueron, entre otros, eficaces auxiliares de sus jefes en la lucha con aquellos temibles astados que se criaban en la sierra colmenareña y en los feraces prados del Jarama y Guadalquivir. Al último de los peones citados, a Tomás Mazzantini y Eguía, vamos a dedicar en el día de hoy nuestro recuerdo.
Vio la luz en la simpática población alavesa de Llodio el 21 de diciembre de 1862. Cursé con aprovechamiento la primera y segunda enseñanza, y estimulado por la decisión de su hermano Luis abrazó la profesión del toreo, ensayando sus aptitudes en las capeas de los pueblos madrileños de la ribera del Tajuña durante el otoño de 1881 y todo el año de 1882 especializándose en el toreo de capa, que cultivó con gran cariño.
Vistió por vez primera el traje de luces, uno bastante usado que compró a Tomás Parrondo, "el Manchao", en una ciudad castellana tal vez Palencia o Zamora —no lo recordaba el interesado—, a la que fue dicho año de 1882 con el espada novillero Angel Villar, "Villarillo". Hizo su presentación en Madrid, como banderillero, a las órdenes de Joaquín Sanz, "Punteret", en la novillada del 25 de febrero de 1883, pareando con uno y medio al cuarteo al toro "Quintano", retinto, de la vacada navarra de Carriquiri. Con el "Manchao" y "Villarillo" toreó dos corridas en Tarazona, a mediados de agosto del citado año, teniendo la satisfacción de que su trabajo fuese muy aplaudido y de que el cronista de la fiesta escribiese habían sido lo mejor de las corridas las labores con la capa y banderillas realizadas por el joven Tomás Mazzantini. Su afición, valentía y grandes deseos de agradar fueron muy estimados por los espadas novilleros, que solicitaron con interés la colaboración del joven alavés, quien toreé en Levante y Baleares con Gabriel López, "Mateíto", en la última década del mes de agosto, escuchando palmas. EL bautismo de sangre lo recibió el 17 de septiembre, en Tomelloso, a cuya Plaza fue con el espada "Villarillo". Al pretender quebrar a cuerpo limpio —suerte que habla ya realizado con fortuna— al toro "Bandolero", cárdeno, de don Higinio Flores, fue cogido y revolcado, sufriendo leves contusiones en la cabeza y brazo derecho. Por cierto, que el corresponsal de un periódico madrileño escribió que el novel diestro había salido con una muñeca rota, una oreja arrancada y una herida en la sien derecha. Nada más que esto... Dos días después de esta cogida estuvo a punto de sufrir tan percance gordo, ajeno a la lidia. Para ir de Chinchón a Ciempozuelos, él y el también banderillero Ramón Marqués alquilaron un cochecito-jardinera tirado por una mula. En el camino, y muy próximo al punto de destino, se asustó el animal, emprendiendo vertiginosa carrera sin que el conductor pudiera frenarla: los diestros se arrojaron del carruaje, causándose sólo algunas erosiones, mientras que al chocar con un edificio quedó muerta la mula, deshecho el coche y moribundo el conductor. Con Felipe García fue a torear en Consuegra (Toledo) el 22 de septiembre, siendo muy aplaudido y obsequiado por las hijas del alcalde, a las que habla brindado unas suertes. Antes de esta fecha, el 5 de agosto, toreó nuevamente en Madrid, haciéndolo por vez primera a las órdenes de su hermano. Formando pareja con Felipe Aragó, "Minuto", pareó muy bien al cuarteo y relance al toro “Cabrero", retinto, de Bertólez. A este toro lo quebró a cuerpo limpio a la salida del chiquero, siendo muy aplaudido por el público y la crítica, que elogió su labor escribiendo —con la concisión entonces acostumbrada—: "Mal los banderilleros, excepto Tomas”. Nuevamente fue ovacionado en la corrida siguiente, 12 de agosto, al efectuar repetidamente el quiebro con el toro “Tejón", retinto, de Félix Gómez. Como se apreciará, el joven lidiador iba siguiendo con aprovechamiento el curso de la profesión elegida, siendo muy apreciado su concurso y toreando ininterrumpidamente: hasta que a fin de aquel otoño su hermano Luis le incluyó en el personal de cuadrilla que había de acompañarle en su contrato de Montevideo durante el invierno de 1883-84. La primera actuación de Tomás en aquella Plaza uruguaya tuvo lugar el 2 de diciembre, pareando al quinto bicho con tal habilidad y valentía que escuchó una prolongada ovación, escribiendo el cronista: “Tomás clavó un par de los retebuenos, que valió al chico muchas palmas".
Tomas, el año de su retirada. |
En el toro siguiente, al ayudar al espada “Mateíto", que preparaba al animal, para la muerte, se vio alcanzado y prendido por la faja. Tomás no perdió la serenidad, forcejeó y logró desprenderse sin sufrir daño alguno. Por su intrepidez fue también revolcado por el toro lidiado en séptimo lugar, escuchando muchas palmas y felicitaciones del público. De vuelta en España toreó con diversos espadas, banderilleando toros por vez primera en Madrid el 20 de julio de 1884. Este día formó a las órdenes de Diego Prieto, "Cuatro Dedos", y de pareja con él, "Aragonés" y "Currinche", pareó los toros "Diablillo" y "Rabicano", negros, de Surga, siendo muy aplaudido, especialmente en el segundo de los toros citados, al que, llegando con valentía a la cara, clavó dos estupendos pares de rehiletes. Los espectadores le obsequiaron con tabaco para fumar una temporada. El siguiente año de 1885 ya toreó asiduamente incorporado a la cuadrilla de su hermano Luis, ensayó sus aptitudes de matador de novillos y romo tal se presentó en Madrid el 8 de diciembre, estoqueando con decisión y buen arte dos toros de don Juan Moreno, de Arcos de la Frontera. El segundo de dichos toros lo brindó a su hermano, y lo mató de una buena estocada. Cumplió bien en la brega, y el cronista hizo constar que el trabajo de Tomás había sido lo único digno de loa. Continuó su labor como banderillero y estoqueó algunas novilladas más, pero con buen acuerdo desistió luego de su manejo del estoque, aplicándose a las banderillas, y sobre todo a la brega, en la que alcanzó justo renombre.
El formidable crítico taurino don José Sánchez de Neira, escritor nada propenso a entusiasmos, proclamó en reseñas de las corridas de 1897 que Tomás Mazzantini era un "gran torero", al que vio poner el más difícil par de banderillas colocado desde los antiguos tiempos del "Regatero” Y que no habla subalterno que se le pusiera por delante. Así fue en realidad: superó en la brega a todos los de su clase, incluyendo a Juan Molina, tan buen peón como Tomás, pero menos fino y elegante. Retirado del toreo al propio tiempo que su hermano, en 1905, residió algún tiempo en Madrid donde apoderó la ganadería dé don Eduardo Alea (antes Villamarta) y murió en el puerto de Santa María (Cádiz) el 26 de octubre de 1919. Esa fue la vida en el arte del excelente peón de brega y notabilísimo banderillero alavés.
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