Menuda fue la escandalera que armaron parte de los concurrentes al encierro del ganado que había de lidiarse en Ubeda por las cuadrillas de «Cara-ancha» y «El Gallo», el 29 de septiembre de 1875 El quinto de los toros, del ganadero don Gil Flores, no quiso enchiquerarse, siendo molido a palos y pedradas por los enardecidos aficionados. No paró en esto el suceso, sino que el pueblo soberano se empeñó en que el toro fuese a la cárcel. Las personas sensatas y autoridades se opusieron a que se realizase tamaña barbaridad, pero no pudieron impedir que abriesen las puertas de la plaza y saliesen con el toro camino de la prisión, siendo escoltado el animal por unos cuantos energúmenos, que, armados de pistolas y navajas, amenazaban a los que se oponían a tal brutalidad. Por suerte, un teniente alcalde se hizo fuerte en una de las calles al populacho y sacudiendo estacazos a diestro y siniestro logró despejar el campo; entonces tomó el sable de uno de los guardias y mató al toro de dos estocadas en el codillo, con lo cual evitó que el toro hiciese compañía a la población penal, como pretendía una turba de «alumbrados».
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