Esto era lo que deseaban los aficionados de Molina de Aragón (Guadalajara) al comenzar la novillada del 15 de septiembre de 1872. Se anunció con varias reses de capea y dos novillos de muerte, siendo contratado para éstos,el espada Miguel Ballart, "el Catalan", diestro de buen cartel en aquel tiempo. Toreó bien y mató pronto "el Catalán" a su primer novillo, y cuando esperaba la ovación consiguiente al buen trabajo realizado, vio con sorpresa, rayana en asombro, que los mozos se arrojaban a la Plaza y, rodeándole en actitud nada tranquilizadora, le amenazaron con la gran paliza si mataba al segundo bicho con la rapidez del primero. Ya, antes de ir a la Plaza, se habían presentado algunos en la posada para advertirle que debla tardar en matar los moruchos, pero él lo tomó a broma. Despejada la Plaza,se dio suelta al segundo novillo, que fue capeado por el matador. El presidente trató de evitar la somanta que esperaba al pobre novillero, y mandó encerrar de nuevo el novillo, ordenando la salida de los destinados a la capea, en cuya lidia por los aficionados se invirtió hora y media, dando lugar a que fuese anocheciendo. Ya casi entre dos luces volvió a salir el de muerte, y como también el diestro lo despachó brevemente, por temor a que, la noche cerrase por completo, intervino la Guardia Civil, librando a Miguel de la paliza que le tenían preparada aquellos mozos por el enorme delito de haber estoqueado pronto y bien los dos moruchos contratados.
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