Gran abolengo torero tuvo este
diestro sevillano, y como dispuso
de aptitudes para señalarse en
el ejercicio de la profesión que
abrazara, fueron muchos los que
vaticinaron que llegaría lejos en su
carrera.
Hijo de una hermana d.e «Cuchares»
y primo, por consiguiente, de
«Currito», soñó con días de gloria
cuando era novillero y disfrutaba
en Sevilla de gran popularidad, pero
en esto de los toros sienta mal el
desvanecimiento y e l engreimiento,
compañeros inseparables, a veces,
de la desventura.
Nadie ha podido nunca poner
puertas al campo; en el cálculo de
las probabilidades, lo mismo puede
verse lograda la ilusión del triunfo
que rodar al abismo de la tarde a
la mañana , y frecuentemente se da
el caso de que l a multitud que unos
instantes alzó au n diestro sobre el
pavés, se encoja inesperadamente
de hombros y mire a otro lado,
atraída por otra novedad.
En estos, cambios suelen influir
mucho las cornadas, porque, como
decía «Faíco», con ellas se va la
sangre valiente y la nueva que se
forma es cobarde, y algo de esto
ocurrió con Hipólito Sánchez, al
sufrir de un toro de Murube una
cogida muy grave cuando más de
color de rosa veía el porvenir.
Con estas digresiones no he dicho
todavía que este sobrino de «Cúchares» nació en Sevilla el 24 de
diciembre de 1850; al vestir el traje
de luces sin haber aprendido oficio
alguno, como no fuera el de ejercitarse
en las capeas y el matadero,
le tomó su mencionado tío bajo su
protección y le presentó como banderillero
en la Plaza de Badajoz
el 15 de agosto de 1867; en aquel
mismo año, el 27 de octubre, lo
dio a conocer en Madrid, al hacer
que matara un novillo entre el
cuarto y el quinto toro de una corrida
en la que figuraron como espadas
el repetido «Cuchares», su hijo
«Currito» y «Frascuelo» (diestro
este último que en dicha tarde
tomó la alternativa); durante el
año 1868 siguió de banderillero con
su tío, y al morir éste en La Habana el 4 de diciembre, empezó a
alternar sus actividades de banderillero
con las de matador de novillos,
hasta que en 1871 se dedicó a
esto último solamente, a partir del
día 26 de julio, que trabajó en Sevilla con gran aplauso.
Pronto hizo Hipólito llamadas a
la atención y pronto se vio rodeado
de un coro de partidarios, que creyeron
ver en él a una futura estrella
de primera magnitud; durante los
años 1872, 73 y parte del 74 sostuvo
ruidosa competencia con Fernando
«el Gallo» (el padre de Rafael y Joselito); aquella rivalidad,
tánto en Sevilla como en otras
plazas andaluzas, le dio enorme reputación;
en la capital, sobre todo,
despertaron Hipólito y Fernando
desusadas manifestaciones entusiásticas.
Las cuatro novilladas que a cargo
de los dos se dieron en la expresada
ciudad los días 5, 12, 19 y 26
de julio de dicho año 1874 dieron
mucho que hablar por el feliz éxito
que para ambos representaron, principalmente
para Hipólito Sánchez,
de quien el corresponsal de El
Toreo escribió lo siguiente, al referirse
a su trabajo el día 12: «Hipólito Sánchez Arjona adelanta más
cada día, y no es aventurado decir
que por su arrojo, serenidad y gran
inteligencia ocupará muy en breve
un puesto principal en el toreo.
Estuvo muy feliz en la muerte de
sus bichos, especialmente en el cuarto,
al que mató después de muy
pocos pases, de una magnífica estocada
hasta el puño, recibiendo.
Esto le valió, como es consiguiente,
grandes aplausos, cigarros, sombreros,
etc., y un buen regalo que le
hizo el marqués del Saltillo, a quien
había brindado él toro.»
En aquel ambiente de triunfos,
disfrutando de gran popularidad,
cuando más parecía sonreírlé la fortuna,
salió a torear en la referida
Plaza de la Maestranza el día 2 de
agosto siguiente, para matar toros
de Murube con Vicente Méndez «el
Pescadero» y Antonio Herrera «Añillo»;
llevaba una tarde superior;
con el quinto toro realizó con la
muleta una faena notabilísima, amenizada
por la música y entre frenéticos
aplausos; al disponerse a
matar, trazó con el estoque un círculo
en l a arena, dispuesto a ejecutar
la suerte de recibir sin salirse de
él; pero el toro se arrancó de improviso,
sin darle tiempo para burlar
la embestida, le cogió por el muslo
derecho, le lanzó a gran altura, le
volvió a coger y le infirió una gran
cornada que le llegaba hasta el
vientre.
Tardó en curar más de dos meses
y aquel percance le hizo comprender
que en las glorias de este mundo
todo es movedizo y relativo y que
no siempre resulta provechoso el
humano esfuerzo.
Como su aspiración era tomar la
alternativa, no quiso quedarse sin
ésta, y con fecha 28 de marzo
de 1875 la obtuvo en la misma
Plaza de Sevilla, de manos de
«Frascuelo» y con toros de don
Vicente Romero y García, de cuya
corrida hizo así el resumen el semanario
«La Correspondencia Teatral»,
que fue matriz de «El Toreo»
y publicó informaciones taurinas
en el tiempo que éste estuvo suspendido:
«Y aquí paz y después gloria;
aunque, a decir verdad, n i paz ni
gloria hubo, sino, por el contrario,
mucha guerra y muchísimos desaciertos.»
Hipólito vio oscuro el porvenir
si se obstinaba en ser matador de
toros, y en el año 1876 renunció a
la alternativa y volvió a torear como
novillero; pero como estos retrocesos
no han dado buenos resultados
nunca, tan pronto mataba novillos
como trabajaba de banderillero en
la cuadrilla de algún espada, frecuentemente
en la del «Gordito».
Hasta el año 1885 duraron estas alternativas;
tan pronto se le veía
actuar como matador en las novilladas,
alternando con «Jaqueta»,
«Cirineo», «El Marinero», el hijo
de «Lavi» y «Cuatro-dedos», como
clavaba rehiletes a las órdenes de
quienes querían utilizar sus servicios;
como tal subalterno, en la cuadrilla
accidental de Paco «Frascuelo»,
toreaba en Madrid el 11 de
mayo de 1884, y en la lidi a del
sexto toro, «Cerrajero», del duque
de Veragua, tuvo ocasión de hacer
un gran quite a «Guerrita» (banderillero
del «Gallo»), al ser alcanzado y derribado dicho diestro
cordobés después de clavar un gran
par de rehiletes.
A l fin se colocó definitivamente en
la cuadrilla de su primo «Currito»,
a quien, por su mal, acompañó en
la excursión que hizo a La Habana
en el invierno de 1887-1888, pues
el día 25 de diciembre sufrió una
grave cornada de un toro de Miura
en la Plaza de dicha capital cubana.
Hizo más tarde un viaje a
México, acompañando —siempre de
subalterno— a Manuel Hermosilla,
y desde el año 1890 fue muy poco
lo que toreó. E l traje de luces lo
vistió por última vez en la Plaza
del Puerto de Santa María, el 25
de julio de 1894, como banderillero
de Antonio Fuentes, en una corrida
en la que este diestro mató ganado
de Murube, alternando mano a
mano con Emilio «Bombita».
Curiosa coincidencia: un toro de
Murube fue el que cortó su carrera
triunfal cuando era novillero, y
lidiando reses de la misma ganadería
acabó su historia taurómaca.
Como hombre honrado, trabajador
y amante de su familia estuvo
conceptuado siempre en el sevillano
barrio de San Bernardo, que fue el
de su residencia, y allí murió, e
13 de mayo del año
1920.
iCualquiera hubiera dicho a Hipólito
Sánchez, cuando contaba veintitrés
años y una vivísima luz
seguida de un subido gozo, bañaba
su pensamiento, que acabaría sien
do un torero oscuro, cuya desaparición de los ruedos pasaría inad vertida!
Por eso un torero, aunque empiece
a serlo con mucho aplauso nunca debe derretirse en hiperbólicas alabanzas.
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