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jueves, 14 de enero de 2016

JOSE CINNEO "CIRINEO"


En la barroca Sevilla del siglo XIX, nació, el 2 de febrero de 1841, un niño que respondía al nombre de José Cinneo, quien reunía vocación en la embarazosa profesión de la lidia de reses bravas; valor, elegancia y hechuras inmaculadas que se manifestaban de inmediato y, con ese don que no todos son tocados por esa varita mágica, penetraba de inmediato en el ánimo de la concurrencia. Ser torero, un honor En los albores del siglo XIX, los toreros emergían en España por racimos, el querer serlo significaba todo un honor, como ocurre en la actualidad, máxime cuando el matador se coloca en el pecho la etiqueta de ser una figura del espectáculo. José Cinneo empezó a torear muy joven a los 17 años, por aquella época a esa edad se consideraba un niño, en capeas, y a partir de 1861 hasta 1863, actúa ya como banderillero a las órdenes de Agustín Pareira. Camina como tal en forma dinámica, pues en 1864 pasa a la cuadrilla de Francisco Arjona Herrera Cúchares y lo mismo en la de Manuel Domínguez Desperdicios y otra cuadrilla de menos talante: la de Nili. Recorre la región andaluza como Cádiz, Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera, cosos de indudable jerarquía. 

Ese mismo año, el 17 de julio, por una casualidad del destino estoqueó un toro, primera vez que lo hacía, en la plaza de Sevilla y con un triunfo definitivo y convincente. Al concluir la temporada de ese 1864, se inició una terrible competencia entre Cirineo y su tocayo José Giráldez Jaqueta. Los revisteros de la época advierten que es de las más encarnizadas que hayan existido entre toreros, dado que, en más de una ocasión, se vio obligada a intervenir la autoridad para que no hubiese derramamiento de sangre entre los partidarios de ambos diestros. Es menester señalar que en ese lapso José Cinneo era media espada, novillero. La rivalidad provocó que tanto Cirineo como Jaqueta toreasen con continuidad varios años... ¡Salían a comerse uno y otro! Hasta que llegó el año de 1869, el 30 de mayo, y en la mismísima Sevilla, cuando se consuma la ceremonia de la alternativa. Su padrino es el maestro Antonio Carmona El Gordito y Manuel Fuentes Bocanegra el testigo. No había un doctorado con más jerarquía en ese romántico lapso. Sin embargo, hablan las enciclopedias de que -suponemos fue la confirmación de la alternativa- la que prevaleció fue la que le confirió en Madrid, nada menos que un figurón, Salvador Sánchez Frascuelo, el 24 de mayo de 1874. 
José Cinneo realizó temporada en América. Lo hizo en Montevideo, Uruguay, donde la fiesta ya había germinado y crecía con fuerza. No hubo mucha suerte y regresó a España. Corría el año de 1875 cuando, notoriamente, se observó que las facultades en el fino matador iban a la baja, se mermaban. Sí, el brandy y el tintorro le habían causado estragos muy serios en su organismo. La incongruencia, los toros, aunque le hirieron, nunca le causaron nada de lo normal; en cambio, los virtuosos caldos lo llevaron a una decadencia prematura... al fracaso. 
En esos años, profesionalmente hablando, hasta la década de 1890 actúa en novilladas y corridas de poca importancia, sin categoría. El revistero Manuel de la Riva, esbozó de Cinneo: "Un torero de corto repertorio, pero de elegante factura. Su especialidad fue siempre el torear de capa, en cuyas suertes era una semejanza de su maestro Manuel Domínguez Desperdicios... De los toreros antiguos de mi tiempo, éste y José Sánchez del Campo Cara-Ancha han sido los que más me han satisfecho a mí toreando de capa". Todavía, señala la leyenda, se le programó en Sevilla a las órdenes de Manuel García y Cuesta El Espartero. Cirineo banderilleó al cuarto de la tarde. Aquella fue su última actuación en la que tomó parte. El maestro le auxilió constantemente, sin olvidar que fue discípulo de Cirineo cuando el señó Manuel empezaba en sus andanzas dentro del mundo del toro. La vida le jugó otro mala broma a José Cinneo, cuando, el 27 de mayo de 1894 Perdigón de Miura mata a El Espartero en Madrid. Esa protección que recibía Cirineo se esfumó como sus bienes. Los últimos años de su vida los pasó sufriendo toda clase de privaciones como consecuencia del alcoholismo, hasta que murió el 13 de diciembre de 1899 en su adorada Sevilla.

Acompañó a Antonio Carmona "El Gordito" en la Feria de Algeciras de 1868, matando un toro de una extraordinaria estocada, por lo que recibió el astado como regalo. 

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