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lunes, 15 de septiembre de 2014

MARIANO CORTES EL NARANJERO


Al famoso "Naranjero" multó el presidente un día porque la puya metía siempre en el mismo agujero.
y al defender su dinero.
 exclamó con arrogancia:
 ---¡Es injusto aquí y en Francia,
 lo que ha hecho la Presidencia!
 ¿Qué harán con la inconsecuencia si castigan la constancia?
A Mariano Cortés le correspondió actuar en un tiempo en que se disputaban las palmas de la inteligentísima y severa afición madrileña una baraja de notables garrochistas, que salían al ruedo a luchar con toros de edad cumplida, grandes, poderosos, de enorme arboladura, criados con esmero por aquellos ganaderos andaluces y colmenareños que tenían a gala el dedicarse a la crianza de reses de lidia y a quienes las ovaciones en las Plazas compensaban de todos sus desvelos y sacrificios, que no escasos eran los que les ocasionaba su desinteresada afición. No le arredraron jamás al madrileño las feroces acometidas de los poderosos astados de Colmenar y con ellos supo conquistar fama y nombradía. El diestro de que nos ocupamos, y a cuya memoria rendimos este modesto homenaje, vio la luz en Madrid el 17 de octubre de 1826. Muy joven apenas cursada la primera enseñanza se vio precisado a trabajar, efectuándolo como dependiente de un asentador de frutas representante en la capital de unos naranjeros levantinos. Con este jefe pasó algunos años; el Naranjero le apodaron, y por tal fue conocido desde mucho antes de abrazar la carrera del toreo. Por mejora de condiciones, cambió de rumbo su trabajo, y actuó al servicio de un almacenista de vinos, que le destinó a uno de sus despachos, situado en la calle del Ave María. Por residir en las inmediaciones, frecuentaba el establecimiento el picador de toros Bruno Azaña, y con éste, algunos de sus amigos, como Juan Álvarez (Chola) y el matador Isidro Santiago, los que pronto simpatizaron con el nuevo dependiente. Del trato con éstos, de las facilidades que por los mismos tuvo Mariano para asistir a las corridas, surgió su vocación por el arte, y hallándose dotado de valor y serenidad para sortear al ganado, de lo que se cercioró en las pruebas a que sus nuevos amigos le sometieron, decidió, contrariando la voluntad de su familia, abrazar la profesión del toreo. Comenzó por trabajar de peón y banderillero, y, como tal, hizo su primera salida en el ruedo de la corte en la novillada del 16 de marzo de 1851, acompañando luego en algunas novilladas de provincias Basilio González (el Sastre).


Le agradaba el toreo de a pie; mas, comprendiendo que su fortaleza de músculos, desarrollados en el manejo de los fardos de fruta y pellejos de vino, se avenían mejor con la lucha a caballo, aceptó las lecciones que le ofreció su amigo y profesor Bruno Azaña y se decidió por ser picador de toros. Su maestro influyó con el contratista de caballos de la plaza madrileña para que le facilitase el manejo del caballo, comenzando a practicar en las fiestas de mojiganga, luego como reserva en los novillos de puntas y más tarde en tanda. Así solían comenzar todos los picadores que en Madrid se formaban en aquel tiempo. Le había prometido el arrendatario de las novilladas que en las de 1852 ya picaría las reses de puntas, pero un suceso inesperado anticipó la fecha. Anunciado Juan Álvarez (Chola) para picar en la fiesta del 8 de diciembre de 1851, cayó enfermo la noche anterior a la corrida, y, al enviar recado de su dolencia, rogó fuese sustituido por el Naranjero, como se efectuó, cumpliendo bien su cometido. Para el 14 de agosto de 1853 se anunció una corrida en cuya primera parte hizo su labor aquella famosa cuadrilla de indios, negros y pegadores que dirigía el gitano Rodríguez Alegría.

1862, Cuadrilla de Cúchares, Naranjero marcado con X

Después, y como parte seria del espectáculo, se lidiaron tres toros, que picaron el veterano Andrés Hormigo y el novel Mariano Cortés. No consideró éste como fecha de antigüedad la de tal corrida, acogiéndose a la del 29 de mayo de 1854, en la que alternó con José Sevilla, siendo el toro Panadero (berrendo en negro), de Cabrera, el primero que picó en su elevación de categoría. Desde entonces trabaja con frecuencia en la plaza madrileña, así picando toros como novillos de puntas, sin perder por esto su categoría, por ser esto habitual entre los picadores de la época. En el año 1856 desarrolla una gran labor, y para demostrar a sus paisanos que sabe torear de a pie, toma parte como matador en una novillada, en la que alterna con su colega Juan de Fuentes. Sólo Dudo matar —regularmente— su primer novillo, pues a, tocar a muerte en su segundo se llenó el redes del de aficionados y se dio al toro la puntilla para evitar posibles desgracias. Sin duda por esta actuación, cierto historiador le inventaría como matador de novillos en plazas de segunda y tercera categoría Indudablemente, quien tal escribió ignoraba que, se trataba del mismo diestro de quien después se ocupa. También este año un crítico madrileño le retrató --, una, semblanza que decía así: «Hay en este picador más plaza más hulla y más animación que en otros pero menos inteligencia: más voluntad pero menos poder; mejores facultades. Pero peor aprovechadas. A Pesar de ello y aunque se atrevía en la suerte, se le ve adelantar, y, si se corrige será un buen picador.» Efectivamente en años posteriores se aplicó y su cartel quedo consolidado entre los de primera fila. Toreó por última vez en Madrid el 6 de octubre 1867: luego se retiró dedicándose al negocio de vinos y licores, en el que trabajó hasta su muerte, ocurrida el 16 de noviembre de 1879 de una "congestión cerebral".

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