Antonio Osuna, vio la luz en aquella privilegiada tierra en el año de 1822. Tenía en su familia antecedentes taurinos, pues era sobrino del también varilarguero Francisco Osuna, lidiador del primer tercio del siglo XIX, traído a Madrid por Cristóbal Ortiz, para que se hiciese con el cartel de la Corte —exigido como garantía en muchas capitales de provincia—, conquistándolo en buena lid al lado de Míguez, Orellana, Herrera y Cano, José Pinto y otros de nombradía de aquel tiempo, logrando, ya que no superarles, mantenerse en un plano de inferioridad no muy marcada. Lo propio que al tío le ocurrió al sobrino, que al elevarse de categoría, pasado el periodo de aprendizaje en las novilladas, tuvo precisión de medir su valía con la de varilargueros de justa fama como Trigo, su cuñado Charpa, su sobrino Barrera Trigo y los no menos renombrados Puerto, Calderón, Chola, Arce, "el Coriano" y Bruno Azaña, diestros que ejercieron el oficio en la mitad del siglo XIX, época en que aun el primer tercio de la lidia conservaba no poco del prestigio de tiempos anteriores, cuando los toreros de a caballo no estaban a sueldo de los espadas ni se sometían a la disciplina de cuadrilla, servidumbre ésta que inició la decadencia de la estupenda suerte de vara.
Antonio Osuna, diestro valiente, con entusiasmo y buen estilo, pero de escasa fortaleza de brazo, se situó en la línea de las segundas figuras y allí permaneció hasta su retirada. Hubo algunas temporadas que trabajó con gran-des deseos de elevarse a mayor altura, pero sus esfuerzos no lograron el éxito ambicionado y en medianía quedó, lo que no es obstáculo para que nosotros le dediquemos este breve estudio, pues sería injusto desfilasen por estas páginas únicamente los nombres de los diestros de gran altura profesional. Entendemos que los artistas de toda categoría forman el conjunto de mantenedores de la Fiesta, y, por tanto, los de segunda y tercera fila son igualmente dignos de recordación por cuantos nos interesamos por estudiar y conocer la historia del arte del toreo. Antonio Osuna Sánchez, que este era el nombre del piquero de que hoy nos ocupamos comenzó a trabajar en Andalucía, en plazas de menor esfera, en los años 1846 y 1847; en la siguiente de 1848 ya lo hizo, en otras de mayor rango, como la de Cádiz, el Puerto y Jerez de la Frontera. Vino a Madrid en 1849, figurando en algunas corridas de toros como último reserva, que era lo que en el argot taurino se llamaba estar en la buhardilla. Hizo su primera salida oficial en la novillada del 30 de diciembre de dicho año, en la que en tanda con el también novel Antonio Arce, picó los moruchos de puntas, percibiendo como gratificación por su trabajo la cantidad de 160 reales.
Continuó su labor en las corridas de esta clase los años 1850 y 51, en que le fue elevado el haber a 200 reales, y estos años salió también como reserva en algunas corridas de toros. Se ofreció para la corrida de Beneficencia de 1852 fueron aceptados sus servicios, y el 4 de julio formó con "el Pelón" y Míguez la cuarta terna de picadores, siendo 'Rabilargo" (castaño), de Aleas, el primer toro picado por Osuna en este día. No hubo ceremonia de cesión de garrocha, pero el hecho de ser admitido por dos varilargueros de alternativa equivalía a considerarle como tal, lo que no fue obstáculo para que volviese a trabajar en las novilladas invernales, costumbre generalizada en los diestros de segunda y tercera fila, pues de este modo no pasaban inactivos todo el invierno y también por mirar por sus intereses, ya que las modestas remuneraciones sólo permitían descansar esos meses a los compañeros de alto bordo. Desde ese año, 1852, toreó bastante en provincias con espadas y novilleros, en Madrid lo hizo en corridas sueltas, con alguna asiduidad en las novilladas y debido a su simpatía y buen carácter, ni empresas ni espadas se olvidaban de cuando combinaban sus próximas campañas. Antonio Osuna —escribía un cronista en 1857—sabe picar, es modesto y animoso, lástima que su brazo sea tan endeble.
La vida profesional de este piquero registra un hecho sin trascendencia, pero patentizador de la atención que los aficionados de antaño prestaban a los sucesos del toreo. Manuel Lerma, "el Coriano", alternó con Osuna en Madrid el 16 de junio de 1862 y como era la primera vez, le cedió la garrocha y preferencia para picar el toro "Gavioto" (retinto), de Miura. Algunos cronistas señalaron el acto como la alternativa, lo que dio lugar a una serie de cartas de aficionados solicitando rectificasen las revistas, ya que lo realizado por "el Coriano" debió considerarse únicamente como galantería, pues la alternativa de Osuna la tenía desde el año 1852, en que alternó con "el Pelón" y Míguez. Fue un picador poco castigada por los toros y tuvo suerte las veces que se vio en peligro, como le ocurrió en Madrid el 29 de junio de 1862, en que el toro "Jaquetón", de Suárez, le tuvo entre la vida y la muerte en una caída al descubierto. Pablo Herráiz, el gran peón de brega, le hizo un quite tan soberbio, que cierto aficionado se entusiasmó, y llamando al banderillero le obsequió con tres onzas de oro. También el salvado piquero le abrazó agradecido y el público le dio una enorme ovación. ¡Buena jornada para el gran Pablito! El percance más grave de su vida lo tuvo con el toro "Escribano" (colorado), de Aleas, lidiado en Madrid el 1 de mayo de 1864: le rompió la pierna izquierda en una caída y le tuvo sin torear el resto de la temporada. La curación consumió todos sus ahorros, y merced al desprendimiento del "Tato" pudo reponerse.
En el año de 1868 toreó unas corridas en El Havre (Francia), y en ellas manifestó su destreza clavando rejoncillos a dos toros, suerte que agradó mucho a la gente del país. Hasta el año de 1870 toreó asiduamente: luego se dedicó al tráfico de ganado, y sólo alguna que otra vez tomaba la garrocha. Al llegar las fiestas reales de 1878, su amigo Gonzalo Mora le animó para que en ellas tomase parte, lo que Osuna realizó, figurando con "el Morondo" y "el Negri”, en la séptima tanda de piqueros, que lidió en la segunda corrida, 26 de enero, siendo el toro "Comisario" (retinto); de don Félix Gómez, el último que picó en su carrera del toreo. Definitivamente retirado de la profesión, continuó residiendo en Madrid varios años: después se trasladó a Sevilla, y perdemos su pista, ignorándose la fecha de su muerte. Como antes decimos fue Osuna un diestro valiente y trabajador, a quien su constitución física impidió elevarse a la cumbre del arte, quedando en un apreciable lugar de la segunda categoría. De su seriedad y hombría de bien nos da idea el hecho siguiente: Con el matador Domingo Mendívil fue a torear dos corridas en cierta plaza levantina. Por disgustos con el ganadero pretendió el espada que en la segunda fiesta se fogueasen los más toros posibles. lo que indicó a los varilargueros. En la mañana de la corrida dijo Osuna a jefe: --Prepare usted quien me sustituya esta tarde. — ¿Por qué motivo? —Por uno muy claro: lo que usted pretende es una judiada, y yo no se la hago ni a ese ganadero ni a mi mayor enemigo. Así fue el varilarguero Sevillano Antonio Osuna.
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