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domingo, 24 de abril de 2016

GABRIEL HERNANDEZ GARCIA «POSADERO »


Antiguamente se llegaba a matador de toros después de haber pertenecido como banderillero a la cuadrilla de un maestro en Tauromaquia, o que como tal era considerado, aunque no lo fuese; así lo exigía la formalidad en la observancia de lo establecido; pero como «hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad»— según canta, con música de Bretón, el personaje de «La verbena de la Paloma»—, las cosas han cambiado radicalmente, y ahora, después de ser espada de alternativa, se llega a peón de brega y banderillero, según podría demostrar con ejemplos numerosos, que no citaré . 



Quiere decirse que el orden de antaño ha quedado subvertido, y si no todos los banderilleros actuales han sido matadores de toros, lo fueron de novillos, como ocurrió con Gabriel Hernández, «Posadero», de quien paso a dar unos apuntes biográficos con la satisfacción que siempre produce poder hacerlo con elogio para el interesado. Larga y ancha es la historia taurómaca de tan distinguido diestro, y no sólo por los muchos años que ejerció la profesión, sino porque su labor resultó muy intensa desde que, al dejar de ser novillero, se hizo torero subalterno. Gabriel Hernández y García nació el 18 de marzo del año 1894, en Riopar, un pueblo de la provincia de Albacete, en el partido judicial de Alcaraz; los autores de sus días residían en Madrid, y su nacimiento en dicho pueblo fue circunstancial, pues a los pocos días de venir al mundo llevaron a a Madrid, y ahí se crió y ahí aprendió, cuando tuvo edad para ello, el oficio de tornero mecánico, el cual practicó hasta los veinte años de edad, cuando ya llevaba cinco en el ejercicio del toreo. Sus pasos iniciales en éste fueron las capeas, y la primera en que tomó parte fue en Illescas, donde, por cierto, sufrió una formidable paliza de uno de los astados que se corrieron. 

Vistió por primera vez el traje de luces en Santa Cruz de Múdela (Ciudad Real) en el año 1910, para estoquear un becerro, y se estrenó como novillero —aunque en lidia sin caballos— el 14 de septiembre de 1913, en Tarancón, alternando con el aragonés, injerto en valenciano, «Gabardito». en la lidia de unos bichos de Arroyo. Desde que empezó se pudieron advertir en él los dos principales resortes que habrían de servirle para ocupar un señalado puesto mientras estuvo en ejercicio: uno d'e ellos lo manifestó constantemente en su conducta privada y otro en la profesional, y no fueron otros que la simpatía y la habilidad, respectivamente. Su apodo se debe a que fue muy amigo de Julián Saiz, «Saleri II», diestro que en un principio era conocido por el alias «Posadero»; por recomendación suya toreó Gabriel Hernández en Barcelona, y al preguntar el empresario, don Salvador Alcalá, con qué mote le anunciaba, díjole el mencionado Julián: 

—Pues, mire usted, no tiene ninguno; pero póngale «Posadero», que es el que yo tenía antes. 

Había corrido ya la ceca y la meca cuando hizo su aparición en Tetuán de las Victorias el 2 de mayo de 1915, para estoquear ganado de Gabriel de la Morena con Hipólito Zumel, «Infante», y el mejicano Samuel Solís; varias novilladas más toreó en dicha Plaza, entre otras la del 11 de julio siguiente, en la que alternaron con él «Ocejito» y Doroteo Marín: obtuvo un señalado triunfo, pues cortó las dos orejas del quinto novillo, de Torres; pero fué a cambio de una cornada grave en el muslo derecho, la más importante que sufrió en sus actividades, taurómacas. En la noche anterior, o sea el 10, había hecho su presentación en la Plaza de Madrid, con Adolfo Guerra y Díaz Domínguez, nuevos los tres, que estoquearon toros de Palha y de Contreras —mitad y mitad—, y se portó aceptablemente, sobre todo con el de Contreras; pero al juzgarle «Recortes» y «Marcelo» en su anuario «Toros y Toreros», dijeron de él: «Le vimos manejar el capote con soltura, torear valiente con la muleta —aunque un poco codillero—, y no acabó de convencernos como matador.» El día 20 de agosto de aquel año, en Sacedón (Guadalajara) corrió un temporal que seguramente no habrá olvidado. Por algo se halla situada dicha villa al pie de un monte llamado Puerta del Infierno. Con fecha 8 de agosto de 1916 toreó y mató brillantemente en Madrid a un toraco de Cobaleda, viejo, gordo y manso, que había sido fogueado; dos corridas más sumó en la misma Plaza, en los días 20 de agosto y 8 de septiembre, y al final de aquel curso taurino pudo ver que había sido poco solicitado por las empresas y no había adelantado nada. Algo más toreó en 1917 y en 1918, pero en el anuario «Toros y Toreros» de este último año se escribió de él lo siguiente: «Pasa el tiempo sin aprovecharlo, y de nada van a servirle sus aptitudes y su buen estilo si no da un empujón para poder brillar en esfera más importante.» Lejos de esto, dio en imitar al crustáceo fluvial que al cocerlo se vuelve rojo pues toreó solamente seis novilladas en 1919 estancado se hallaba, y olvidado de la empresas se veía , cuando en el invierno de 1921 22 marchó a México; fue con la pretensión de trabajar como matador; pero puesto allí, se le ofreció la oportunidad de ajustarse como banderillero del notable diestro de aquel país Rodolfo Gaona, y cambió el estoque por los palos. Antes lo hubiera hecho. De regreso eñ España, sirvió de peón en la cuadrilla de Ricardo Anllo, «Nacional», en la temporada de 1922; en la de 1923 perteneció a la cuadrilla de su amigo «Saleri II»; ingresó luego en la de Antonio Márquez, a cuyas órdenes estuvo en 1924; tuvo luego por jefe a Marcial Lalanda durante los años 1925, 26 27 y 28; en las temporadas de 1929 y 1930 figuró en la plantilla de Félix Rodríguez; volvió en 1931 a trabajar con Antonio Márquez; lo hizo luego con Antonio Posada, con «El Estudiante», con Manolo Bienvenida y con varios más pues no hemos de seguir paso a paso los servicios que prestó a diversos matadores, y sólo diremos que, habilidoso siempre y bien enterado del oficio, fue siempre un valioso elemento de ayuda. Desde aquel invierno que en México empezó a torear como banderillero en la cuadrilla de Gaona, hasta que éste se retiró en 12 de abril de 1925, todos los años fue «Posadero» a dicho país, cuando aquí terminaba la temporada, para torear durante los inviernos a las órdenes del referido espada mejicano, con el que siempre hizo buenas migas. Además de estos viajes ultramarinos, efectuó otros más, a México y al Perú, con varios matadores, y años hubo en los que, con unos y otros jefes, llegó a sumar un centenar de corridas. En este aspecto, bien puede asegurarse que ningún torero subalterno le aventajó, lo cual es una prueba concluyente de sus méritos, de sus excelentes disposiciones, lo mismo banderilleando por el lado derecho que prestando con el capote una labor inteligente, hábil y eficaz. Entre los percances que sufrió, recordamos los siguientes: en una capea efectuada en Auñón (Guadalajara) el año 1911, recibió una cornada en el cuello, debajo de la barba. Convaleciente de la grave cornada que antes mencionamos, sufrida en Tetuán de las Victorias con fecha 11 de julio de 1915, un novillo de Rufo Serrano, en Maranchón, le hirió gravemente en la axila derecha. En Burgos, el 29 de junio de 1925, un toro de Miura le produjo una herida de diez centí- metros en el muslo izquierdo. Y en Logroño, el 21 de septiembre de 1931, un toro de los Herederos de Matías Sánchez le infirió una cornada en la ingle izquierda. La época de mayor auge de «Posadero» halla en los años que hemos mencionado; toreó algunos más después de la guerra y en el mes de noviembre de anunció su retirada de los cosos taurinos. El único error que hay en su historia taurómaca es el de no haber puesto antes en o su determinación de hacerse banderillero, pasó diez años, bien cumplidos, manejando una espada con la que ganó pocos combates. En cambio como subalterno pudo Ponerse la cometa todo el hilo que le dio la gana pues pocas subieron más altas que la suya.Por consiguiente, puede disfrutar de la jubilación  en Madrid, donde falleció.

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