Se puede comprender que no he de referíme al prestigioso fisico Mr. Bell, que vió la luz en la tierra del whisky, sino al inventor del remate o adorno tauromáquico que se conoce por la "suerte del teléfono", denominada asi porque su ejecutor apoya el codo sobre el testuz de la res y doblando el brazo, coloca la mano a la altura de la oreja. No sé quien bautizó este adorno con el nombre de "la suerte del teléfono", que es una definición arbitraria, pues también pudo ponerle "la suerte del pensador, y como alguno que otro de sus ya plurales ejecutantes, en vez de acercar su oreja a la mano reclina sobre ésta la frente, por la nueva postura pudo pasar a la historia taurina con el remoquete de la suerte de la jaqueca o ¡hay que ver cómo está esto!" Tampoco he de negar su mérito ni su riesgo evidentes, aunque hable de dicho adorno —que no suerte— un poco a la ligera. Mi propósito consiste, sencillamente, en aportar un dato exacto para la historia anecdótica del toreo, desvaneciendo el error que existe respecto al primer realizador del "teléfono".
Me refiero a Jerónimo Loizaga Arana, el "alias" usado por este mozo fue el de "Chatillo de BaracáIdo", mote plenamente justificado por lo exiguo del apéndice nasal del torero que vió la luz en el alegre y pintoresco pueblo bilbaíno.Este "Chatillo de Baracaldo" fué el que en la Plaza de Madrid, en corrida nocturna y durante la lidia del primer novillo —un novillo que pesó de las veintiocho arrobas, colorado y velete por más señas, aunque por el momento no recuerde á qué vacada pertenecía—., remató el primer quite apoyando el codo en el testuz del astado, y la cabeza del artista descansó en la mano de su brazo doblado. entre el palmoteo unánime de la multitud. Había nacido el remate del "teléfono". Ocurrió el caso durante la canícula de 1917, y tuvo un pintoresco preámbulo que voy a contarles. En Madrid habia un café construido con tablas, cuyo piso era de tierra, que se alzaba justamente donde hoy está el cine del Callao. Ante su extensa portada se formaban todas las noches numerosas tertulias familiares o de amigos en torno a los marmóreos veladores y ocupando los tertulianos unos amplios y cómodos butacones de mimbre. Los que llegaban tarde tenían que conformarse con una silla, desde la cual envidiaban la patriarcal molicie de los que se arrellanaban en los sillones mimbreños. Alli acostumbraba a ir Antolin Arenzana, "Recajo".
"Recajo" era un conversador amenísimo y hombre de ingenio rápido y agudo, tan peligroso cuando se disparaba contra el "enemigo" como afable y cordial para quien gozase de su amistad. En torno a "Recajo" pululaban todos los mozos bilbaínos que llegaban a Madrid con la ilusión puesta en la difícilísima Meca de la carretera de Aragón. Pues en la noche de un viernes, víspera de la corrida nocturna para ia que estaba anunciado "Chatillo". acudió éste a la tertulia para aconsejarse de "Recajo" y para captarse la simpatía y la cordialidad de los "revisteros",presentes en la tertulia, y que enjuiciarían su actuación. Más por pachorrudo que por sufrido. "ChatiIlo de Baracaldo", encajaba todas las pullas que amigos y compañeros le dirigían.
—Creo que os van a soltar seis chotas—lanzó uno.
—Mejor, asi harán menos daño—contestó "Chatillo"
—Nada de eso —terció "Recajo"— la novillada peca de grande y de pitones.
—¿Llorarás entonces, o así?—interrogó al protagonista, otro paisano.
—Según el daño que me hagan. Pañuelos ya llevaré.
—A ver si dejáis al muchacho —intervino el Doctor "Anás", que era vizcaíno también—.
Yo no sé si su éxito será grande o chico: pero de lo que estoy seguro es de que '"Chatillo" saldrá decidido a arrimarse.
--Oiga usté que sí. dotor —contestó el torerillo. animado por tan buen valedor—.
Yo no digo que me voy a montar en los toros, como suele decir alguno de éstos, pero lo que sí le aseguro es que al primer quite que haga, a poco que el novillo me embista, le voy a poner el codo en el testuz.
Aquello fué destapar, no el tarro, sino la tinaja de las chuflas, que cayeron torrencialmente sobre "Chatillo de Baracaldo" entre risotada ; bullanga. "Chatillo" siguió encajándolo todo roí su sonrisa de buena pasta, y paulatinamente fue desviando la conversación de unos y otros por distintos derroteros, para reposo del espíritu del torerillo baracaldés. A la noche siguiente ocupában sendos asientos del tendido la mayoría de los componentes de la tertulia. Al hacer el paseíllo los buscó "Chatillo" con la vista y los saludó con una sonrisa y, una vez cambiada la seda por el percal se acercó a la barrera.
—¡"Chatillo"! —le dijo uno de los del grupo de "amigos"
—, que no se te olvide lo del codo...
"Chatillo" echó la cara al suelo sin contestar y se alejó del área de sus "incondicionales", muy relativos. Salió el primer toro, el cual, como los restantes, poseía las características anunciadas por "Recajo". Los seis fueron grandes y descarados de armamento. A "Chatillo" como debutante le correspondía el tercero. Pero durante la lidia de los anteriores, cada vez que entraba a hacer un quite, sonaba alguna voz con el recordatorio —"Chatillo", el codo! "Chatillo" ni los miraba siquiera. Y no faltó quien comentase: —En la tertulia del café se matan muchos toros recibiendo...
Y salió en tercer toro, que ya he descrito al comienzo. "Chatillo de Baracaldo" escuchó una ovación porque le lanceó muy quieto, cargando la suerte y jugando los brazos con soltura. Puesta en suerte la res se arrancó muy fuerte y derribó al caballo, dejando al jinete al descubierto. Nuestro "héroe" metió el capote en el hocico del toro y se lo sacó al tercio aguantando tas tremendas tarascadas. Y ya en el tercio se paró con él, le dió tres verónicas ceñidísimas y rematando con media espeluznante, porque se quedó casi encunado, recogió el capotillo con la mano derecha y. acodando el brazo izquierdo sobre el testuz, volvió la cara hacia el tendido que ocupábamos... Así se realizó por primera vez, que se sépa, la "suerte del telefono" en la Plaza vieja de la Carretera de Aragón.Parece ser que en un posterior derrote del toro, por Insistir "Chatillo" en mantener la arriesgada postura, cuando realizó su proeza, ya había sufrido "Chatillo de Baracaldo" más de tres cornadas, todas ellas de gravedad, sin afligirse por ellas, buena prueba de un valor enorme. A pesar de lo cual no pudo ser torero y se dedicó al negocio de compraventa de máquinas de escribir, del que vivió, muchos años el creador del "teléfono" taurino.