viernes, 23 de diciembre de 2011

UNA CONTRATA DEL «MAURO»

El Mauro ha sido uno de los tipos más origínales qué nacieron en tierra de Andalucía, y su popularidad corre parejas con la que alcanzaron en otros terrenos los más famosos lidiadores de reses bravas. Pocas años hace que murió Mauro seguramente que en Jerez, su pueblo natal, no se habrá perdido la memoria de tan insigne novillero.
Porque Mauro mataba novillos por matar el hambre; y sin repulgos de conciencia, me atrevo á declarar que mejor mataría el hambre, si ocasión tenia para el caso que mataría novillos, aunque ocasión se le diera, alguna, ya que no tuvo muchas veces.
En la hermosa vega de Jerez, donde se crían los mejores vinos amarillos del mundo, se recuerdan hoy con especial regocijo las innumerables agudezas, las Infinitas ingeniosidades — ingenio legítimo — las «cosas», en fin, del novillero Mauro.
Porque Mauro tenia «cosas», y por virtud de este privilegio qué la Humanidad sólo concede a los elegidos en su gracia, por su frescura ó su entendimiento despejado y agudo, vivió siempre el buen jerezano en relativo desahogo, aunque la miseria tocaba frecuentemente con su mano descarnada en la puerta de su zaquizamí. Con referir una de las muchas «cosas» del Mauro quedará pintado el carácter del famoso novillero, y nadie podrá llamarse á engaño cuando oiga relatar hazañas y proezas del célebre Mauro.
El ayuntamiento de Bornos, para celebrar no sé qué fausto acontecimiento ocurrido en aquélla, no sé si muy heroica villa, acordó, entre otros festejos, organizar una media corrida de toros, cuyos gastos sufragarla la caja municipal.
Reunióse el cabildo en sesión extraordinaria, y comisionóse al alcalde y al secretario para que ultimaran los detalles de la fiesta taurina y propusieran al concejo«todo lo que considerasen pertinente para dar al gran espectáculo lucimiento mayor».
Discurriendo sobre el caso secretario y alcalde, hubieron de pensar en el diestro Mauro, que si su fama de matador no había traspasado los limites de su pueblo, en cambio era popular en toda la provincia por sus graciosas salidas de tono, y especialmente, esto era lo que mas importaba a los dignos Individuos del concejo de Bornos, porque el Mauro tornaba por un«pedazo de pan», que no á otra cosa aspiraba su desvencijarlo estómago.
Y á Jerez fueron alcalde y secretario con los bolsillos llenos de pesetas y el ánimo pletórico de júbilo, pues á mucha honra tenían ellos la comisión recibida del municipio de Bornos Et municipio gozaba de mayor y mas envidiable reputación, por su seriedad y diplomacia entre todos los pueblos d« aquella comarca fértil y extensa No tardaron en avistarse con el Mauro los concejales de Bornos. Nuestro famoso novillero tomaba café en el mejor establecimiento del pueblo, y a las primeras palabras se puso a disposición de los comisionados. El alcalde tosió tuerte y enjaretó a Mauro el discursito improvisada durante su viaje que hicieron en pocas horas alcalde y secretario, jinetes en sendas cabalgaduras.
— Oye, Mauro — exclamó ceremoniosamente el alcalde — el Ayuntamiento de Bornos, que aquí representamos mi amigo y yo, ha pensado en ti para que torees tres toros en la corrida que esta organizando.
Ya sabes tú que aquella tierra es famosa por los buenos toreros que dio á España, y creo que á mucho orgullo debes tener el que por tus naturales méritos tal pensamiento haya tenido el municipio de Bornos... Tú mataras tres toros... — Ostés me mandan — interrumpió Mauro confuso y avergonzado.
— Vamos á lo que importa — siguió el alcalde — Vamoz donde quieran... — ¿En cuánto estimas tu trabajo, corriendo de tu cuenta dos banderilleros y un picador? Mauro quedóse pensativo. Se paso dos ó tres veces la mano por los labios y murmurar, entre dientes: — Dos banderilleros .. un picaor... tres toros... — Eso es. — Puez... diez mil reales.
A punto estuvo el bueno del alcalde de dar en el suelo con BU respetable humanidad Tan grande fue la impresión que le produjo las palabras de Mauro. — ¡Diez mil reales. . . ! — dijo con voz desfallecida — Zi, zeñó.. . diez mil reales—repitió tranquilamente el novillero. El secretario, hombre listo y sagaz, que aunque de menos peso administrativo que el alcalde, pesaba en cuanto a gramática parda mucho mas que él, terció de improviso en la conversación, metiendo muy oportunamente un capote en auxilio de su jefe. — Mira, Mauro. La caja de nuestro ayuntamiento no está para bromas de ese calibre. Tenemos poco dinero y muchas obligaciones. . . — Lo comprendo, zi,zeñó.. . lo comprendo, — Así es — continuó el secretario — que nosotros, por matar tres toros y llevar por tu cuenta dos banderilleros y un picador, además de pagar los gastos de posada los dos días que estéis en Bornos, os daremos, para los cuatro, noventa reales . . . ¿Te conviene? Mauro abrió los ojos con estupefacción, se puso pálido de contento, se levantó rebosando alegría por toda su cara, y alargando la mano á sus interlocutores, exclamó al fin: — ¡Bazta la palabra de loz hombre!. - .
Y á la semana siguiente -se celebró la media corrida y Mauro, aunque con vilipendio, despachó sus tres, toros, y el ayuntamiento por mano de su presidente, después de pagar los gastos de la posada, dio á la cuadrilla cuatro duros y medio, y Mauro regresó a Jerez más satisfecho que un canónigo y mas alegre que unas castañuelas, pidiendo al cielo que le proporcionase muchas corridas así, porque lo que él decia: — De menos noz hizo Dios, y noventa reales son noventa reales después de too. . . ; cuatro duro y medio!. . .
Y ahora pregunto yo: Entre esos diestros que hoy alborotan y presumen, que cobran muchos miles de reales por corrida, y que van siempre rodeados de innumerables devotos y admiradores, ¿no habrá algún Mauro, que si las «cosas se pusiesen mal», torearía por noventa reales y aún por menos? No aludo a nadie. Pero recapaciten los héroes del día sobre el contrato de Mauro que acabo de referir, y el que ni de cerca ni de lejos se vea en él comprendido, y el que se crea libre de pecado, que levante el dedo y que tire la primera piedra. Piedra que no descalabrará a nadie, porque estoy bien. seguro que ninguno la ha de tirar.
DON MODESTO
“LA LIDIA” 19/04/1897

viernes, 9 de diciembre de 2011

DON PEDRO YUSTE DE LA TORRE (Picador)


DON PEDRO YUSTE DE LA TORRE
 

NOTAS DEDICADAS

A José Pardo de Figuéroa y Manso,

POR SU AFECTÍSIMO DE SU CORAZON

EL DOCTOR THEBUSSEM.

I.

Los YUSTE DE LA TORRE hacen por armas cinco barras de azur en campo de oro, con orla de ocho aspas de dicho metal en campo de gules.

Familia establecida en Arcos de la Frontera desde principios del siglo XVI, poseedora de vínculos y mayorazgos y con antigua casa solariega provista de cadenas que daban derecho de asilo, disfrutó siempre en los cargos concejiles, en los padrones yen el concepto público, de todos los fueros y privilegios dispensados á la notoria hidalguía.

Término el de Arcos de los más fértiles y amenos de la provincia de Cádiz; con famosas razas de caballos y de toros bravos-, con muchas viñas y bosques abundantes en caza, lógico era que los hidalgos nacidos bajo el cielo de aquel rincón andaluz, siguiendo las costumbres de los caballeros españoles del siglo XVIII, fuesen aficionados á la equitación, á la caza y al toreo.

En 1776 nació D. Pedro Yuste de La Torre, según consta de la siguiente partida:

“En la Ciudad de Arcos de la Frontera, en el día veinte y uno de Henero de mil setececientos setenta y seis años, yo el Licenciado D. Xptonal de Torres y Pina, Capellán subdelegado de la jurisdicción Eclesiástica Castrense, bapticé á Pedro Marta de las Nieves Joseph Hilaría de los Dolores, que nació el día catorce de este dicho mes, hijo legítimo de Don Alonso Yuste de la Torre, soldado distinguido del Reximiento fixo de Ceuta, y de Doña Gerónima Antúnez su legítima mujer: fueron padrinos D. Juan Antonio Toñanejo, Marqués de Torresoto, y Doña María de las Nieves Fernández de Valdespino y Dávíla, su mujer, á quienes advertí el parentesco espiritual que contraxeron con el Ahijado y sus Padres, y la obligación de enseñarle la Doctrina Cristina, y lo firmé fecho ut supra Licenciado Don Xptoval de Torres y Piña.”

Á los veinte años era D. Pedro Yuste el primer jinete y tañedor de vihuela de la ciudad. Diestro como pocos en el manejo de la espada, cazador infatigable y de apuesta y distinguida figura, era también el encanto de sus amigos y el ídolo de las damas. Como capeador y como varilarguero, se lució y obtuvo unánimes aplausos en varias corridas de toros.

A falta de odios políticos había en los siglos pasados odios de familia, más crudos y tenaces mientras más pequeñas eran las poblaciones en que existían y se desarrollaban.

Galanteaba I). Pedro á una ilustre doncella cuyos padres se opusieron á que su hija tuviese amores con el hombre que desde 1798 había descendido á picador de toros, y que además era de casa rival y enemiga de la suya. La oposición alentó recíprocamente el amor de doña Nieves y el de don Pedio. Un hermano ác aquélla riñó con el amante; y aun cuando intentó acorralarlo y vencerlo, consiguió tan sólo ser desarmado y vencido en esgrima, en generosidad y en nobleza.

La pobre muchacha, que se vio á las puertas del vecino convento sin vocación de monja, acude á D. Pedro suplicándole en vehemente y apasionada epístola que la salvase del sepulcro en vida, é implorando y amparándose á la hidalguía de su adorado galán.

Se verificó la fuga Doña Nieves fue depositada en casa de unos parientes suyos. Promovióse gran escándalo en la población, y la justicia tomó cartas en el asunto en virtud de querella de los padres de la novia.

Don Pedro, á modo de caballero calderoniano, se declaró raptor de la dama; presentó testigos que confirmaran su dicho, quemó la carta de Doña Nieves, y manifestó al corregidor que estaba pronto á

sufrir el castigo que las leyes determinasen.

Era en aquel entonces poseedora del Ducado de Arcos la célebre é ilustre Doña María Josefa Pimentel, Condesa de Benavente, gran protectora de don Pedro. Por su influencia y por la convicción moral que lo¡= jueces tuvieron de la índole de) delito, pudo conseguirse que en vez de galeras ó presidio fuese condenado á servir cuatro años en el fijo de Ceuta.

Allí fue hacia 1805; pero al poco tiempo desertó ó lo dejaron desertar, y se pasó al moro Renegó, aprendió algo de árabe y logró relacionarse y tener valimiento con el Emperador de Marruecos, gracias á su extraordinaria destreza y habilidad en todo linaje de ejercicios corporales. Como jinete

consumado, mereció que lo designasen para acompañar á los marroquíes que hacia el año 1807 vinieron á España para traer al rey Carlos IV unos caballos que le regalaba el Emperador.

Celebrose por aquello., días en Madrid una corrida de toros, á la que asistió la embajada morisca de que formaba parte D. Pedro. Mediada estatua la fiesta, cuando solicitó, por medio de intérprete, permiso para rejonear un toro si le daban para ello una mediana cabalgadura, Otorgada la venia, al asegurar los magnates árabes que aquel renegado era perito en el arte, bajó al redondel, montó un buen caballo, y después de dar una vuelta por la plaza llamando la atención por su aplomo y por la galanura de su traje berberisco, rejoneó gallardamente al toro. Y no satisfecho con esto, agarrochó á otro; y luego, apeándose y tomando un trapo, hizo alardes de habilidad, ligereza y gracia en el capeo.

Uniéronse á los aplausos y a la sorpresa del público la sorpresa y los aplausos del mismo Rey y de los cortesanos. Por conducto del trujamán lo felicitaba nada menos que el Príncipe de la Paz, cuando se redoblo el asombro de todos al oírle decir en correcto castellano:

—Señor, yo no soy moro y entiendo bien la lengua española.

—¿Quién sois?—Le preguntaron.

—Soy — contestó — un cristiano desventurado, como lo prueban esta cruz y escapulario que no se

apartan, jamás de mi pecho: allí está mi señora la Condesa de Benavente (y señaló al balcón en que se hallaba): ella me hará la merced de decir quién soy, y quizá la de fiar y abonar á su vasallo Pedro Yuste de la Torre. Esto dijo y dos gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas.

A las veinticuatro horas del suceso recibió don Pedro, por mano del Contador mayor de la gran casa de Benavente, cédula de amplio y completo indulto con expresiva carta de norabuena de la Condesa, en la cual le ordenaba que adquiriese un par de trajes completos de picador cristiano para lucirlos en la Plaza de Madrid. A estos papeles acompañaba un bolsón de seda repleto de onzas de oro.

No sé cuál sería el rumbo de D. Pedro durante la invasión francesa de 1808. Lo cierto es que desde1805 no vuelve a aparecer su nombre en los carteles de toros hasta 1814. Dícese que alguna parte de este período estuvo en Málaga sirviendo el destino de Visitador del Resguardo. Lo que podemos asegurares, que hacia 1817 ó 18 se lidiaron en la Plaza de Ronda ocho toros NEGROS que, según el cartel, habían de picarse con caballos BLANCOS.

Al cuarto toro no quedaban ya jamelgos de dicho color en la caballeriza.

El ganadero y empresario de la corrida era D. José Topete, que se hallaba en el balcón de la Real Maestranza, á cuyo cuerpo pertenecía, acompañado de un hijo suyo mozo de pocos años. El público en coro pedía./¡caballos blancos'.!! Entonces Pedro Yuste sube al palco; habla al oído del empresario, baja en seguida, y al poco tiempo aparece en el circo-caballero en una magnífica jaca blanca como ¡a nieve, con lujosos arreos dispuesto á picar el toro. La plaza aplaudía mientras el mozuelo Topete, dueño del corcel, lloraba á moco tendido considerando el peligro de su cabalgadura.

No hay que decir que salió ilesa del combate, después de haber picado con ella los cuatro toros el esforzado Pedro Yuste de la Torre

II

Su retrato, perfectamente auténtico, data de los primeros años de este siglo y se halla en miniatura

sobre una caja de tabaco que conserva la señora doña Remedios de Quevedo y Yuste de la Torre, sobrina del retratado. De aquí sacó copia al óleo, con admirable parecido y excelente pincel, el señor Rodríguez de Losada, y de dicho lienzo, que debí como regalo á D. José Gutiérrez y Topete, proviene la magistral estampa de Chaves que publica este número de LA LIDIA

Dicen los que conocieron á D. Pedro que su figura era distinguida, elegante y gallarda. Blanco y de cutis fino y transparente, cualquier dama hubiera deseado para sí misma aquellos ojos y aquella cara, dulce y varonil á un mismo tiempo. Le prestaba mayor encanto el sello de tristeza ó melancolía que llegó á ser habitual en su semblante. Si á tales circunstancias se agregan las que antes dejamos apuntadas, bien pudo aplicársele aquella décima de un poeta moderno que dice así:



Muy diestro en rejonear,

muy amigo de reñir,

muy ganoso de servir,

muy desprendido en el dar;

tal fama llegó á alcanzar

en toda la corte entera,

que no hubo dentro ni fuera

grande que le contrastara,

mujer que no le adorara,

hombre que no le temiera.



III

¿Y es posible (dirán los taurófilos) que haya existido tan notable varilarguero y que no figure su nombre en las historias del toreo?

Ha figurado, sí, bajo un seudónimo. El célebre PEDRO PUYANA (el Mayor) ha sido y es la careta bajo la cual se ocultaba y se oculta D. Pedro Yuste de la Torre. Ni tuvo el alias, casi anejo á su profesión, ni quiso juntar, según costumbre, el apellido verdadero con el supuesto. Consiguió, a modo de cenobita, echar su nombre legítimo en el olvido.

Ni él ni su época hallaban compatibles los blasones con el oficio de la pica.

Torear por dinero en las plazas publicas, fue para nuestro hombre poner una pica en Flandes. Amores contrariados, desengaños, persecución por la justicia, emigración, permanencia entre moros, desdenes de familia y quién sabe cuántas y cuántas amarguras y sinsabores, darían á Yuste el tinte melancólico que respira su imagen.

Nacido en la corte de alcurnia de próceres y con esmerada educación y bienes de fortuna, hubiera sido el tipo perfecto del caballero espléndido, cortés, generoso y valiente. En la carrera de las armas quizá hubiera conquistado un título de Castilla y podría ser hoy conocido por conde ó marqués de Puyana.

Pero en los estrechos límites de un pueblo y con las circunstancias y contrariedades que le rodearon, no pudo pasar de hábil y afamado varilarguero.

De su arrojo y corazón queda en Andalucía la frase proverbial de ¡ah, Puyana en el mundo! como equivalente á decir: ¡aquí del valor y de la destreza! Sabido es que hubo al mismo tiempo dos Pedros Puyana: el menor y el mayor. Esta circunstancia se presta á confundirlos, así como á los pueblos de su naturaleza que fueron las ciudades andaluzas, cercanas entre sí, de jerez de la Frontera y Arcos de la Frontera. Puyana el mayor, el célebre que digamos, nació indudablemente en Arcos: el menor fue el jerezano, como asegura con acierto D. Leopoldo Vázquez:

Don José Pardo de Figueroa, á quien dedico estos apuntes cuenta hoy noventa años de edad.

Conoció y trató á nuestro Puyana y á su familia:

vio picar y derribar al célebre diestro, y hasta recibió del mismo lecciones de equitación, de caza y de

esgrima. Dicho señor, al garantizar la exactitud del retrato y la habilidad y buenas prendas del afamado

varilarguero, agrega que Sánchez de Neira habla con verdad completa al escribir en su Gran diccionario

tauromáquico los renglones siguientes:

«PUYANA (Pedro) —El nombre de este picador de toros, que tamo lució en el primer tercio del presente siglo, será imperecedero en los fastos»tauromáquicos, porque los que lo vieron aseguran*que había pocos diestros á caballo tan unidos á el de tan buen brazo, mejor mano izquierda, y que tan por derecho saliese a la suerte.”



IV.

Puyana murió sin dejar sucesión, hacía mil ocho veinte ó veintidós, desnucado de una caída del caballo en la plaza de Granada.

Las mujeres, en su mayor número, se asemejan á los borrachos. Estos entran con un licor á falta de otro, y lo mismo saborean el áspero Burdeos que la dulce malvasia. Doña Nieves, la que tanto amó al jovial Puyana, se casó luego con una golilla seco, desaborido, feo y adusto, gran partidario del rey Fernando VII, y sin más relaciones con la tauromaquia que las derivadas de las leyes de Toro.

Nieta de este matrimonio es una distinguida dama que hoy pertenece á la nobleza titulada de Madrid.

Tales son las noticias que, gracias á la solicitud de Don Miguel Mancheño y de otros amigos, he podido reunir tocantes al célebre picador. A Carmena, Neira, Vázquez, Peña y Goñi, Cavia y demás taurógrafos, toca enmendarlas, corregirlas y aumentarlas. Yo no debo pasar de ojeador que levanta

la pieza. Ne sutor sufra crepidam.

EL DOCTOR THEBUSSEM

Cartero honorario de España.

Medina Sidonia;

15 de Agosto 1888 años.

“LA LIDIA” 20/08/1888

MARIANO PARDO DE FIGUEROA
Mariano Pardo de Figueroa y de la Serna (Medina-Sidonia, 18 de noviembre de 1828 – ibídem, 11 de febrero de 1918) fue un escritor, cervantista y gastrónomo español. Conocido por sus incursiones en los tratados culinarios era conocido como Doctor Thebussem.
BiografíaAdoptó el exótico seudónimo de Doctor Thebussem, que no es más que el anagrama de la palabra Embustes añadiéndole la Th para darle un estilo más germano, para publicar, con un pretendido distanciamiento de hispanista extranjero, artículos sobre la situación española. Era hijo de familia ilustre y adinerada. Estudió Derecho y se doctoró en Madrid en 1854. Hizo una serie de viajes por medio mundo y se afincó definitivamente en su villa natal. Dedicó sus esfuerzos principalmente a difundir y convertir en importante la literatura gastronómica, pero no fue éste el único de sus afanes literarios, pues escribió sobre filatelia, derecho, tauromaquia, historia, ex libris, bibliografía cervantina o teatro. Desde los 35 años casi no se movió de Medina-Sidonia, pero desde allí escribió y trabajó, manteniendo copiosa correspondencia con personajes de la época, españoles y extranjeros; se conocen mas de 12.000 cartas suyas. Como cervantista se le deben las Epístolas droapianas. Siete cartas sobre Cervantes y el Quixote, dirigidas al muy honorable Doctor E. W. Thebussem, Barón de Tirmenth. SS. TT. en los años de 1862 a 1868 por el señor M. Droap. Publícalas el Sr. Mariano Pardo de Figueroa (Cádiz: Imprenta de la Revista Médica, 1868). Un año después las continuó con Droapiana del año 1869. Octava carta sobre Cervantes y el Quijote... (Madrid: Rivadeneyra, 1869). Estas cartas, que, por demás, reúnen un gran caudal de referencias bibliográficas, no siempre dignas de crédito, sobre el Quijote, a veces en aspectos ínfimos o colaterales, tuvieron sin embargo la gran virtud de revitalizar el cervantismo de entonces, que se hallaba muy decaído.
Fue nombrado primer Cartero Honorario por Correos de España el 20 de marzo de 1880 como recompensa por su labor de divulgación de la incipiente filatelia. En 1944, le dedicó un sello y en 1981 emitió otro dedicado a su legado.
Fuente: Wikipedia

jueves, 1 de diciembre de 2011

DIEGO VALOR

Where My Heart Will Take Me (Faith of the Heart)
Diego Puerta Diánez (Sevilla, 1941) es un caso curioso en la historia del toreo: se retiró de los ruedos en el año 1974, en un mano a mano en la Real Maestranza con su compadre Paco Camino, cuando gozaba de una merecida condición de primera figura del toreo. Solo contaba con 33 años; y lo insólito es que no volvió a vestirse de luces.
Aunque nunca desveló los motivos de su decisión, lo cierto es que tenía el cuerpo cosido a cornadas; 55 sufrió durante los 16 años que estuvo en activo, y en cuatro ocasiones estuvo al borde de la muerte y recibió la extremaunción. A pesar de que se recluyó en el campo, en tareas ganaderas y agrícolas, y que no se prodigó en los medios de comunicación, siempre se le ha reconocido como uno de los toreros más importantes de la década de los sesenta que destacó por su valor heroico, su gracia torera -fue uno de los referentes de la escuela sevillana-, su entrega, su desmedido aplomo y su ambición para no dejarse ganar la pelea ni por el toro ni por sus compañeros.
Diego Valor -así fue conocido en sus días de gloria- falleció ayer a los 70 años, en su domicilio sevillano, por un fallo multiorgánico a consecuencia de la diabetes que padecía, que le había producido una grave insuficiencia cardiaca y renal. La capilla ardiente fue instalada en el Ayuntamiento. Hoy será incinerado tras un funeral en la iglesia de San Bernardo, de cuya hermandad era devoto, como muchos toreros.
Diego Puerta había nacido en el barrio del Cerro del Águila, muy cerca del matadero, donde aprendió las primeras lecciones toreras; tras una exitosa campaña como novillero, tomó la alternativa en la Maestranza el 28 de septiembre de 1958, apadrinado por Luis Miguel Dominguín y con Gregorio Sánchez como testigo. Y ahí comenzó una carrera plagada de obstáculos, con las corridas duras como primer plato, las graves cornadas, después, y con el arrojo, la entereza y la torería como armas principales para alzarse con el triunfo entre tantas dificultades.
No fue contratado en Sevilla en 1959, lo que le supuso un grave contratiempo. Y ese mismo año, en Bilbao, un toro le partió el hígado y salvó su vida de milagro. Y llegó a la siguiente feria de abril dispuesto a comerse el mundo. El 30 de abril se enfrentó a un toro de Miura, de nombre Escobero, de 593 kilos de peso, al que Puerta le cortó una oreja en una de esas tardes eternas por el valor deslumbrante que derrochó el torero, quien no se arredró tras dos espeluznantes cogidas, y al que obligaron a visitar la enfermería con el cuerpo dolorido y magullado. Al día siguiente, no repuesto aún de la tremenda paliza, volvió a hacer el paseíllo para cortar tres orejas y salir de la feria convertido en una reconocida figura de la época. Poco después, se compró su primera finca, a la que bautizó con el nombre del aquel fiero toro que tanto le hizo pasar y que lo encumbró a la gloria.
Triunfó días más tarde -el 20 de mayo- en su confirmación en Las Ventas, de la que salió por la puerta grande, una gesta que repetiría hasta siete veces más en su carrera.
Y en la feria abrileña de 1968, una tarde de molesto vendaval, junto a Antonio Ordóñez y Curro Romero, y en presencia de los príncipes de España, cortó las dos orejas y el rabo al toro Gallineto, del Marqués de Domecq, y cinceló su nombre con letras de oro en la historia del toreo.
Ha muerto una de las figuras del toreo más sobresalientes del siglo XX; uno de los grandes, depositario del aplomo, la entrega, la gracia y la torería: Diego Valor.
Fuente: "El Pais"