miércoles, 30 de diciembre de 2020

EN EL RECUERDO

 

Ayer día 29 de Diciembre se cumplieron dos años del fallecimiento del maestro Emilio Oliva Fornell, quisiera recordarlo con este articulo de Cañabate del año 67 del pasado siglo, publicado en ABC:





 "Hubo un gran toro. El segundo. ¡Qué alegre salió! No le faltaba más que el repique de unos cascabeles que anunciaran: "¡Aquí estoy yol j Un toro! ¿Les agrada mi trapío? Pues ahora verán mis hechos". Y en el centro del ruedo le salió al encuentro Emilio Oliva. Le ofrece el capote. Más que con los cuernos, el toro lo embistió con los cascabeles de su alegría, de su bravura. Emilio Oliva se puso a su son. Lo aguanta con valor, juega con donaire los brazos. Tres entusiasmos se unen: el del toro, el del torero y el del público. La deliciosa brisa se acentúa. Ahora es la brisa del toreo la que nos hace carantoñas. La brisa que levanta un toro que embiste con arte, porque hay toros artistas, y éste era uno de ellos. Toros que sienten el hervor de su sangre inspiradora de sus movimientos. 


Toros que galopan con belleza, con armonía, como si sus cuatro patas fueran cuatro pinceles manejados por la mano de su bravura. En el primer quite, cambiando el capote de mano a cada lance, como hacía de manera primorosa Domingo Ortega. ¡Cómo se le notaba al toro artista su contento! Repicaban sus cascabeles como diciendo: "¡He tenido suertecilla! Me he encontrado con un torero que me comprende. Veremos a ver con la muleta. Por mí no va a quedar". Toma otra vara recargando, y Oliva pide el cambio. ¿Por qué Emilio Oliva no brindó al toro? Hubiera sido un brindis original. Un brindis de pocas palabras: "Quiera Dios que sepa unir tu arte al mío". 
Lo quiso Dios. La faena fue digna del toro. Parecían dos amantes prodigándose requiebros. Los pases, variados, eran caricias mutuas. Si el toro embestía bien, mejor toreaba el torero. Toreaba con sal chiclanera. Toreaba con pases largos y magníficos, aprovechando hasta el límite el arte del toro. La compenetración de los dos artistas era absoluta. ¡No es difícil esto, que digamos! Y miren ustedes por donde lo hemos visto en una tarde de canícula. Emilio Oliva y Botillo Gutiérrez, dos artistas que lograron una perfecta obra de arte. Oliva mató muy bien de una estocada y descabello, y muy justamente le entregaron las dos orejas de su admirable colaborador." 

Descansa en Paz.