jueves, 23 de febrero de 2023

¡QUE GRANDE FUE RAFAEL!

 


Bilbao, el 21 de agosto de 1911, en la segunda corrida de feria; alternó Rafael con Cocherito y Regaterín y se lidiaron toros de Murube. En cuarto lugar salió del "chiquero el llamado Guerrita, número 41, negro, y apenas pisó el ruedo, y después de una corta carrera que dio detrás del primer capote que un peón le tiró, se entableró debajo del tendido 4 y no hubo poder humano que le hiciera salir de allí ni moverlo de un limitadísimo espacio. Espadas y peones, con una mano y con las dos, recurriendo a todos los procedimientos—incluso el de situarse dentro del foso e intentar correrlo por las tablas—fracasaron en sus repetidos intentos y sudaron la gota gorda. 

El toro parecía un bloque de cemento. No hubo manera de ponerlo en suerte para que recibiera los puyazos reglamentarios, y si le pusieron tres fue porque los picadores, entrando sesgados, en dirección a las tablas, le echaron los caballos encima. Ni antes ni después he presenciado una cosa igual. En los tres puyazos derribó a los del castoreño, y, además, mató dos caballos, pero no abandonaba aquel terreno de ninguna manera. 

El famoso y ya entonces veterano Blanquito y el Pollo Posturas se vieron y se desearon para clavarle cuatro pares de banderillas, superiores los dos del primero y todos de mucho mérito porque ambos rehileteros tuvieron que meterse en sitio muy peligroso, tanto más cuanto que los dos caballos muertos constituían otros tantos obstáculos. Y el toro, sin moverse; avanzaba un pasito o dos, tiraba el hachazo y se apencaba a las tablas. Cuando el Gallo requirió los avíos, se mascaba la espanta. Quien más, quien menos, le veía perder aquellos en un desarme y agarrarse a la barrera para tirarse de cabeza al callejón. Y cuando despachó a la gente y pidió, imperativo, que le dejaran solo, nos miramos asombrados los espectadores. ¿Se habría vuelto loco el calvo? Aquello movía a risa. ¿A risa, eh? ¡Si, sí ¡ Lo visto luego dejó a todos absortos. 

Rafael, con sólo enseñarle al toro la muleta a una distancia conveniente, consiguió lo que por espacio de mucho rato no se había logrado con los capotes, las puyas y las banderillas. Pero lo asombroso fue que el diestro mostró el engaño clavándose de rodillas, y que en cuanto lo hizo, se arrancó el toro hacia él, sesgado, hacia el tercio, como una exhalación, librando Rafael la embestida con un soberano pase ayudado por bajo en la mencionada actitud. Y a renglón seguido, allí, en el tercio, fuera ya de las tablas, realizó el célebre artista una faena piramidal, estrechándose y consintiendo de tal manera al enemigo, que cada pase arrancaba jubilosos gritos de entusiasmo. Le pinchó tres veces cuarteando y terminó descabellando con la puntilla. Pero el toro no volvió a la querencia que tan aferrado mantuvo desde que dejó el toril. ¿Cómo pudo adivinar Rafael que saldría de ella en cuanto le enseñara la muleta? Por qué el hecho de ordenar que lo dejaran sólo y ponerse de rodillas sin proceder pase alguno de tanteo y citarlo desde lejos, da motivo a suponer que el Gallo confiaba en que se le arrancaría el toro. ¿En qué fundaba tal confianza? 

Su hermano. Fernando, inteligentísimo, como pocos, y digno sucesor de su padre en este aspecto, dijo después de terminada la corrida: —Es la primera vez que me ha equivocado Rafael y que me ha equivocado un toro. Aquel suceso tan raro fue objeto de toda clase de comentarios mientras duró la feria. La inteligencia del Gallo en las achaques de su profesión, quedó sentada aquel día en Bilbao como una verdad sin dudas. ¡Qué grande fue Rafael!

ISIDRO SANTIAGO, “Barragán”

 


Nació en Madrid el 23 de Febrero de 1811. Figuró por espacio de muchos años en varias cuadrillas como peón de los más célebres espadas de su época, no obstante lo cual adelantó muy poco. Después de llevar diez o doce años de banderillero, sus amigos de la corte lo decidieron a que tomara la alternativa, en su afán de sacar un espada madrileño; pero estas esperanzas de sus paisanos fueron defraudadas, pues el desgraciado Santiago carecía de lo que puede llamarse sangre torera, siendo además de carácter apático. En 1840 tomó la alternativa. 
Como espada tenía una excelente cualidad: celoso en las operaciones arriesgadas era cuidadoso con los picadores, y su muleta no carecía de importancia, pero le faltaba decisión en el momento de arrancarse a matar. A pesar de estas circunstancias alterno como espada con los más distinguido diestros de su tiempo, entre ellos Montes, Guillen, Redondo y otros. Después de haber recorrido las principales plazas de España como matador de toros, descendió en categoría y concluyó por trabajar en novilladas. En una de estas corridas fue donde este infortunado lidiador encontró la muerte, el 4 de Abril de 1851, de resultas de una cornada recibida en un muslo que se le infectó, el 7 de Abril de dicho año fue conducido su cadáver desde Hospital General al cementerio de la sacramental de San Luis y San Ginés, y enterrado en la sepultura número 24, galería primera izquierda. 




De él decía Sánchez Neira: “Hasta el año de 1840 no tomó la alternativa como espada, a pesar de llevar lidiando como peón más de una docena de años; lo cual prueba, o que Santiago se distinguía poco, o que le faltaba protección. No era sin embargo, un vulgar mata toros; compuestito, airoso y buena figura, hacia algunas suertes de capa con lucimiento, y no manejaba mal la muleta; pero todo esto con toros claros, porque le faltaban conocimientos para otra cosa. Si en vez de nacer en Madrid nace en Sevilla, donde tanto bombo se da a los toreros que allí empiezan, su fama hubiera sido más alta; pero en la corte no se ensalza nunca a sus hijos, tal vez porque en ella hay siempre mucho menor número de estos que de forasteros”.