sábado, 1 de junio de 2013

Manuel Dominguez y Campos "Desperdicios"



Manuel Domínguez tuvo fama de ser  un jactancioso matón o baratero nada mas lejos de la realidad,a aclarar este  error—por desgracia muy generalizado— van encaminados estos renglones que al propio tiempo sirven como recuerdo a la memoria del valiente y pundonoroso espada sevillano, tan discutido por los públicos y aun por algunos historiadores del toreo. 

Fué Domínguez un hombre de corazón templado para las luchas do la vida, que jamás sintió lo que so denomina miedo, ni cedió a nadie que pretendiera imponerselo.. Valiente por temperamento, eligió el oficio do torero por convicción propia, cruzó los mares en busca de gloria y en vez de hallar el camino de rosas de sus ensueños, encontró intrincadas sendas cubiertas do abrojos, las que siguió con paso firme, como si para él no existiesen obstáculos. 

Alto, de formas correctas, musculoso, de temperamento sanguíneo, dulce en el decir, con trato do gentes, formal y circunspecto, respetaba y se hacía respetar, poro jamás buscó pendencias ni rehuyó compromisos, y tan pronto se le veía empuñar el látigo y el cuchillo de mayoral de negrada, como el sable de cabecilla de partida en las revueltas políticas, o de capataz en los saladeros de las Pampas Argentinas, y en todo momento fué el ]primero en el cumplimiento del deber y en hacerlo cumplir á los demás a toda costa. 

No pretendo hacer una completa y minuciosa biografía de esto matador de toros; para ello me falta espacio y competencia suficiente; por lo tanto, me limitaré a relatar algunos episodios de su vida, con los que pretendo demostrar que el citado torero fué todo un carácter y que sus hechos son modelos do valor, entereza y gran corazón. 




Había nacido en Gelves (Sevilla) el 27 de Febrero do 1816; huérfano de padre, pasó la infancia al lado de su tío, D. Francisco do Paula Campos, capellán do las religiosas de la Paz, de Sevilla, el cual lo hizo estudiar en el colegio de la Compañía y en el que permaneció hasta la muerte do su pariente y protector; motivo por el mal abandonó los estudios dedicándose al oficio de sombrerero. 
Visitó con frecuencia la escuela de Tauromaquia, escuchando las lecciones teórico-prácticas que el famoso Pedro Romero daba a sus discípulos, y tanto se aficionó a la lidia de reses bravas, que ya en 1834 trabajó como banderillero de Juan León, al año siguiente con Lucas Blanco, y el 26 de  Septiembre de 1836 recibía la alternativa en Zafra, embarcando inmediatamente para América. 
fotografía coloreada por mi

En aquellos países permaneció diez y siete años, y los semi salvajes gauchos lo hicieren pasar malos ratos, hasta el punto de tener que pelear seriamente con uno de los subordinados que pretendió imponérsele, viéndose en la necesidad de darle muerte. 
No obstante no haber provocado el lance y obrar en justa y legítima defensa, lo hubiera pasado muy mal a no ser por la benéfica protección del general Se batió por Frutos Rivero en Montevideo; fué hecho prisionero en la batalla de Casero y logró escapar de noche con algunos más que esperaban ser ajusticiados al siguienlo día, pues fué casi de noche cuando los hicioron prisioneros, y los enemigos no tuvieron tiempo para fusilar o degollar a todos. 
Harto de sufrir infortunios y desdichas en América, regresó á la madre patria en 1853 en situación muy precaria, y con deseo de ganar dinero con los toros, porque se hacía la reflexión siguiente: —«Si consiste en arrimarse, me sobra corazón para colocarme más cerca que el primero.Pero como el toreo no consiste únicamente en estar cerca do los toros, resultó casi un fracaso cuando se presentó en Sevilla para alternar con Antonio Conde. Bien que es necesario tener en cuenta, que había pasado ocho años sin torear, y las reses de Lesaca y Andrade lidiadas aquel día, no llegaron á la muerte en condiciones de estoquearlas recibiendo, suerte favorita de Manuel Domínguez. 

En Madrid se presentó el 10 de Octubre de 1853; alternó con el Salamanquino, Cayetano Sanz y el Lavi, recibiendo los trastos del primero, que lo cedió el toro Balleno (retinto) de Martínez. El público madrileño lo recibió fríamente, pues aunque vio en Domínguez al torero de bravura indomable  guapo y gallardo en la suerte de recibir—para la que no hace falta la agilidad de que en absoluto carecía— comprendió que aquel hombro torpe y pesado no justificaba la fama de que venía procedido y le puso la proa, quizás con más ensañamiento del que se merecía. 
La vida de Manuel Domínguez es una serie no interrumpida de rasgos de serenidad pasmosa. La horrible cogida de 1857 en el Puerto, la soportó con la mayor entereza hasta el punto de permanecer en pié algunos minutos con el ojo vaciado en un pañuelo que él mismo tenía en la mano. En la plaza, jamás admitió advertencias ni consejos de nadie. Toreaba con Don Gil en Cádiz, y observando éste, que Domínguez se disponía para recibir á un toro que estaba humillado, le dijo: —No le cite usted ahí, Sr. Manuel, que se lo come a usted. —Don Gil, cuando á usted le toque, mata sus toros como pueda; á mí me deja usted en paz. Recibió al toro; fué volteado y resultó con una cornada en un muslo que le tuvo tres meses sin torear.


El notabilísimo banderillero Lillo, se permitió decirle en el momento que cuadraba un toro:—¡Ahora, señóManué!—; en el acto se vuelve éste y alargando al banderillero, espada y muleta, le dice:—¡Toma, mátalo tú! En cierta capital de provincia, se corrieron voces de que no quería Domínguez torear si no se ponían en el ruedo burladeros. Le llamó el gobernador para decirle que no so ponían porque afearían el círculo. —Miento quien haya dicho eso... contestó Manuel. Por mí, que suban hasta el cielo la barrera, que para nada la necesito. 

Encontrábase en un colmado de Sevilla acompañado del desgraciado matador de toros Manuel Trigo, cuando penetraron en el establecimiento dos guapos con deseos do armar camorra. Pidieron una docena de cañas; invitaron a beber á Trigo, y éste, por evitar cuestiones, condescendió; enseguida, el más terne tomó otra caña y llegóse a Domínguez diciendo: —Vamos, ahora osté, señó Manué. —No bebo—contestó secamente Domínguez. —;Cá, hombre!.. Esta se la bebe osté. —Y yo, digo que no. —Pues se la vá osté á bebé á la fuerza, porque... No pudo terminar la frase, porque el torero descargó tan tremenda bofetada en el rostro del guapo, que éste rodó por el suelo y con él la mesa, sillas, velón y cañero. Quedó á oscuras la habitación, salieron los otros á la carrera, apostándose en la puerta, y al salir Trigo le confundieron con Domínguez, atravesándolo con un estoque. 

Llegó a la vejez muy apurado de recursos y algunos ganaderos sevillanos pretendieron celebrar una corrida á beneficio suyo; ésta no se llevó a efecto, porque Domínguez dijo que aún no pedía limosna y que si esto sucedía tendría el valor suficiente para salir a la calle y alargar el brazo solicitando un pedazo de pan, porque no quería ser gravoso á nadie. El 6 do Abril do 1886, murió en Sevilla; los que acudieron al saber la noticia, en vista del pobre aspecto de la vivienda, se dispusieron a costear el entierro, poro uno de sus íntimos manifestó que nada hacía falta, porque hacía tiempo que Manuel Domínguez le había entregado mil pesetas para que al llegar este caso no tuvieran que molestárse los amigos. Este era Manuel Domínguez y Campos.

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