lunes, 26 de agosto de 2013

EL MOJINO



El día 17 de Agosto de 1896, á las diez y medía de la mañana, falleció en Córdoba el excelente banderillero Rafael Rodríguez Calvo  (Mojino), de la cuadrilla de Guerrita, víctima de la grave dolencia que le  aquejaba, a consecuencia de haberle pisado horriblemente, al caer saliendo de clavar un par, el toro Regalado, de la ganadería de Udaeta, jugado en cuarto lugar en la tarde del 31 de Mayo de 1891.  Nació en Córdoba el 25-02-1859, y era hijo del antiguo banderillero Francisco Rodríguez (Caníqui), organizador de la célebre cuadrilla de niños cordobeses, en la que diera un puesto a su citado hijo y a su buen amigo e inseparable compañero en excursiones nocturnas a los corrales del matadero de su ciudad natal, Rafael Guerra (Guerrita). Desde los primeros momentos, tanto el uno como el otro pusieron de relieve las excepcionales cualidades que les adornaban para ocupar un lugar preferente entre los buenos toreros.

Disuelto aquel célebre plantel de notables lidiadores, Rafael Rodríguez toreó como banderillero al lado de diferentes espadas, entre los que recordamos a Bocánegra, el Gallo y Manuel Molina, acabando de consolidar el buen nombre que había adquirido. Sin formar en cuadrilla alguna definitiva siguió hasta el 29 de Septiembre de 1887, en que al tomar la alternativa Guerrita entró a formar parte de la que eligiera. Una vez en ella, se distinguió entre sus compañeros en la suerte de banderillas, y con especialidad en la de sesgar, que dominó como pocos, y ejecutó con tal arte y valentía, que hacia levantar a los públicos, alcanzando entusiastas ovaciones.

 Sus energías las amortiguó la cogida de referencia, minando poco a poco su vida, no obstante en ocasiones, haciendo un supremo esfuerzo, se mostraba el banderillero de la buena escuela, el que practicaba con lucimiento todas las suertes de parear, y que era una especialidad en la difícil y precisa del sesgo, antes citada. A principios de la temporada de 1896  el mal había tomado tal incremento, que le fue preciso abandonar el ejercicio de la profesión, y dedicarse a poner en práctica cuanto la ciencia le aconsejara para ver de atajar los estragos de la enfermedad. Todo fue infructuoso. A los pocos días de haber regresado de los baños, le sorprendió la muerte, acaecida en la fecha indicada. 

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