Pablo Ruiz Picasso (Málaga, España, 1881, - Notré-Dame-de-Vie, Francia, 1973) nunca dejó de asistir a las corridas, desde su ciudad natal, hasta a las últimas que acudió, ya en el exilio, en las francesas plazas de Nîmes o Arlès. Este célebre pintor también se ha vestido de torero, como Goya, ha tenido amigos toreros, como Luis Miguel Dominguín y por los toros, nació su amistad con Eugenio Arias, un español que llegó ser su barbero predilecto durante la residencia de Picasso en Vallauris, Francia. Fue una amistad que se mantendría hasta la muerte del artista. Asistieron juntos a muchas corridas de toros y muchas también fueron las vivencias y anécdotas que protagonizaron. Una tarde, en el transcurso de una corrida que presenciaban Picasso y Arias, un picador le brindó la faena a don Pablo, lanzándole su sombrero. Picasso se lo devolvió con un dibujo que había improvisado durante el transcurso de la misma. Más tarde, al finalizar el espectáculo, el picador le comentó a Eugenio Arias que uno de los toreros que intervenían en la fiesta le había ofrecido, nada más y nada menos, que cincuenta duros por su sombrero. Arias le aconsejó que lo recuperara porque había hecho un muy mal negocio. Años más tarde, se volvieron a encontrar el barbero y el picador y éste le agradeció efusivamente el consejo que Arias le había dado en aquella ya lejana oportunidad, ya que gracias a la venta del "famoso" sombrero había podido comprarse una casa.
miércoles, 27 de febrero de 2013
EL SOMBRERO DEL PICADOR
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