Antiguamente se llegaba a matador de
toros después de haber pertenecido como
banderillero a la cuadrilla de un maestro en
Tauromaquia, o que como tal era considerado,
aunque no lo fuese; así lo exigía la formalidad
en la observancia de lo establecido; pero como
«hoy las ciencias adelantan que es una
barbaridad»— según canta, con música de
Bretón, el personaje de «La verbena de la Paloma»—,
las cosas han cambiado radicalmente,
y ahora, después de ser espada de alternativa,
se llega a peón de brega y banderillero,
según podría demostrar con ejemplos numerosos,
que no citaré .
Quiere decirse que el orden de antaño ha
quedado subvertido, y si no todos los banderilleros
actuales han sido matadores de toros,
lo fueron de novillos, como ocurrió con Gabriel
Hernández, «Posadero», de quien paso a
dar unos apuntes biográficos con la satisfacción
que siempre produce poder hacerlo con elogio
para el interesado.
Larga y ancha es la historia taurómaca de
tan distinguido diestro, y no sólo por los muchos
años que ejerció la profesión, sino porque
su labor resultó muy intensa desde que, al
dejar de ser novillero, se hizo torero subalterno.
Gabriel Hernández y García nació el 18 de
marzo del año 1894, en Riopar, un pueblo de
la provincia de Albacete, en el partido judicial
de Alcaraz; los autores de sus días residían
en Madrid, y su nacimiento en dicho pueblo
fue circunstancial, pues a los pocos días
de venir al mundo llevaron a a Madrid, y ahí se crió y ahí aprendió, cuando
tuvo edad para ello, el oficio de tornero mecánico, el cual practicó
hasta los veinte años de edad, cuando ya
llevaba cinco en el ejercicio del toreo.
Sus pasos iniciales en éste fueron las capeas,
y la primera en que tomó parte fue en Illescas,
donde, por cierto, sufrió una formidable paliza
de uno de los astados que se corrieron.
Vistió por primera vez el traje de luces en
Santa Cruz de Múdela (Ciudad Real) en el año
1910, para estoquear un becerro, y se estrenó
como novillero —aunque en lidia sin caballos— el 14 de septiembre de 1913, en Tarancón, alternando con el aragonés, injerto en valenciano, «Gabardito». en la lidia de unos bichos de Arroyo.
Desde que empezó se pudieron advertir en
él los dos principales resortes que habrían de
servirle para ocupar un señalado puesto mientras
estuvo en ejercicio: uno d'e ellos lo manifestó
constantemente en su conducta privada y
otro en la profesional, y no fueron otros que la
simpatía y la habilidad, respectivamente.
Su apodo se debe a que fue muy amigo de
Julián Saiz, «Saleri II», diestro que en un
principio era conocido por el alias «Posadero»;
por recomendación suya toreó Gabriel
Hernández en Barcelona, y al preguntar el
empresario, don Salvador Alcalá, con qué mote
le anunciaba, díjole el mencionado Julián:
—Pues, mire usted, no tiene ninguno; pero
póngale «Posadero», que es el que yo tenía
antes.
Había corrido ya la ceca y la meca cuando
hizo su aparición en Tetuán de las Victorias el 2 de mayo de 1915, para estoquear ganado de
Gabriel de la Morena con Hipólito Zumel,
«Infante», y el mejicano Samuel Solís; varias
novilladas más toreó en dicha Plaza, entre
otras la del 11 de julio siguiente, en la que alternaron
con él «Ocejito» y Doroteo Marín:
obtuvo un señalado triunfo, pues cortó las dos
orejas del quinto novillo, de Torres; pero fué
a cambio de una cornada grave en el muslo derecho,
la más importante que sufrió en sus
actividades, taurómacas.
En la noche anterior, o sea el 10, había hecho
su presentación en la Plaza de Madrid,
con Adolfo Guerra y Díaz Domínguez, nuevos
los tres, que estoquearon toros de Palha y de
Contreras —mitad y mitad—, y se portó aceptablemente,
sobre todo con el de Contreras;
pero al juzgarle «Recortes» y «Marcelo» en su
anuario «Toros y Toreros», dijeron de él: «Le
vimos manejar el capote con soltura, torear
valiente con la muleta —aunque un poco codillero—,
y no acabó de convencernos como matador.»
El día 20 de agosto de aquel año, en Sacedón
(Guadalajara) corrió un temporal que seguramente
no habrá olvidado. Por algo se halla
situada dicha villa al pie de un monte llamado
Puerta del Infierno.
Con fecha 8 de agosto de 1916 toreó y mató
brillantemente en Madrid a un toraco de Cobaleda,
viejo, gordo y manso, que había sido
fogueado; dos corridas más sumó en la misma
Plaza, en los días 20 de agosto y 8 de septiembre,
y al final de aquel curso taurino pudo
ver que había sido poco solicitado por las empresas
y no había adelantado nada.
Algo más toreó en 1917 y en 1918, pero en
el anuario «Toros y Toreros» de este último
año se escribió de él lo siguiente: «Pasa el
tiempo sin aprovecharlo, y de nada van a servirle
sus aptitudes y su buen estilo si no da
un empujón para poder brillar en esfera más importante.» Lejos de esto, dio en imitar al
crustáceo fluvial que al cocerlo se vuelve rojo pues toreó solamente seis novilladas en 1919
estancado se hallaba, y olvidado de la empresas se veía , cuando en el invierno de 1921 22
marchó a México; fue con la pretensión de
trabajar como matador; pero puesto allí, se le
ofreció la oportunidad de ajustarse como banderillero del notable diestro de aquel país Rodolfo Gaona, y cambió el estoque por los palos. Antes lo hubiera hecho.
De regreso eñ España, sirvió de peón en la cuadrilla de Ricardo Anllo, «Nacional», en la temporada de 1922; en la de 1923 perteneció
a la cuadrilla de su amigo «Saleri II»; ingresó
luego en la de Antonio Márquez, a cuyas
órdenes estuvo en 1924; tuvo luego por jefe a
Marcial Lalanda durante los años 1925, 26 27
y 28; en las temporadas de 1929 y 1930 figuró
en la plantilla de Félix Rodríguez; volvió en
1931 a trabajar con Antonio Márquez; lo hizo
luego con Antonio Posada, con «El Estudiante»,
con Manolo Bienvenida y con varios más
pues no hemos de seguir paso a paso los servicios que prestó a diversos matadores, y sólo
diremos que, habilidoso siempre y bien enterado
del oficio, fue siempre un valioso elemento
de ayuda.
Desde aquel invierno que en México empezó
a torear como banderillero en la cuadrilla de
Gaona, hasta que éste se retiró en 12 de abril
de 1925, todos los años fue «Posadero» a dicho
país, cuando aquí terminaba la temporada,
para torear durante los inviernos a las órdenes
del referido espada mejicano, con el que siempre
hizo buenas migas.
Además de estos viajes ultramarinos, efectuó
otros más, a México y al Perú, con varios
matadores, y años hubo en los que, con unos
y otros jefes, llegó a sumar un centenar de corridas.
En este aspecto, bien puede asegurarse
que ningún torero subalterno le aventajó, lo
cual es una prueba concluyente de sus méritos,
de sus excelentes disposiciones, lo mismo banderilleando
por el lado derecho que prestando
con el capote una labor inteligente, hábil y
eficaz.
Entre los percances que sufrió, recordamos
los siguientes: en una capea efectuada en Auñón (Guadalajara) el año 1911, recibió una
cornada en el cuello, debajo de la barba.
Convaleciente de la grave cornada que antes
mencionamos, sufrida en Tetuán de las Victorias
con fecha 11 de julio de 1915, un novillo
de Rufo Serrano, en Maranchón, le hirió gravemente
en la axila derecha.
En Burgos, el 29 de junio de 1925, un toro
de Miura le produjo una herida de diez centí-
metros en el muslo izquierdo.
Y en Logroño, el 21 de septiembre de 1931,
un toro de los Herederos de Matías Sánchez le
infirió una cornada en la ingle izquierda.
La época de mayor auge de «Posadero» halla en los años que hemos mencionado;
toreó algunos más después de la guerra y en el mes de noviembre de
anunció su retirada de los cosos taurinos.
El único error que hay en su historia taurómaca es el de no haber puesto antes en o
su determinación de hacerse banderillero,
pasó diez años, bien cumplidos, manejando una espada con la que ganó pocos combates. En cambio como subalterno pudo Ponerse
la cometa todo el hilo que le dio la gana pues pocas subieron más altas que la suya.Por
consiguiente, puede disfrutar de la jubilación en Madrid, donde falleció.