Era un torero de los que dejan vivo recuerdo para muchísimos años en la memoria de los aficionados. No habrá uno solo de los que van ya “bajando la cuesta” que no se acuerde, como si acabara de verle, de aquel banderillero sin igual, que, sonriéndose y mirando hacia arriba constantemente, citaba a tos toros, los preparaba, corría delante de ellos con la misma agilidad y con la misma rapidez de frente que de espaldas, corno si hubiera jurado no volver la cara ni el cuerpo nunca ante las reses, y cuando se decidía a clavar los palos más los hundía que los clavaba. En el momento de la reunión, gritaba el público a coro! Huuuu ¡ sabiendo de antemano lo que había de suceder. Y lo que sucedía era que los rehiletes, al entrar en el cuerpo del toro se quedaban tiesos, vibrantes, como si milagrosa y repentinamente hubieran echado raíces en él. Un par de banderillas de Ostión valía por una buena docena de pares de otro; tanto era lo que castigaban. Ha habido, hay banderilleros más elegantes, más "sabios", más "bonitos", pero "más banderillero" que Ostión, ninguno, si se tiene en cuenta el objeto del segundo tercio de la lidia... El homónimo del histórico secretario de Felipe II (algunos chistecitos fáciles inspiró la homonimia) nació en Laguardia, provincia de Álava, el 27 de Diciembre de 1847, siendo sus padres Eusebio Pérez y Mercedes Peciño, labradores de modesta posición.
Cursó la instrucción primaria y luego, apenas tuvo catorce años, le dedicaron sus progenitores al oficio de albañil en su pueblo natal. Huérfano de madre al año siguiente, se trasladó a Bilbao con el autor de sus días, y allí se despertaron en él las aficiones a torear que, más decididas cada vez, le impulsaron a probar fortuna. El ario 1866 salió a rejonear un novillo embolado, sin tener noción alguna de cómo debía practicar la suerte y llevado sólo por su entusiasmo y su afición indomables. El bicho le cogió, le volteó, le zarandeó, le dio una paliza formidable, más que suficiente para que cualquier otro que le viera en su caso renunciase para siempre jamás a acercarse ni de cien leguas adonde hubiese bichos con cuernos, así fuesen caracoles... Pero Antonio era un carácter. Se había empeñado en ser torero, y apenas curado de las .contusiones que recibió en su primera salida, se dio a ensayarse, a practicar y a fijarse mucho, y al fin salió de banderillero en una primero y luego en todas las fiestas de toros que se celebraban por aquella época en las provincias vascongadas. Su ambición no estaba satisfecha con esto. Quiso matar, y lo hizo por primera vez, y a petición del público, en Orduña. Aquella tarde debió de acordarse mucho de su primera hazaña, pues también fue alcanzado y herido por la res...
No tuvo en cuenta el incidente y salió a matar otro día en Bermeo. También fue cogido. Intentó matar por tercera vez en Orozco y sufrió otro volteo y nuevas heridas ¿Hubieran continuado muchos después de estos éxitos? Ostión continuó. El año 1871 tomó parte en las corridas que dieron en Bilbao Lagartijo, Currito y Frascuelo. El mismo año mató en Santander y en Vitoria, y siguió toreando sin graves percances, hasta que en 1873, cuando la guerra civil, decidió alistarse en un cuerpo de movilizados liberales para perseguir a los carlistas, pues era liberal de corazón. Hizo la campaña hasta que concluyó la guerra y... volvió a torear. ¡Cualquiera le convencía de que debía ser otra cosa que torero! Reapareció en Bilbao el 2 de Mayo de 1876, como sobresaliente de espada, en una corrida verificada para conmemorar el aniversario del famoso sitio, y así continuó durante dos años, captándose grandes simpatías por sus cada vez mejores deseos de agradar. Siendo banderillero de Felipe García, con quien competía en facultades, pues si Ostión clavaba hasta el palo de las banderillas, "su matador" rompía los estoques cuando pinchaba en hueso, hizo Antonio Pérez una cosa inolvidable que produjo enorme impresión y aumente) las muchísimas simpatías de que ya gozaba. En el primer año (1883) en que empezaba á meter ruido Guerrita, los banderilleros quisieron "hacer cosas", y Ostión no se quedó atrás. Pareando con Joseito toro de Veragua, llamado Zancajoso, Ostión, dando una prueba más de quién era, le clavó un par a topa carnero, único que en esta suerte se ha puesto en la plaza madrileña.
Ni antes ni después que él se ha atrevido nadie a hacer otro tanto. La ovación correspondió a la hazaña, y para que todo fuera extraordinario en aquel lance, se dio el caso de que entre los sombreros, cigarros, botas de vino y otras cosas que le echó al redondel el público entusiasmado, figuró un ¡conejo vivo! Su popularidad, ya muy grande, creció más todavía con las faenas que realizó como matador de novillos, pues entre los de su época logró ocupar los primeros puestos del cartel y ser uno de los predilectos del público. Cuando Valentín Martín tomó la alternativa., dejando una vacante de banderillero en la cuadrilla de Frascuelo, le reemplazó Ostión, que entonces era (por algo lo elegiría Salvador) el rehiletero más bravo y de más facultades que pisaba el ruedo. No sabía adornarse, pero castigarlos, como ningún otro. En la memorable corrida que lidió Frascuelo el 26 de Mayo de 1887, en el cual se corrió ganado de Veragua, que resultó excelente, y estuvo el gran matador a una altura inconmensurable, pues despachó los seis toros en siete cuartos de hora escasos, banderilleó Ostión en compañía del Bebe; logrando aplausos sin cuento. De él dijo La Lidia al reseñar aquella memorable fiesta: " "Ostión pareó con ese soberbio poder y esa frescura inalterable que hacen de él un banderillero único más que raro. Y hasta quiso adornarse en alguno que otro quite. ¡Adornarse el Ostión! Era un colino irrealizable, y claro es que no llegó a conseguirlo.
¡Pero lo intentó...!" Al retirarse el incomparable Salvador, pasó Antonio Pérez a la cuadrilla de Lagartijo, y en ella estuvo hasta que se retiró de los toros obligados por una dolencia terrible que puso fin a sus días. La última vez que trabajó el Ostión como matador de novillos, en la plaza madrileña, fue en una corrida organizada a beneficio de Gonzalo Mora, que se celebró el 15 de julio de 1888, y en la Cual, como principal elemento, tomó parte la cuadrilla de Frascuelo. Ostión y el Bebé estoquearon cuatro toros de López Navarro y Montes. Al hacer entrega al beneficiado del producto de la entrada, Ostión, en uno de sus rasgos, renunció á sus honorarios en favor de Gonzalo Mora. De estos arranques tuvo no pocos el famoso banderillero, que era hombre de una bondad extraordinaria. El 14 de Enero de 1894 falleció a consecuencia de un ataque de disnea. No hay que decir cuánto sentimiento causó su muerte entre los buenos aficionados.