De izquierda de derecha: Agustin Dauder."Angelillo","Vito" y Fernando "El Gallo" antes de hacer el paseillo. |
Muchos y muy notables fueron los acontecimientos de carácter taurino que tuvieron como escenario, la plaza de toros de Valencia. Vamos hoy a desarchivar de nuestra memoria o de aquellos sucesos, inolvidables, organizado por los periodistas valencianos, del que como estela ha dejado los compases de un pasodoble torero, cuya popularidad se mantiene a pesar del mucho tiempo transcurrido.Cincuenta y cuatro años de existencia contaba 1905 el circo taurino de la calle de Játiva, llamado por los aficionados de la terreta. Pocos antes llevaba también de vida la Asociación de la Prensa Valenciana y, por consiguiente, era muy próspera su situación económica. Presidente ele la entidad al cumplirse el primer lustro del siglo en curso el entonces director jefe “La Correspondencia” de Valencia, don José Clemente Lamela, en junta general celebrada el 18 de mayo, se tomó entre otros acuerdos el de celebrar una corrida de toros a beneficio de la Asociación.En la confluencia de la Plaza de la Reina y la calle de la Paz el café "El Siglo", en que tuvo su primera tertulia el desventurado Manolito Granero, poseedor durante dos temporadas de las llaves del toreo. Y en ese café, por aquel entonces, reunianse diariamente tres revisteros de grata recordación constituidos en comisión permanente para organizar la proyectada corrida.
José Epila, "Latiguillo" Salvador Muñoz, "Cencerrito" y Aurelio Yanguas, Agüaiyo .
Señalada por ellos la fecha del acontecimiento —29 de junio, festividad de San Pedro— y adquiridos ocho buenos mozos del ganadero colmenareño don Félix Gómez, surgieron algunos inconvenientes para ser lidiados por matadores de toros y entonces acordaron correr las temidas reses como novillada, siendo contratados Fernando Gómez, "Gallito", Agustín Dauder, Ángel González, "Angelillo", y Manuel Pérez, "Vito", valenciano el segundo y los demás nacidos en la ciudad del Betis. No se durmieron los organizadores de la fiesta, haciéndose de esta una fantástica propaganda. Regaláronse por distintas señoritas magnificas moñas que con otras artísticas donaciones se rifaron entre el público. Se confeccionaron preciosas banderillas de lujo y la afamada litografía de Ortega hizo un alarde del mayor gusto artístico en la tirada de carteles' y billetaje. El escaparate del comercio de Amador, situado en el centro de la ciudad, bajo la dirección del artista Pepe Benedicto, fue convertido en simulado palco de la plaza, adornado con cabezas de toros, disecadas, capotes de paseo, una muleta, un estoque y una montera usada por "Guerrita", todo ello combinado artísticamente con las moñas regaladas. Los infatigables periodistas no olvidaron la intervención musical, y seis bandas de música, la de Beneficencia. Veteranos, Catarroja, Torrente, regimiento de Mallorca y la Municipal, dirigida por el maestro Lope, intervinieron en el espectáculo. Por iniciativa de "Agüaiyo", este maestro compuso cuatro pasodobles, dedicados a los matadores, para ser estrenados durante la corrida Llegado el momento de empezar ésta, la Plaza, adornadisima, ofrecía un deslumbrador aspecto. El ruedo representaba el parche de una pandereta, y en el centro, con finísimos colores, aparecía reproducido el Miquelete. Las rodajas de La pandereta se hallaban admirablemente pintadas en los tableros de la barrera. Imponente el lleno, en los tendidos bellísimas mujeres tocadas con la clásica mantilla.
El maestro Lope |
Desfilaron las seis bandas de música antes de que los toreros hicieran el paseo, y al mismo tiempo que aquéllas lanzaban al espacio las notas de alegres pasodobles se dio la libertad a 600 palomas, que revolotean do por todo el ámbito fiel circo, ofrecieron un cuadro maravilloso. Jinete en un magnífico caballo, Pepe Riquelme, graciosísimo e inolvidable actor cómico, salió a pedir la llave de los toriles, y su presencia fue acogida con una ovación formidable. En la mañana de la corrida las bandas de música recorrieron la capital, no faltaron las detonante; tracas, y todas las calles se inundaron con alegría, desbordada, en superlativo grado. Artísticamente ningún grato recuerdo dejaron los espadas, y cuando cada uno de éstos banderilleó su respectivo toro, el maestro Lope, al frente de la novísima Banda Municipal, estreno pasodobles dedicados a los matadores, soberbia, piezas musicales que pronto alcanzaron justa celebridad. En la caja de la Asociación ingresó el producto de la memorable fiesta: 12.500 pesetas, porque el precio de las localidades se puso al alcance de las clases más modestas. Como estela de ésta aun olmos con mucha frecuencia ese pasodoble de Lope, titulado Gallito, que, dedicado a Fernando "el Gallo'', constituyó un formidable éxito, del inmortal compositor, pasando a ser el himno torero de sus hermanos Rafael y Joselito en las brillantísimas épocas de estos formidables lidiadores.