Vio la luz en el seno de una modesta familia y en un hogar de la clase media algo acomodada, el 3 de noviembre de 1845. Cursó las primeras letras y, terminada la inicial enseñanza, se colocó de dependiente en el puesto de pescado de un próximo pariente, industria en la que en aquellos tiempos se trabajaba bastante, obteniendo saneados beneficios. En esta industria trabajó Vicente unos seis años; pero al sentirse con suficiente valor para cultivar la profesión taurina, lo confesó abiertamente a sus padres, y tras una ,lucha nada suave, logró le dejasen hacer su voluntad, y libremente comenzó el aprendizaje, cómo todos los muchachos principiantes de su tiempo, saliendo de comparsa en las novilladas con mojiganga ,y acudiendo a las capeas que durante la canícula y el otoño se celebraban en los pueblos cercanos a la Corte, especialmente a las de la ribera del Tajuña. Todos los toreros que en Madrid se formaban en aquella época iniciaban la carrera como peones y banderilleros, y así In realizó Vicente; pero sus afanes eran los de llegar a matador de loros, y para probar sus aptitudes en el manejo de la muleta y el estoque se encargó de, dar muerte, en algunos pueblos cercanos a la Corte, del toro que en las capeas se destinaba al sacrificio en el ruedo. Según se cuenta, realizó con éxito este cometido en varios lugares Y. animado Por las palmas escuchadas, se ofreció a. la Empresa arrendataria de las novilladas invernales madrileñas la que aceptó sus servicios y, por tanto, pudo ver su nombre en los carteles del circo taurómaco de su pueblo para la novillada del 25 de febrero de 1866. En la que habla de alternar con el granadino Salvador Sánchez, "Frascuelo", en la lidia y muerte de dos novillos portugueses de don .José Ruqueti y otros dos navarros, uno del criador de Funes, don Raimundo Bermejo, y otro del de Corella, don Miguel Poyatos. Se anunció la corrida como de competencia entre los dos jóvenes matadores, lo que, unido al gran aliciente de una tarde primaveral hizo que la Plaza se viese llena de aficionados y que no pudiesen hallar localidades unos dos mil según referencias de los periódicos. Vicente Méndez que había escuchado los gratos aplausos de la gente al torear por verónicas y navarras a su primer toro, "Vencejo" (retinto, lamipardo), de Bermejo, tornó los trastos y empleó una faena bastante deslucida, notándosele deficiencias propias del lidiador novel. Con el estoque, su mejor elogio es el decir no estuvo pesado. Con su segundo novillo, "Cartuchero" (negro), de Roqueti, ya realizó mejor trabajo, sin duda por haberse librado, en parte, de la preocupación que produce la vez primera que se torea en Plaza de tanta responsabilidad en lodo tiempo. A este toro lo trasteó valiente, y con solo tres pares, dos naturales y uno por alto, entró recto a herir, y en la suerte de arrancar dio una buena estocada. Antes había banderilleado bien al toro tercero, que estoqueó "Frascuelo", y en justa correspondencia y prueba de buena amistad, éste banderilleó el segundo de los toros del nuevo compañero. La crítica aplazó para más tarde el juicio sobre el espada madrileño, al que recomendó se perfeccionase con el capote y la muleta. Era Vicente Méndez buen mozo, esbelto y de agradable aspecto el conjunto de su figura, fino y simpático rostro y vestía con gusto la ropa de torear; todo lo cual causó 'excelente impresión en el público. Se anunció otra corrida con el mismo cartel para el 4 de marzo, por haber quedado en el fiel de la balanza el trabajo de los matadores; pero las continuadas lluvias impidieron se celebrase cuantas veces fue anunciada, por lo que se dejó sin efecto, ya que estaba encima la corrida inaugural de la temporada de toros. Continuó toreando como espada novillero y actuó en provincias de media espada con matadores de cartel, y sin duda, no hallándose en condiciones de llegar como matador al logro de su ideal, decidió aplicarse más e los rehiletes. Por este tiempo —1869—, "el Gordito", cuya cuadrilla de peones la componían Francisco Torres, "Cherin", madrileño; José Lara, "Chicorro", gaditano, y José Cinco, "Cirineo", sevillano, quiso reforzarla con miras a las próxima alternativas de los dos últimos citados, y agradándole da valentía y buen estilo del joven Méndez, le hizo proposiciones de ingreso entre su personal, lo que fue aceptado, a condición de que había de actuar también de sobresaliente a media espada, para continuar entrenándose como matador, pues aún no estaba del todo decidido a quedarse en forma definitiva como rehiletero. Así se lo prometió el maestro Carmona; y ya ese mismo año vemos al "Pescadero" de sobresaliente en las fiestas de San Fermín, de Pamplona, día 9 de julio. El cronista de esta corrida escribió respecto al madrileño lo que sigue: "El novel matador tiene valor excesivo y más serenidad de lo que creíamos encontrar en él; pero carece de conocimientos y se mete en la suerte de un modo imprudente y sin ninguna apresión." Continuó en su puesto de banderillero, sin perjuicio de matar en novilladas y trabajar con su jefe de media espada. Se presentó en la Plaza sevillana para alternar con los novilleros Hipólito y "Añillo", el 2 de agosto de 1874: gustó su labor, y para el 30 del mismo mes se organizó en dicha Plaza una corrida concurso en la que se entregaría un premio de quinientos reales sil matador que más se distinguiese.
Actuaron dos novilleros "el Pescadero", Fernando Gómez, "Gallito"; Manuel Lagares, Manuel Aguilar, "el Macareno", Lavi" y "Crispín". Las reses lidiadas fueron de don Anastasio Martín, y el jurado, con, puesto por los matadores de toros Manuel Domínguez, José Carmona y Antonio Carmona, "el Gordito", otorgó .el premio e nuestro biografiado. La corrida fue de larga duración, anocheciendo sin poderse lidiar el último novillo, que había de 'estoquear "Crispín", y en vista de ello, Vicente Méndez tuvo la delicadeza de no admitir el premio, rogando a los organizadores lo destinasen a dos pobres del hospital, rasgo del diestro madrileño que fue muy elogiado. Otro rasgo, éste acreditativo de su valor, lo dio en Alcalá de Guadaira, en donde con el estoque de su bastón mató un toro que había saltado al tendido, evitando con su, Intervención una catástrofe. De la cuadrilla del "Gordito" pasó a. la del sanluqueño Manuel Hermosilla, y con este jefe vino A tomar parte en las fiestas reales de 1878, formando terna con sus colegas Mariano Torneros y "el Toledano”. Se hizo un buen cartel en el vecino reino lusitano, donde trabajó con provechoso resultado. Allí residió algún tiempo y fundó una escuela, donde enseñaba la práctica del arte a los muchachos aficionados. Su última corrida de Madrid fue una novillada dada en fría y desapacible tarde del 7 de diciembre de 1884; alternó con José Ruiz, "Joseito", en la muerte de Unos moruchos de diferentes vacadas, y el último que mató "Lunares" (colorado, girón), de Surga. Aún continuó algún tiempo como banderillero de toros; se hizo viejo, engruesó y su nombre se esfumó de los carteles.. En el año de 1889, un periódico taurino publicó' su retrato y una semblanza en dos redondilla que decían: "Torero de buena planta, - con hechuras de gigante, - que poniéndose delante - de cualquier toro, le espanta se le vio, con Interés en Madrid ,mucho tiempo hace, y hoy en Oporto complace - al público portugués." Vicente Méndez, “el Pescadero" fue popularísimo en Madrid, donde por sus excelentes prendas personales logró reunir buen número de admiradores y amigos.
No había corrida de importancia en la que no participara el caballero español, y es por esto que para una fiesta que se celebró en la Plaza de Cintra, el rejoneador portugués, Don Fernando D’Oliveira, el 15 de septiembre de 1892, llevó como utilísimo auxiliar a Vicente Méndez.
La corrida fue, como la generalidad de las corridas que se celebran en Portugal.
Fueron varios toros, unos para ser rejoneadores, y otros en los que los diestros de a pie ponían banderillas.
“El Pescadero” salió a banderillear a uno de ellos, y ya cuando estaba preparado el toro, fija la vista en el torero, éste, dando la espalda a la puerta de chiqueros, avanzó con los palos hacia el cornúpeta, que a su vez, arrancó hacia el banderillero. En aquel preciso instante, un griterío general resonó en la plaza; el diestro se dio cuenta de las exclamaciones, pero no supuso la causa, y atento únicamente al éxito de su empresa, pensó que la intensa emoción de los espectadores tenía por causa la proximidad del momento en el que iba a clavar un gran par de banderillas “al encuentro” y siguió su viaje llegando hasta la cara del toro, clavó el par, y salió por el lado derecho con suma tranquilidad.
No bien había salido, cuando se explicó el motivo de las aterradoras voces de aquella multitud: es que en el momento en el que Vicente había iniciado el viaje, OTRO TORO de los encerrados en los chiqueros, rompió súbitamente la puerta de su encierro, se presentó en el ruedo y ARRANCO TRAS EL DIESTRO, que era lo que más cerca tenía, sin que nadie pudiera evitarlo.
La emoción de los espectadores fue enorme, pues consideraron, y con razón, que el banderillero quedaría aplastado entre las dos cabezas de aquellas fieras en el impetuoso arranque, y la terrible ansiedad se trocó en satisfacción, cuando vieron que el lidiador salía intacto de aquel peligroso trance, y casi al mismo tiempo, CHOCABAN LOS DOS TESTUCES PRODUCIENDO UN FUERTE CHASQUIDO, y en los dos toros, el impacto produjo algo parecido a una fuerte conmoción cerebral.
Aterrorizado al pensar lo que hubiera podido ocurrirle, recibió una enorme ovación con que premiaron los testigos de la fiesta, su milagrosa suerte.
Indudablemente lo salvó la ignorancia del peligro, que ha sido lo que ha producido la mayor parte de los héroes.