El día 12 de octubre de 1963 -en la que habría de convertirse en una de las tardes más tristes de su vida-, en las arenas de la capital española, esta vez apadrinado por el desventurado matador colombiano José Eslava Cáceres ("Pepe Cáceres"); el cual, bajo la atenta mirada del lidiador vizcaíno Rafael Echevarría Gutiérrez Chacartegui ("Rafael Chacarte"), cedió al espada chiclanero los trastos con los que había de muletear y estoquear a un burel perteneciente a la ganadería de Flores Albarrán. Transcurrió, sin pena ni gloria, la lidia de este toro de la confirmación, y, a la hora de enfrentarse al segundo enemigo de su lote, el tan valiente como infortunado Emilio Oliva hubo de vérselas con un sobrero marcado con el hierro de El Jaral de la Mira, que atendía a la voz de Desteñido. En una lance aciago, el morlaco despreció el engaño del diestro chiclanero para embestir sañudamente contra él y asestarle una tremenda cornada que le produjo una de las heridas más terribles de cuantas ha tenido que atender el equipo facultativo de Las Ventas. El asta de Desteñido penetró violentamente en la cavidad peritoneal de Emilio Oliva y le causó tales destrozos que los galenos temieron verse impotentes para salvar su vida.
Visto el alcance de sus lesiones, y con la certeza de no llegar al día siguiente, el moribundo contrajo nupcias in articulo mortis durante aquella misma noche. Pero la asombrosa pericia del equipo sanitario de Las Ventas, con los beneméritos doctores Jiménez Guinea y García de la Torre a la cabeza, logró mantener las constantes vitales de quien ya anunciaba su entierro para el día siguiente al de su boda. Así, tras una penosa convalecencia que se prolongó durante casi dos meses (estuvo postrado en el lecho hasta el día 2 de diciembre de aquel fatídico año de 1963), la fortaleza natural de Emilio Oliva y, sobre todo, su firme deseo de convertirse en figura del Arte de Cúchares le empujaron a volver a entrenarse en faenas camperas con vistas a reanudar su carrera al comienzo de la temporada siguiente. Sólo el valor inaudito que ya había acreditado con creces el espada chiclanero puede explicar esta determinación de volverse a poner ante las astas de los toros, después de haber conocido tan recientemente la agonía provocada por uno de ellos.
En la foto: Antonia y Emilio cortan la tarta nupcial, tarta que les regaló Radio Juventud, en el picacho dos figuritas; ella vestida de novia el de luces, D. Livinio Stuyck (la empresa de Madrid) les regalo un televisor y dos contratos para San Isidro, Antonia sorie (al fin) pensando en el futuro.