En la pintoresca huerta del Algarrobo, en el pueblo sevillano
de Gelves, fallecio a consecuencia de la rotura de una
aneurisma y dilatación de la aorta, el que fue popular torero,
maestro entre los maestros en donaires, cuquerías y adornos
en el arte de lidiar reses bravas, Fernando Gómez.
Fernandillo como le llamaban sus amigos y contemporáneos,
nació en Sevilla el i8 de Agosto de 1849, siendo bautizado en
la parroquia de San Lorenzo.
El Gallito chico, pues asi le conocían en vida de su hermano
Juan El Gallo, banderillero que fue, por ser éste mayor, había
sido petaquero y luego zapatero, oficios ambos que concluyó
por abandonar del todo, porque eran tantas las escapadas
que hacía á los cerrados, capeas
y novilladas, que maldito
Si le aprovechaban tales oficios.
Fernando ensayó con especial
predilección el quiebro de
rodillas, en el que más adelante
se había de hacer maestro único.
Toreó en algunas corridas y
ya en 1869 figuró como banderillero.
Uno de los espadas contratados
en aquella corrida se
negó a matar un toro de los cuatro
que había y Fernando se
brindó a efectuarlo.
Concedido el permiso, estoqueó con tales arte y valentía,
que el público le hizo una ovación
entusiasta.
Un año después entró en la
cuadrilla del desgraciado Manuel
Fuentes (Bocanegra) y después
de estar con éste dos años
pasó a la de José Lara {Chicorro)
y con él se presentó al público
madrileño el 20 de Abril
de 1873.
Al año siguiente toreó Fernando
como agregado a la cuadrilla
de José Machio y el 16 de
Abril de 1876 tomó la alternativa
de matador de toros de
manos del espada Bocanegra,en
la perla del Guadalquivir.
Regresó de la Habana donde
había estado escriturado, y
el 4 de Abril de 1880 le confirmó
la alternativa en Madrid
Francisco Arjona Reyes (Currito).
Por entonces fue la época
más próspera de Fernando.
Era uno de los matadores
que más corridas tenía y el que con Rafael, Salvador y Cara "se llevaba las palmas".
El Gallo dominaba como ninguno de sus contemporáneos
el toreo de las alegrías y de los floreos.
Jugaba con los toros y los engañaba, unas veces a cuerpo
limpio, otras con el capote dándoles el quiebro de rodillas con
maravillosa limpieza, empapándolos en los vuelos de su capote
cuando galleaba o llevándolos al sitio que quería como si los
atrajera con un imán, con la muleta.
Banderilleando se adornaba como los grandes maestros,¡ lástima que a la hora de «meter el brazo» no tuviera decisión
y arranque!
Fernando profesaba por Guerrita un afecto especial.
Adivinaba en él un torero de muchas facultades, de mucho
amor propio, afición y coraje.
Asi es que lo sacó de la cuadrilla de niños cordobeses y el
que en ella era el Pataterillo fué con ayuda de los muchos y
buenos consejos del Gallo, diestramente aprovechados, el Guerrita
que todos hemos conocido y que aún de cuando en cuando
conocemos.
Fernando lo presentó en Madrid como banderillero en el
año 1882.
Rafael Guerra ha correspondido y corresponderá seguramente
a lo que por él hizo Fernando. Este al menos seguía esperándolo
así, puesto que antes de morir y preocupado como
siempre por el porvenir de sus hijos (seis nada menos), llamó á
su hija mayor, Gabriela, y la dictó las siguientes líneas:
"A mi compadre Guerra, Guerrita.
En la hora de mi muerte, que no deje sin pan á mis hijos.
Se lo pide moribundo su compadre, GALLITO"
Así que el simpático torero murió, le fueron telegrafiadas a
Guiirrita las anteriores líneas.
¡Azares de la vidal Fernando que había ganado tantas onzas,
se veía últimamente reducido á estrechez relativa.
Tal había llegado á ser ésta
y tan acabadas las facultades
del torero minado ya por su enfermedad,
que de acuerdo Gallo
con su discípulo, organizó unas
corridas de beneficio.
Se celebraron y produjeron
regular suma, de la que se hizo
depositario un amigo de Guerra,
el Sr. Semilla, quien todos los
meses daba al Gallo para sus
atenciones 500 pesetas.
Con esta suma vivían el matador
y su familia, compuesta
de su mujer Gabriela Ortega y
sus hijos Rafael, que sigue con
gran provecho el oficio de su
padre, y Gabriela, Fernando,
Trinidad, Lola y joselito.
Fernandillo era muy locuaz
y dicharachero e intencionado,
contribuyendo no poco a esto
último su semblante gitano que
parecía subrayar cuanto decía.
Simpático como pocos en su
trato y entusiasta por su profesión,
contaba multitud de anécdotas
y sucedidos con el gracejo
peculiar en el popular torero.
Una de ellas es la siguiente;
Presenciaba en clase de espectador
una corrida de toros
en la plaza de Sevilla.
El Gallo elogiaba la habilidad
del joven diestro que lidiaba
a uno de los toros, de pésimas
condiciones por cierto.
Recordó Fernando que era
igual a otro que le tocó a él.
—¿Ycómo saliste del apuro?
le preguntaron unos amigos.
- Pue ná, que asin que se descuidiú le endiñé po la tabla del
cuevo y a roar, contestó el Gallo.
Como pensaba Fernandillo respecto de las alternativas:
Cuando se formó el reglamento para la plaza de Sevilla, el
Gobernador quiso antes de aprobarlo oír a los espadas residentes
en Sevilla.
Asistió el Gallo, y como se suscitara la cuestión de las alternativas,
dijo:
En la Iglesia ha habio siempre un Papa que tóos han reconoció,
hasta que nació un Lútero que dijo yo voy á ser Papa, y
de aquí vino el cisma; pues en el toreo había un papa que era
Romero, y cuando éste murió, tóos querían dar la alternativa,
llegando la cosa al delirio cuando salió el Lutero del toreo que
dio la alternativa a un farto del tren. Desde entonces el toreo
está hecho un baile de máscaras; nadie se entiende y si alguien
domina es el que más chilla; pero no el que tiene más razón.
Yo he querio en varias ocasiones defender a mi tierra y me he llevado muy buenos disgustos.»
http://gestauro.blogspot.mx/2013/05/las-cosas-de-don-fernando-fernando.html
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