«En su clase de toreo, no he visto otro más valiente, lo mismo para el caballo que para el toro, que Cañero».
Machaquito
Antonio Cañero Baena nació en Córdoba el 1 de enero de 1885, según su biógrafo Paco Laguna, en el número 31 de la calle Puerta Osario, y que fue bautizado en la misma pila en la que después recibiría las aguas purificadoras el mismísimo Manolete. Fue hijo de un comandante del Cuerpo de Equitación Militar Manuel Cañero Velázquez, el mismo entró en el cuerpo de especialistas del ejército, era profesor de equitación así fue cómo empezó a conquistar el mundo del caballo. La figura del rocín sería el eje central de su vida: su hermano menor, sin ir más lejos, murió tras recibir una coz en el corazón. Cañero, hombre corneado en varias ocasiones, fue militar de profesión, (ejerció como profesor de equitación y alcanzó el grado de capitán), participó en distintos concursos hípicos y toreó en varios festivales a pie antes de dedicarse oficialmente a ello. Fue el 14 de octubre de 1921 el día que debutó con público como rejoneador, y lo hizo en una corrida patriótica organizada a beneficio de los heridos de la guerra de Marruecos.
Ahí actuó con Juan Belmonte, Rafael el Gallo, Ignacio Sánchez Mejías, Manuel Granero, Chicuelo, y Juan Luis de la Rosa. “Los toreros rivalizan en faenas —escribió en la revista El Ruedo el periodista F. Mendo—, a cual más lúcidas; pero la nota apasionante la da el rejoneador cordobés con su lucidísima actuación. Dieciocho mil espectadores ovacionan, asombrados, la lección de toreo a caballo, inédita para la inmensa mayoría. Una concepción nueva del toreo a la jineta acaba de surgir en España”.
“Presionado por las empresas y por los públicos”, según Mendo, el 2 de septiembre de 1922 decidió hacerse profesional en la plaza de San Sebastián.
Toreó mucho en los años siguientes, con la característica fundamental de que los toros que lidiaba, a los que hacía una lidia completa, ya totalmente moderna, estaban en puntas. También era corriente que echase pie a tierra y, después de torear con la muleta, los matase a espada. Además de en España, también toreó en Portugal, México y en otros países americanos. En 1924, pese a sufrir dos cogidas, llega a participar en 60 corridas de toros, y en 1925 es presentado en París, donde obtiene gran éxito. En 1926 se presenta en Portugal y al año siguiente lo hace en varios países de Latinoamérica como Venezuela, Perú o México.
En 1929 participa en 10 corridas en España y tras otras tantas en Venezuela y Perú, dejó de torear con asiduidad, retirándose oficialmente de los ruedos en el año 1936, En mayo de 1939 participó en Madrid en su última corrida. Cañero supo introducir el estilo andaluz, aquel que se hacía con el traje campero. Además, implantó los tres tercios de lidia del toro a pie en el rejoneo y la forma de matar al animal desde el caballo. Al respecto, Cañero llegó a decir un día a la rejoneadora Conchita Cintrón: "Los portugueses, caballeros, y los rejoneadores españoles, toreros", en referencia a los dos estilos predominantes en la época, el de lucir el caballo ante el toro y el de Cañero, "el de torear al toro desde el caballo". Cañero, con su experiencia a campo abierto, y su gran afición a los toros, pensó que algo nuevo podría llevar él a las plazas de toros. Aquellas lujosas jacas con sillas regias, sueltan todos aquellos arreos y toma la silla vaquera, ya tenemos en la fiesta algo variado de lo que venía siendo, como Cañero lo que quiere es torear, no hay toros para el rejoneador y toros para los espadas de a pie, sale a la plaza vestido de traje de campo andaluz, y al mismo estilo y propósito corresponde el aparejo de su jaca y la especie de su doma. Mataba el toro a pie y con estoque si no lograba matarlo con el rejón de muerte. Orientó su arte en dirección singularísima, lo que le separa del rejoneo portugués. Concibe su actuación como una lidia completa del toreo a caballo, comienza a herir al toro con rejones de castigo, sigue banderilleándole y acaba usando el rejón de muerte. Cañero era un matador más, y por ello sorteaba con los matadores.
Creó la costumbre, hoy habitual, de formar su propia cuadra de caballos toreros; en definitiva, fue el primero que concibe el toreo a caballo como la lidia completa que hoy es la norma. La Real Academia de la Historia le considera el primer rejoneador moderno. Tuvo su complemento en la jaca llamada Bordó, “el pedestal de Cañero”, en palabras de don Gregorio Corrochano. Conviene detallar el encuentro entre ambos: estando Cañero en su casa vio pasar una jaca que dirigía una parada de cabestros, que conducían reses al matadero cordobés; fijándose don Antonio en ella, se la compró al mayoral por 3.000 pesetas. La enseñó a torear y a los dos días se la llevó a Francia, concretamente a Burdeos, donde la hizo debutar. El triunfo fue tal que se le rindió un homenaje esa misma noche en una bodega de esa ciudad tan vinícola, bautizando con ese excelente vino a la jaca con el nombre de “La Burdeos”, término que degeneró en “La Bordó”, nombre con la que se inmortalizó. Esta anécdota la transcribió el doctor Jordano, ya que el ganado que conducía la futura Bordó era propiedad de su padre. De estos primeros años, es la anécdota que se refiere a continuación y que nos da una idea de este personaje: En un concurso hípico celebrado en San Sebastián y dotado con importante premio económico, Cañero sufrió una caída que le provocó la fractura de una pierna; al día siguiente, ante la sorpresa general, salió con la pierna escayolada, sin usar estribo y ganó la prueba. Creó escuela en grandes figuras, como Joao Nuncio o Simao de Vega, José García Carranza (el tristemente célebre Pepe El Algabeño) y el mismísimo Juan Belmonte.
Salvo que casó con María Morales Vida, poco se ha escrito de la faceta personal de Cañero.
Una dolencia cardiaca acabó con su vida el 21 de febrero de 1952. Tras una misa en San Lorenzo, cuatro caballos enjaezados trasladaron su cuerpo al cementerio de San Rafael, en un cortejo tan fúnebre como solitario.
Según don Rafael Castejón, «nadie antes que él supo unir la gracia majestuosa de la jineta con la valerosa gallardía del lance taurino».
Su vida daría para llenar páginas y páginas, y relatar sus comienzos en concursos y festivales, sus triunfos, sus cogidas, su participación como actor en diferentes películas, su presentación en Paris, Venezuela, Perú y México.
Fue el primer Hermano Mayor y fundador de la Hermandad del Rocío de Córdoba y a finales de los cuarenta donó su finca de La Viñuela al obispo Fray Albino para la construcción de casas para familias humildes de Córdoba, las que constituyen hoy el barrio que lleva su nombre, Cañero. Durante la Guerra Civil tomó parte en corridas patrióticas y algunos historiadores apuntan su participación represiva en la llamada Columna Cañero. Alcanzó el grado de teniente coronel de Caballería. En la posguerra fue concejal del Ayuntamiento.
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