sábado, 25 de febrero de 2012

CRONICAS DE VILLALUENGA

"LA PROCESION DE LAS PIEDRAS"

En cuestiones religiosas y de fiestas eminentemente populares, la "madruga" de los andaluces es por antonomasia, la del Viernes Santo. Sin embargo, para el medio millar de habitantes que componen el censo de Villaluenga del Rosario, un pueblecito del Cádiz serrano, pobre y antiguo, aunque muy bien encalado, situado en la falda pedregosa de esa sierra que está en el ascenso a Grazalema, según se viene de Ubrique, la madrugada que va del 30 al 31 de agosta es de singular significación, pues los habitantes del lugar, que ostenta el título de "Noble Villa", la hacen diferente y multitudinaria.

 A esta conmemoración anual, que recuerda un acontecimiento local que pudo terminar en grande tragedia, pero que todo quedó en el susto, y que desde hace poco más de medio siglo los de Villaluenga llaman "el milagro de la Virgen del Rosario", al que no falta un solo vecino, y además, concentra a numerosos visitantes, parientes, oriundos, comarcanos, personas interesadas en las tradiciones exóticas, investigadores de lo antropológico. Y todo esto se hace por ser fiel a una palabra dada en momento de emoción, por cumplir promesas devocionales.

 Pero veamos en qué consiste esta celebración sumamente pintoresca por el escenario natural en que se desarrolla y las formas de hacerlos ritos: hacia las cuatro de la mañana, hora en que aconteció el hecho que luego explicaremos, los vecinos de este pueblo de pastores y chacinero, sacan en andas a su patraña. Nuestra Señora del Rosario. Pasean a la imagen por la Calle Alfa, en medio de grandes rezos y cánticos devocionales; le dicen una misa de plegarias al amanecer y comienzan las fiestas del lugar, las que durarán tres días.

A esta liturgia inusual que cobra su mayor auge en la hora penumbrosa del amanecer, los de la manga trashumante de Vlllaluenga denominan "la procesión de las piedras". Sepamos en definitiva por qué. En la madrugada del 31 de agosto del año 1926, se desató sobre la Sierra del Caído una fuerte tormenta cargada con gran aparato eléctrico.

Un rayo descuaja una gran masa de piedra, que allá en la cresta de la montaña, apunta al pueblo. La mole descomunal, con un impresionante estruendo se precipita sobre villaluenga. Bloques de toneladas de peso —dicen los cronistas— arrasan loma abajo en su accidentada precipitación, árboles, chozas y casas, todo cuanto en su natural caída se interpone, queda a raso. Y ni un solo vecino de este pintoresco pueblo gaditano, situado ya en la raya que separa esta provincia de la de Málaga, sufre el menor daño físico.

El pueblo una vez superada la sorpresa, exclama rodilla en tierra ¡milagro! ¡milagro! y vuelve sus ojos a la Virgen del Rosario, patrona del lugar, desde un tiempo ya lejano en que Villaluenga se libró de una desoladora epidemia que mermó en mucho los alrededores.

Tras la catástrofe de las piedras, el Ayuntamiento se reúne y acuerda dar a la Calle Alta —que es un bancal de una sola acera de casas, porque el otro lado da-a un tajo profundísimo— otro nombre, que será el de la Excelsa Patrona. También ordena que se haga solemne voto de que todos los años en la madrugada del 31 de agosto se celebre una procesión con la venerada imagen y función religiosa en su honor.

Además de mandar colocar un cepillo en la iglesia, para que se depositen las limosnas que los fieles quieran dedicar a estas celebraciones, el Ayuntamiento ha venido cumpliendo la organización de estos actos, que se han convertido con el paso del tiempo en las fiestas patronales, más sonadas, pues la celebra mucho la población pastoril y los campesinos todos, de esta sierra de impresionante apariencia por esta su vertiente oriental, semejante a un bravío mar de piedras en movimiento.

J.J GARCIA LOPEZ "ABC" 31/08/1984

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