miércoles, 17 de septiembre de 2014

ARTURO PARAMIO


Arturo Paramio y Huertas era natural de Cádiz. En cuanto tuvo edad para ello le dedicaron sus padres a un oficio, que abandonó más tarde por los toros, a cuya lidia mostró marcada predilección desde que presenció la primera corrida. Pasando mil fatigas hizo su aprendizaje en las capeas que se celebran en muchos de los pueblos de las provincias de Sevilla y Cádiz, demostrando no poca valentía. En 1893 tuvo los primeros ajustes como matador de novillos, y en el pasado año, después de haber toreado con Potoco varias corridas en Tenerife, hizo su debut en la plaza de Sevilla el día 17 de Junio, toreando en unión de Palomar y Conejito reses de Adalid, y estando poco afortunado en el cumplimiento de su cometido. Toreó después en Cádiz y otras poblaciones, y al terminar la temporada se embarcó para América, donde toreó con bastante aceptación en Guadalajara (México) y otros puntos, pasando luego a la Habana ajustado para tomar parte en varias corridas en la plaza de Colón, de Santiago de Cuba, y en la segunda de ellas fue donde sufrió la cogida que le ocasionó la muerte.
El empresario de la plaza de Colon en Santiago de la Habana, Sr. Beloso , en vista del éxito obtenido en la corrida que hacía pocos días había tenido efecto, y en la que Arturo Paramio por su valentía y serenidad ante los toros se había captado las simpatías del público de esta capital, organizó para el dia 10de marzo de 1895, la segunda fiesta taurina con la cooperación de las cuadrillas de Joaquín Artau (el Catalán) y el referido Arturo Paramio, para estoquear reses de la ganadería de Castellanos. A las cuatro y media, hora anunciada, dio principio el espectáculo bajo la presidencia del Sr. Fernández, llenándose los preliminares propios del caso. Una vez en su puesto la gente de coleta, se dio suelta al primer cornúpeto, que era negro, lucero y cornicorto. Artau le saluda con cuatro capotazos sin parar lo suficiente, que le valieron aplausos. La gente montada se las entendió luego con el bicho, metiendo entre Curro, Navas y Brazo de Hierro seis puyazos, a cambio de dos tumbos. A los quites, los espadas. Paramio en uno, rasca la cara de su adversario, por lo que el público le bate palmas y obsequia con tabacos.
Del segundo tercio se encargaron Vaquerito y el Sastre, dejando el primero dos pares superiores, y el segundo uno, que no desmereció de los de su compañero. Artau, obtenida la venia presidencial, se dirige al bicho, al que después de dos telonazos da pasaporte de dos pinchazos y una estocada baja. Fue aplaudido. El cornúpeto que salió en segundo lugar se llamaba Cocodrilo, y era berrendo, con armas abundantes, de representación y con las de Caín dentro del pellejo. Paramio, para pararle los pies y fijarle, dio tres buenas verónicas, que le valieron una ovación. Entra en juego la gente de vara larga, y ponen varios puyazos, sufriendo algún tumbo bueno. Paramio hace sólo los quites, terminando algunos arrodillándose ante la cara, lo que le valió palmas y música. Banderilleado con dos pares y medio por los muchachos, se pasó al último tercio, del que estaba encargado Arturo Paramio. Este, después del brindis correspondiente, salió a entendérselas con Cocodrilo, que estaba en la querencia de un caballo muerto, y una vez allí, y con el objeto de que abandonara el sitio, le dio varios pases, sin conseguirlo.
El Vaquerito después tiró varios capotazos con el mismo fin, y sin obtener mejor resultado. En vista de esto, vuelve Paramio a, pasarle de muleta, y en cuanto juzgó al bicho en disposición, entró con mucho coraje a matar, largando una estocada, monumental, que hizo polvo a su enemigo, pero con tan mala suerte, que a la vez era cogido por el toro, volteado y despedido a gran altura. Cae, y en el momento se incorpora, llevándose las manos al pecho. Trata de andar, pero no puede y cae de nuevo, siendo recogido inmediatamente por la cuadrilla y conducido a la enfermería, donde espiró á los pocos momentos, diciendo: Madre mía, ese asesino lo ha matado! Reconocido, resultó tener una herida profunda en el lado izquierdo del pecho con destrozo del corazón, mortal de necesidad, y por la que arrojaba sangre en abundancia. La noticia circuló rápidamente entre los espectadores, causando un pánico indescriptible. En vista de esto, y a petición del público, el presidente dio orden de que se suspendiera la corrida. Gran número de personas se agolpó a la puerta de la enfermería, donde yacía el cadáver del infortunado muchacho rodeado de toda la cuadrilla, el juez, varias autoridades, el director de un periódico de la localidad. La autoridad dio orden de que se impidiese la entrada del público, y la fuerza armada tuvo que intervenir para que se obedeciese el mandato. El lunes 11 se dispuso que fuese enterrado al día siguiente en un nicho costeado por todo el personal de las cuadrillas, asistió al fúnebre acto numerosa comitiva, pues el finado contaba con muchos amigos y con las simpatías de toda la afición de la ciudad, donde ha hizo gran impresión el desgraciado accidente. Los individuos de su cuadrilla, y muy especialmente Vaquerito y Perea.. La cabeza del toro causante de la, muerte, fue cortada por orden del empresario con el objeto de disecarla.

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