La plaza de toros de Málaga se inauguró el 11 de Junio de 1876, siendo
empresario de ella Lázaro
Capulino, al que le debían levantar
una estatua todos los ganaderos y
toreros, porque fué el primero que subió
el precio de ambas mercancías. Capulino, entusiasmado con los primeros
éxitos pecuniarios de la inauguración,
no cesaba de organizar corridas.
Fiebre muy corriente entre todos
los empresarios que empiezan.
En una de ellas contrató al Gordito
y Chicorro.
Eso sí, el hombre no se andaba en
chiquitas.
Le parecía poca cosa esta combinación
(que hoy resultaría de perlas) y
añadió a Hermosilla.
Hombre un tanto apático Capulino,
por no moverse de Málaga encargó
para que lo ajustaran a un afamado
ganadero y á un famoso manzanillero;
es decir, a un sujeto que rendía ferviente
culto al delicioso néctar sanluqueño.
Al ser requerido Manuel Hermosi1la y Llanera para su contrata contestó a ambos amigos lo siguiente: —De precio no hay que hablar. Yo torearé por una caña de manzanilla que después de la corrida me den ustedes en la Caleta, pero con la condición de que vayan a Málaga áa ver la corrida. Unánimemente contestaron el ganadero y el manzanillero el trato, porque los toreros antiguos, dicho sea en honor de ellos, apreciaban más una copa de vino, un apretón de manos y una ovación que los billetes del Banco, —Iremos la víspera á Málaga y en la estación te esperaremos.¡ Cómo cambian los tiempos! Preparó Hermosilla la maleta y en ella sus avíos; se dirigio a Málaga, y su extrañeza fué grande cuando, al llegar á la estación, no se encontró ni con el ganadero ni con el manzanillero
Disgustado por esa falta de formalidad, él, que es tan formal, se dirigió á la fonda, vistió su traje corto de calle (no la americana ni el chaquet moderno) y marchó al café más próximo.Al poco rato se presentó un señor, al cual
no conocía. —¿Es usted Hermosilla?—le dijo—le dijo —Sí, señor. Al poco rato se presentó un señor, al cual no conocía.—Pues yo soy el empresario de la plaza y he de manifestarle que, deseoso deque la corrida tenga grande éxito, he anunciado que el Gordito dará el quiebro en la silla; Chicorro, el salto de la garrocha. Y usted, ¿qué especialidad va á hacer? Hermosilla, con aquella su legendaria y simpática seriedad tan típica, le contestó: —Me parece eso muy bien pensado. Pues anuncie usted que el espada Hermosilla cobrará antes de vestirse.
Otro hecho que demuestra la formalidad de Hermosilla es el siguiente: Al acabar de torear en Cádiz una corrida, llamó a su apoderado y á la cuadrilla, y les dijo: —Ya han cobrado ustedes. ¿Les debo algo- —Nada, matador—contestaron todos unánimemente. —Pues mañana buscan ustedes matador, porque yo no consiento que los que están en mi cuadrilla pidan propina á los ganaderos. r Y el ganadero al que la cuadrilla le había pedido propina era el famoso ganadero de Málaga
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