Francisco Ramos de Castro (izquierda) y Francisco Ferrer "Pastoret" (derecha) |
Lo contaba así en 1950 Francisco Ramos de Castro Periodista y Dramaturgo Español (1890-1963)
"Ocurrió la cosa durante el verano de 1927. ün
colaborador mío. Pepe Morales» ya fallecido, y yo
teníamos que leer una revista titulada «Color» al
empresario del Teatro Chueca, señor Serrano, el
cual nos había citado para después de la función
de la noche del día 18 de julio. Pero aquella tarde
Paco Ferrer («Pastoret»), buen amigo mío, me
llamó por teléfono.
—¿Quieres venir a Salamanca con Antonio Alvarez y conmigo?
—¿A qué?
—A escoger una corrida de novillos de Ignacio
Sánchez.
—¿A qué hora salís?
—A las ocho, con la fresca
.
—Pues no puedo ir. Paco, y no sabes cómo lo
siento.
Y le expuse la razón,
—Pero ¿no sois dos los autores? ¡Pues que lea la
obra el otro!
—sugirió «Pastoret».
era una solución
—Anda, anímate, tocayo, que vamos a ir en un
«bugatti» que me acabo de comprar. ¡Vas a ver
qué viaje
—Bueno, voy a ver si convenzo a mi colaborador...
—Nada, a las ocho vamos a recogerte.
Asi quedamos.
Pero si fuerte era mi deseo de asistir a la excursión,
no fueron menos poderosas las razones que
alegó en contra mi colaborador.
—No debe usted dejarme solo en la lectura. Yo
soy absolutamente novel y su ausencia, sobre producirme
el natural azoramiento, demostraría al señor Serrano el escaso interés que tiene usted en
la lectura.
Profundamente contrariado, pero reconociendo
la razón que asistía a mi compañero, comuniqué
a «Pastoret» mi imposibilidad de acompañarles. Y
mi disgusto se convirtió en renovada satisfacción
al saber que ellos, no sé porqué causas, habían
aplazado el viaje hasta el día siguiente a la misma
hora.
jTodo resuelto!
Asistiría a la lectura y a la excursión,
i Yo era un tío de suerte!
Aquella noche cenamos juntos mi colaborador
y yo, acudimos al teatro a la hora de la cita y...
—¡El empresario, señor Serrano, se acaba de marchar
a su casa repentinamente indispuesto!
Era lamentable; mas no creí que me estropease
la excusión, porque no podía suponer que se celebrase
la lectura al día siguiente.
No podía suponerlo, pero así fué.
Y a vestido para el viaje, y con «Pastoret» «a bordo»
de un flamante «Bugatti» descubierto, esperándome
en la puerta de mi casa, se presentó en ésta
mi colaborador para decirme que aquella noche
leeríamos. ¡Cómo odié en aquel momento a mi
colaborador, a la Empresa, y a mi «funseta manía»
de escribir para el teatro!
Y me rebelé.
—Pues lo siento mucho, querido Morales; yo
me he comprometido, me están esperando y me
voy. Además
—y ello era cierto—,
mañana es mi
cumpleaños y acabo de telefonear a mi familia,
que está en Las Navas, que llegaré por la tarde,
porque será cuando regresemos de Calzadilla
—donde
tenia su ganado don Ignacio Sánchez
—. Con que
haga usted un esfuerzo y lea la revista a la Empresa
usted sólito.
Muchísimas veces he lamentado mi blandura de
corazón, pero nunca con menos razón que en
aquélla.
E l resignado gesto de mi colaborador y sus doloridas
lamentaciones pudieron más que mi ilusión
por el viaje. Bajé la escalera y me disculpé con
«Pastoret». Insistió éste hasta el límite.
—¿Quieres que salgamos de madrugada?
—me
propuso.
—No puede ser, porque regresaríamos de noche
y he prometido a mi familia que estaré en has Navas
por la tarde.
Argumentó. Me defendí.
—Tú te lo pierdes
—sentenció el pobre «Pastoret».
Y su error fué vital. Porque al llegar su «bugatti*
a las proximidades de Salvadiós (Avila), pasado
Narros, y en una curva cerrada, mal cogida, la
fatalidad dió tan tremendo papirotazo al coche
que, sobre la cuneta castellana quedaron los cuerpos
sin vida de Francisco Perrer («Pastoret») y
Antonio Alvarez («Alvarito de Córdoba»), a la sazón
apoderado de Vicente Barrera...
Que Dios era
—y sigue siendo, gracias a Dios amigo
mío.
Tan amigo mió, que tampoco llegó a estrenarse
la ajetreada revista, que hoy conservo y releo de
vez en cuando, casi con la convicción de que también
encerraba un peligro mortal..."
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