Antonio Maitines, el «Cid», así apodado por haber nacido en Santa Gadea del Cid, humilde pueblecito de la provincia de Burgos, fue un excelentísimo picador de toros, que habría llegado muy lejos si no hubiera muerto tan prematuramente. Pero toda su inteligencia no llegó a servirle más que para su profesión de varilarguero, y en las demás manifestaciones de su vida fue un hombre tan bueno, humilde y amable, como ignorante y cerrado de mollera. Vicente Pastor que se había fijado en sus excelentes aptitudes de picador, le llamo a su lado para formar parte de su cuadrilla, y en la primera fiesta en que tomaron parte en la plaza madrileña, el buen Antonio se vio obligado a representar la absurda mojiganga de la alternativa. El «Cid» estuvo aquella tarde hecho un coloso Picó cinco toros, poniendo diecisiete puyazos y a pesar de que a la sazón no se empleaban aun los petos actuales, Antonio hizo gala de tal habilidad y de tal maestría que al terminar el festejo pudo salir de la plaza montando el mismo caballo.blanco con que había puesto los 17 puyazos. A. la salida del circo, el tan obeso como inteligente escritor taurino «Don Pío» se apresuró a darle la enhorabuena, y al tiempo que le estrechaba la mano le dijo:
— Antonio, se te felicita efusiva y calurosamente.
Y el buen Cid que no quiso pasar por inculto,aprovechó la ocasión para contestar a «Don Pío» :
— Gracias Don Alejandro, se le corresponde herméticamente.
Y se quedó tan satisfecho.
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